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Gaspard Estrada

Argentina y Colombia van a las urnas

El próximo domingo 25 de octubre, dos elecciones –una presidencial, otra municipal– se llevarán a cabo en América Latina. En Argentina, tres candidatos están en la pelea para obtener la mejor votación que les permita ganar ya en la primera vuelta (el caso del candidato oficialista Daniel Scioli), o disputar la segunda vuelta (los casos del alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri y del diputado Sergio Massa) frente al candidato del Frente por la Victoria (FPV), apoyado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que no puede constitucionalmente reelegirse. En Colombia se llevarán a cabo las primeras vueltas en todos los municipios del país, incluida la capital Bogotá, que ha venido siendo dirigida por movimientos políticos progresistas desde la elección de Luis Eduardo Garzón como alcalde en 2004. En los dos casos, los gobiernos en curso (auto posicionados a la izquierda) han sido objeto de críticas por una buena parte de la población. Sin embargo, a pesar de ello, los candidatos(as) que enarbolan la continuidad están bien calificados(as) en las encuestas. ¿Cómo es posible explicar tal situación?
El deterioro de la economía en América Latina durante los últimos años ha provocado un descenso casi generalizado de la aprobación de los gobiernos de la región, ya sean éstos de izquierda o de derecha. Esto se ha traducido en una sucesión de crisis de gobernabilidad. En Argentina, el gobierno nacional todavía se resiente de la crisis política ligada a la muerte del fiscal Nisman, que amenazaba revelar los entretelones de un supuesto acuerdo secreto entre los gobiernos de Argentina e Irán a raíz del atentado perpetrado en 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). En Bogotá, después de una larga batalla judicial y política, el alcalde Gustavo Petro fue reinstalado en su cargo luego de haber sido destituido de manera provisional por la justicia colombiana, siguiendo los pasos del alcalde anterior, Samuel Moreno Rojas, que terminó en la cárcel a raíz de un escándalo de corrupción en la administración municipal. Sin embargo, a pesar de este escenario adverso, es posible constatar que los presidentes o autoridades locales han podido salir victoriosos de sus tentativas de reelección: tal fue el caso de Dilma Rousseff en Brasil, de Evo Morales en Bolivia, de Nicolás Maduro en Venezuela, de Rafael Correa en Ecuador en 2013 y en 2014.
Ahora bien, esto no quiere decir que la tendencia a la continuidad sea una fatalidad: la reciente caída del gobierno de Otto Pérez Molina en Guatemala, a unos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, es una prueba de ello. En efecto, existe un desencanto cada vez mayor con la clase política y los políticos, que se expresa en indicadores como el de la percepción de la corrupción política. Según el índice de Transparency International, entre 2005 y 2014, Argentina pasó del lugar 97 al 107, al tiempo que Colombia pasó del 55 al 94. Sin embargo, a diferencia de años anteriores, este aumento del “rechazo a la política” no se ha traducido en un aumento de la abstención electoral: con excepción de la chilena, todas las elecciones presidenciales de América Latina se caracterizaron por tasas de participación estables o a la alza. Por ende, podríamos pensar que no existe un rechazo intrínseco a la política, pero si a la manera de hacer política.
En ese sentido, las campañas electorales juegan un papel determinante en la continuidad o no de estos proyectos políticos. En 2014, más del 70 por ciento de los brasileños querían un cambio. Finalmente, reeligieron a Dilma Rousseff. ¿La historia se repetirá en Argentina y en Colombia? Lo sabremos el próximo domingo.

* Analista del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

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