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Lorenzo Meyer

AGENDA CIUDADANA

*Lo inesperado en política

*El proceso político mexicano transcurre en un ambiente de equilibrios inestables. ¿Hasta qué punto lo ocurrido en Iguala y el factor Casa Blanca han modificado esa correlación de fuerzas?

Lo imprevisible. Uno de los aspectos más problemáticos del análisis de los procesos históricos del poder es la importancia de lo que no se espera. La ciencia política es una disciplina que desde sus inicios se mostró imposibilitada de alcanzar el nivel de las ciencias duras, pues debe trabajar con conceptos que no puede definir con precisión y le es difícil predecir.
Coyunturas críticas. Dentro de lo impredecible en estos procesos destacan las “coyunturas críticas”. Se trata de un concepto central en obras tales como la de Daron Acemoglu y James Robinson, Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, (2012). Y esas coyunturas pueden definirse como momentos de cambio relativamente inesperados y que dan como resultado discontinuidades importantes en las relaciones de poder. Aquí, las palabras clave son inesperado y discontinuidad, pues se trata de eventos sorpresivos capaces de afectar el equilibrio existente en una estructura de poder y que, por eso, dan paso a equilibrios significativamente diferentes del anterior.
Las coyunturas críticas sólo pueden identificarse ex post facto, pues es el tiempo lo que permite comprobar si el evento en cuestión realmente llevó a la ruptura de un equilibrio y si el que lo reemplazó es significativamente diferente del anterior, o si es una simple variante y por tanto la coyuntura no reviste tanta importancia.
Casos. Ejemplo de un evento realmente sorpresivo y que alteró a fondo el curso de un conjunto de sociedades europeas, fue la peste negra o bubónica del siglo XIV. Este inesperado horror desembocó en una catástrofe demográfica que fue el disparador de un cambio de fondo en la naturaleza de las relaciones de trabajo de Inglaterra –y de otras sociedades– al punto que destruyó los cimientos de su estructura feudal, lo que, a su vez, fue la causa necesaria aunque no suficiente para que en el siglo XVIII se desencadenara ahí la revolución industrial e Inglaterra se convirtiera en el gran imperio global que fue. Otro ejemplo fue el inesperado encuentro de Europa con América en el siglo XV cuando la primera buscaba una nueva ruta comercial con Asia. Ese encuentro destruyó en poco tiempo las estructuras de poder de los grandes imperios prehispánicos de América a la vez que impactó de manera decisiva las relaciones económicas y políticas dentro y entre países europeos. Y la lista puede expandirse para incluir lo mismo el estallido de la I Guerra Mundial que el de la Gran Depresión de 1929. En todos los casos se trató de acontecimientos no previstos de enorme magnitud y que finalmente significaron la destrucción de equilibrios del poder y el surgimiento de otros nuevos y que afectaron el destino de millones.
Coyunturas mexicanas. En el Reino de la Nueva España, la prisión del rey al otro lado del Atlántico en 1808 abrió una inesperada coyuntura que alteró el equilibrio entre peninsulares y criollos y, finalmente, llevó al estallido de una gran rebelión y guerra civil que involucró a todas las clases y desembocó en la independencia. Cien años más tarde, una rebelión encabezada por Francisco I. Madero llevó a la inesperada caída del régimen porfirista, que parecía tan sólido como el que más, y en un abrir y cerrar de ojos México experimentó una guerra civil y una revolución que ni el propio Madero había previsto.
El 24 de julio de 1968, un día después de que los granaderos reprimieran a los estudiantes preparatorianos en La Ciudadela –incidente que sería el inicio de una gran movilización estudiantil–, el embajador norteamericano en México, y teniendo como base los informes de sus servicios de inteligencia y una encuesta propia, informó a sus superiores que el 90 por ciento de los estudiantes mexicanos estaban satisfechos con el régimen existente y que era “muy poco probable que [el movimiento estudiantil] tome proporciones críticas, al menos en los próximos años”. (Sergio Aguayo, De Tlatelolco a Ayotzinapa. Las violencias del Estado, Ediciones Proceso, 2015, p. 20). Lo que siguió resultó otro ejemplo de coyuntura crítica, y aunque aún se debate que tanto modificó el equilibrio preexistente, la cosa política no volvió a ser lo que era.
Iguala y la Casa Blanca. Sólo el tiempo permitirá evaluar el impacto de fondo por lo ocurrido por la brutal violación de los derechos humanos de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa por la policía de Iguala el 26 y 27 de septiembre de 2014 y el de la publicación, dos meses más tarde, del reportaje del equipo de Carmen Aristegui en torno a una mansión de la familia presidencial y el conflicto de intereses mayúsculo que eso implica. Quizá ahí hay otro ejemplo de coyuntura crítica, aunque igual puede terminar como otros tantos casos de desaparición forzada y de corrupción al más alto nivel que provocan escándalo –incluso internacional–, causan tensiones y movilizaciones, pero no cambian nada.
Únicamente el correr del tiempo permitirá dilucidar si el impacto de los eventos mencionados –Iguala y la Casa Blanca– sobre el precario equilibrio que hoy se mantiene entre las fuerzas y proyectos en pugna en México, afectará de manera esencial o no la trayectoria que llevaba la estructura de poder nacional hasta septiembre de 2014. Por ahora, ningún análisis puede sustituir al paso del tiempo como el factor decisivo para saber la magnitud de lo que, como comunidad estamos viviendo todos.

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