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Moisés Alcaraz Jiménez *

El moderno presidencialismo

 

 

El miércoles concluyó el proceso constitucional que da origen a una nueva reforma política que en voz de Manlio Fabio Beltrones, coordinador de la fracción del PRI en el Senado, viene a modernizar al presidencialismo mexicano. La Comisión Permanente del Congreso de la Unión emitió ese día la declaratoria de aprobación de la reforma a catorce artículos de la Carta Magna después de que más de la mitad de los congresos locales votaron a favor de esa enmienda.

A pesar de ser el más largo procedimiento legislativo en este rubro, sus resultados son magros, es un auténtico parto de los montes que tuvo un extenso periodo de gestación para dar a luz a un producto genéticamente corrompido, con alcances sumamente limitados y con nulo impacto en los asuntos políticos que con mayor urgencia requieren reformas profundas a la Constitución para cambiar el régimen político caduco que tenemos.

Nuevamente se trata de un verdadero parche constitucional dentro del interminable proceso de reforma política iniciado en 1977, cuyo objetivo principal ha sido garantizar la sobrevivencia de un sistema inmerso en la descomposición mediante su constante modificación para hacerlo funcional a un modelo económico depredador, dominado por poderes fácticos voraces que tienen a su servicio a una clase política mediocre que es su principal instrumento para apuntalar a un régimen que se ha convertido en la barrera principal a la justicia social y a la democracia en México.

Beltrones afirma que con esta nueva versión de reforma política se moderniza el presidencialismo mexicano y, efectivamente, con ello se producen los cambios que ese injusto sistema necesita para su renovación, pero se obstruye lo esencial: la transición al nuevo régimen que el país requiere, donde la democracia sea posible y se pueda llegar a un auténtico estado de derecho y de bienestar social imposible de alcanzar en el actual régimen.

Beltrones dice que con esta reforma el presidente electo podrá rendir protesta en cinco lugares distintos en caso de no poder hacerlo en el recinto parlamentario, podrá también tener derecho a iniciativas de ley preferentes y a establecer cuando menos dos consideradas por el Ejecutivo como de rápida resolución por parte del Legislativo.

Con esa reforma, continua Beltrones, ahora ya sabemos quién será el presidente sustituto en caso de llegar al 1 de diciembre del año de la elección y no se tuviera al presidente electo. Agrega el senador del PRI que con esta reforma el presidente de la República ya no tendrá que entrar por la puerta de atrás a San Lázaro como ocurrió en 2006. Para Beltrones se trata de las reformas sustanciales a la Constitución que este país necesita para modernizarse.

Como se observa, a la clase política dominante en México no le interesa el cambio a un nuevo régimen, sino perpetuar el actual del cual son directamente beneficiarios sin importarle el desastre social al que ese régimen nos ha conducido. Lo que Beltrones identifica como reforma, no es más que maquillaje político para ocultar lo que en verdad ese modelo obsoleto representa: un obstáculo para el desarrollo económico y el progreso social del país.

Fuera de la reforma que Beltrones promovió desde 2007 quedaron temas fundamentales para acercarnos a un cambio político más genuino, como la segunda vuelta en la elección presidencial y la revocación de mandato, inclusive la reelección de legisladores, ello como un primer paso para explorar las posibilidades de transitar del presidencialismo que tenemos a un régimen más cercano al semiparlamentarismo, en busca de hacer más factible un gobierno de tendencia socialdemócrata, con menos desigualdad, con mayor posibilidades de bienestar social y más oportunidades de progreso para todos, un gobierno democrático sin poderes fácticos sobrepuestos al estado de derecho.

Sin embargo, con la clase política hegemónica que tenemos en México no podemos avanzar sobre esa senda, primeramente porque se trata de una clase inmoral que está al servicio de élites económicas ultraconservadoras que se oponen a un cambio político que pondría en riesgo el paraíso económico en que viven sostenido por el actual régimen. Por otro lado, tenemos una clase política mediocre, enormemente limitada en sus capacidades e impedida intelectualmente para emprender una tarea de la magnitud del cambio político que requiere este país.

Con esa élite política es imposible generar el auténtico cambio que nuestro país necesita para dejar atrás el subdesarrollo que nos agobia, ¿Lo podremos hacer nosotros como sociedad civil a pesar de esa clase política que tenemos? Por lo pronto el pasado 1 de julio le dijimos adiós al cambio, por lo menos durante los próximos seis años.

 

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Twitter:@MoissAlcarazJim

 

 

* El autor es director estatal de Gobernación

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