Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Pedro Isnardo De la Cruz Lugardo*

Peña Nieto: la estrategia ganadora de un candidato espectáculo

Con la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto es posible que podamos hablar de la reinvención autoritaria en elecciones presidenciales. Se trató de un proceso de más de cinco años de posicionamiento cotidiano y televisado de una imagen de éxito en la mente del mexicano promedio, como si fuese el de una nueva celebridad, que buscó no tener competencia real dentro del Partido Revolucionario Institucional (Manlio Fabio Beltrones representó la única resistencia interna resuelta) y en la propia elección constitucional.
Es difícil hacer un balance en este espacio, pero aquí podremos plantear algunos de los precedentes centrales que deja la elección presidencial de julio de 2012:
1. El ciudadano. De acuerdo a lo acontecido en las campañas políticas nacionales y locales, los electores mexicanos aun no tienen la estatura para ser considerados el centro de las propuestas: en las elecciones estatales y en la presidencial, los ciudadanos no resultaron plenamente informados de las virtudes, propuestas y trayectorias de sus candidatos a diputados locales, diputados federales, senadores, gobernadores o jefe de gobierno e incluso presidenciables.
2. Las candidaturas mediáticas y la maquinaria partidista/gubernamental nacional priista. La campaña presidencial de Peña Nieto demuestra el valor oro del posicionamiento político vía los medios de comunicación masivos: Peña Nieto llegó al primer trimestre de 2012 con un imaginario social de dos dimensiones: 1) era el candidato a vencer y, según las encuestas, llevaba una distancia importante frente a sus contrincantes (AMLO y JVM) y 2) era un candidato con escasas y cuestionables virtudes personales como presidenciable (declaraciones y reacciones imprudentes que evidenciaban su ausencia de formación, su incultura y su insensibilidad social desde temas domésticos hasta su soberbia frente a audiencias académicas no controladas), aunque políticamente sólido por la capacidad de proyección cotidiana en medios, alianzas con empresarios potentados y gobernadores, además de la estructura de financiamiento y la maquinaria política territorial partidista nacional que le respaldaba.
3. Los errores políticos del adversario retador. López Obrador construyó una campaña interesante desde fines de 2011 cuando pactó con Marcelo Ebrard su candidatura única y la reunificación de las izquierdas, lo que hablaba de un aprendizaje político clave después de la elección presidencial del 2006 en la que estuvo a poco de presidir el país; sin embargo, logró consolidarse en los hechos como el candidato retador a Peña Nieto a fines de mayo de 2012, hasta la llegada del movimiento juvenil #yosoy132 (al que se le quiso manipular desde su equipo de trabajo restándole espontaneidad y capacidad de proyección nacional) y del segundo debate presidencial, lo que evidenció al menos cuatro errores tácticos que dañaron la estrategia central de AMLO, confirmando errores políticos costosos al final de la elección: a) distanciarse mediante spots, discursos y campaña negativa de la propuesta de la República Amorosa, que había permitido mostrarle como un candidato conciliador, capaz de ganarse la voluntad de la clase media, de ciudadanos y empresarios que le veían con desconfianza; b) no aprovechar el primer debate presidencial para tomar distancia de Josefina Vázquez Mota; c) desconocer las encuestas nacionales adversas, fomentando la imagen de que su candidatura no aceptaba la realidad; d) actuar en todo el proceso como un candidato indeciso y desconfiable respecto al proceso electoral, a las instituciones electorales y al resultado final de la elección.
Así, la campaña de Peña Nieto trató _si así lo ratifica el Tribunal Federal Electoral antes del 6 de septiembre próximo_, de una estrategia política con tácticas exitosas para encumbrar y mantener inalcanzable al candidato priista (a pesar de que por sí mismo evidenció sus carencias personales/intelectuales, y de que sus adversarios lograron advertir omisiones de gobierno en el Estado de México y lo que representaba en términos de pasado priista).
Se trata entonces del peso clave, insustituible y determinante de la estrategia política, no de las encuestas. EPN hizo todo lo necesario para mantener su ventaja desde antes que iniciara el proceso electoral hasta ganar esta elección, ahora empañada por una nueva campaña impulsada desde el movimiento progresista: la desacreditación social de un triunfo ganado a pulso de una estrategia que anudó pragmatismo, financiamiento público/privado masivo y el marketing publicitario como si fuera marketing político, al tratar a los electores como audiencias televisivas, acríticas y expectantes, convirtiendo a un candidato espectáculo en Presidente de la República.

*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales

468 ad