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Arturo Solís Heredia

Canal Privado

* Entre la lucha y la soberbia

El pasado 15 de julio, el diario español El País publicó un editorial, en su sección internacional, titulado (Andrés Manuel López) “Obrador es un lastre”, en el que considera como “muy improbable que prospere el recurso de la izquierda mexicana, aglutinada en torno al derrotado Andrés López Obrador, para invalidar las recientes elecciones presidenciales, argumentando la compra y manipulación de millones de votos por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Los 7 puntos de ventaja (más de 3 millones de sufragios) del presidente electo y candidato del resucitado PRI, Enrique Peña Nieto, representan presumiblemente para las autoridades electorales, que tienen hasta septiembre para pronunciarse, un argumento contundente sobre un proceso en el que no hay evidencia de irregularidades a gran escala”.
Además, el editorial comenta que “la izquierda mexicana debería replantearse el liderazgo de su candidato presidencial derrotado”, bajo el argumento de que “para los correligionarios de López Obrador parece llegado el momento de preguntarse si les conviene como líder un hombre dos veces derrotado, con tendencia al victimismo conspiratorio y cuyo estilo abrasivo y anquilosado le ha enajenado una parte de su voto natural. Obrador es un lastre. En su propio partido, el PRD, hay dirigentes –Marcelo Ebrard, jefe del Gobierno del Distrito Federal, o su sucesor, Miguel Ángel Mancera, entre otros–, pragmáticos y dialogantes, que no suscitan el rechazo de los electores y están en mucha mayor sintonía con las realidades del México de hoy”.
La respuesta del aludido no pudo ser menos intolerante y soberbia. Ese mismo día, en un mensaje de su cuenta Twitter, López Obrador espetó: “A El País: dejen la manía de hacer periodismo colonizante”, y acusó al periódico de ser responsable de la crisis económica por la que atraviesa España, recomendándole que “mejor hagan la autocrítica por su responsabilidad en el desastre de España”.
No me constan las intenciones colonizantes de El País en México, pero sí el respetabilísimo ejercicio profesional y periodístico del diario. No estoy seguro de que El Peje se haya convertido en un lastre para la izquierda mexicana, pero sí creo que el tabasqueño podría hacer mucho más por la lucha democrática, si se decide a sacrificar sus ambiciones personales.
Como lo hizo Marcelo Ebrard, al momento de aceptar sin vacilar los resultados de la peculiar encuesta interna para designar el candidato a la Presidencia de las izquierdas, en beneficio de López Obrador.
En un largo reportaje publicado en la revista Gatopardo, en la edición de junio de 2012, el periodista Guillermo Osorno documenta “la facilidad” con que Ebrard “aceptó que no sería el candidato”, lo que dejó pasmados a sus seguidores.
“Hablemos del proceso interno de selección de candidato a la Presidencia de la República –dice Osorno a Manuel Camacho Solís–. “¿Cómo se plantearon las reglas para la competencia con Andrés Manuel López Obrador?
“Se pensó que la única manera de evitar la ruptura era un método que permitiera cierta objetividad. López Obrador aceptó lo de la encuesta y entonces Marcelo lo sintió como un triunfo. El tema de la sucesión presidencial y de la candidatura ya no se volvió un punto de confrontación durante los siguientes seis meses. Ya después se acordó quién haría las encuestas, cuáles serían las preguntas, y para eso hubo un trabajo técnico de precisión. Vinieron las encuestas: la diferencia fue muy reducida, pero ahí creo que Marcelo mostró una enorme madurez al aceptar los números. Aun pudiendo argumentar empate técnico en algunas de las preguntas, de todas maneras reconoció que debía ser Andrés Manuel el candidato. Creo que era la mejor decisión. Estoy convencido de ello.
“Una consecuencia favorable de esa decisión es que Marcelo adquirió legitimidad moral. Pero la pregunta es: ¿cómo va capitalizar eso?
“Eso se cuenta con los dedos de la mano. Marcelo es un político que tiene legitimidad, que ha demostrado resultados, que va a dejar una gran obra, que tiene prestigio internacional… pues no sé cuántos haya así en México. Estamos en una circunstancia nacional en la que lo que nos falta son liderazgos con nivel. Marcelo ya demostró que tiene límites en sus ambiciones personales, es capaz de ver más allá de conseguir una candidatura o ir a una competencia electoral. Es algo que no se puede desaprovechar porque no es fácil de construir”.
Más adelante, Osorno comenta que “muchos simpatizantes de Marcelo Ebrard se sintieron profundamente descorazonados por la decisión de no pelear ese empate en las encuestas, y estoy hablando de muchos simpatizantes dentro de su equipo. Cuando se lo hice notar en la entrevista, Ebrard me dijo que los equipos tienden a radicalizarse.
“Es como el diálogo entre Danton y Robespierre”, dijo refiriéndose a las diferentes visiones sobre la Revolución francesa de estos dos hombres, una moderada, la otra drástica y extrema.
“Yo creo que ahí no había mucho margen, ¿cuál es el término medio? O sea, el dilema ese día, por la noche, cuando nos llevaron los resultados era que nos ganaron por unos puntos. Eso lo reconoces o no lo reconoces. Tan, tan. Si es ‘no’, inicias una guerra larga con algunos posibles desenlaces. Si es ‘sí’, lo reconoces. ¿Qué vale más?, ¿la coherencia?, ¿la lucha? La lucha, el combate, ¿a qué nos iban a llevar? Probablemente a tener dos candidatos, eso hubiera sido lo lógico. La verdad yo a ésa no voy. Mi equipo lo sabe. Eso es pura mezquindad. Y hubiera sido un desastre. Ahorita seríamos el lugar cuatro, o tres. La gente nos diría: ‘Ustedes no son serios’. No quiero decirte que sea yo un moralista, no, no es la idea. Pero tienes que tener una congruencia política, yo creo. Si no la tienes, la gente no te va a respetar y vas a acabar con dos senadurías, una diputación, cinco camionetas y cuatro plazas. Yo no estoy en esto por eso”.
Continúa Osorno: “pocos días después de los resultados, Marcelo Ebrard se reunió con cerca de quinientos simpatizantes y miembros de su equipo en una cena privada en un hotel del centro de la ciudad de México. Tuve acceso a la transcripción de su discurso.
“Comenzó diciendo que él no podía, ni debía ni quería desconocer los resultados. Y aunque se habían preparado por treinta años (algunos de los miembros de ese equipo vienen trabajando desde los años ochenta) y muchas personas en el país los habían apoyado, “nosotros no podemos ser quienes destruyéramos todo lo que representa la izquierda en este país”, dijo.
“Luego habló de que la izquierda pasaba por un mal momento y de que el país estaba en una situación muy grave. “Nuestro país tiene que cambiar de rumbo. Entonces, mejor resolví respetar la encuesta en esos términos para demostrar, primero, ser leales a los que nos trajeron a donde estamos. Porque si estamos donde estamos es porque hubo miles, millones que nos llevaron ahí. No nos mandamos solos. Les debemos respeto, consideración, lealtad a los que nos han traído donde estamos. El peor enemigo de la política es la vanidad y la soberbia”.

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