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Moisés Alcaraz Jiménez *

Encuestadoras, un riesgo para la democracia

 

Leonardo Valdés Zurita, actual consejero presidente del IFE, se ha dedicado gran parte de su vida a la elaboración de estadísticas y encuestas en materia electoral como parte de su actividad académica en la Universidad Autónoma Metropolitana. El desarrollo de ese tipo de estudios le valió en gran medida para ocupar el puesto que hoy desempeña.

No es un improvisado en el ámbito de los sondeos de opinión, forma parte de la comunidad de profesionistas dedicados a esos menesteres y es muy conocido en esas empresas desde antes de llegar al órgano electoral que hoy encabeza.

Por ello no es de extrañar la férrea defensa que Valdés Zurita hace de esos despachos y del trabajo que realizan. Afirma tener un enorme respeto por esa “industria”, de la cual asegura que es incapaz de inducir comportamientos electorales. Sustenta su dicho en que desde la “tarea académica” tuvo el privilegio de conocer a detalle la metodología para la construcción de encuestas.

Como experto y profundo conocedor de esas empresas asegura que éstas difícilmente pueden influir en los electores, en lo cual coincidió ampliamente con el representante del PRI ante el órgano electoral. En particular el pasado jueves, desde su posición de presidente del IFE, Valdés Zurita defendió con ahínco a la empresa GEA-ISA que elaboró encuestas para el periódico Milenio publicadas todos los días en ese  diario en las que se daba una amplia ventaja a favor de Peña Nieto de más de 18 puntos sobre sus adversarios.

El periódico de marras es dirigido por el siempre “agradable”, “simpático” y “carismático” Carlos Marín, empleado de Televisa, no se sabe si a sueldo o de gratis. Esa empresa y ese periódico divulgaron las encuestas más amañadas y mentirosas de todas las que se publicaron durante la pasada contienda.

Pero no sólo esa encuestadora tuvo un inmoral desempeño, la mayoría de ellas se dedicaron esta vez a construir preferencias electorales más que a estudiarlas. Muchas de esas empresas fueron, ahora más que antes, en combinación con los poderes fácticos, una eficaz herramienta para mal informar e inducir el voto.

Las encuestadoras más tendenciosas y carentes de objetividad desarrollaron un trabajo coordinado con el duopolio televisivo y sus cadenas radiofónicas, desde donde de diversas formas se divulgaron resultados apartados de la realidad. Los porcentajes de diferencia entre una empresa y otra fluctuaron de 6 hasta 20 puntos entre el primero y el segundo lugar, lo que indica la carencia de seriedad y rigor científico de muchos de esos estudios.

Los monopolios televisivos divulgaron con mayor amplitud los resultados de la empresa GEA-ISA mediante una diversa programación más parecida a proselitismo partidista que a información veraz. Esas empresas fueron parte importante para cometer una flagrante violación al derecho a la información que tenemos los mexicanos como una de nuestras garantías constitucionales.

La estrategia propagandística del PRI se sustentó en buena medida en el uso mediático intensivo de encuestadoras venales que fueron parte sustancial del triunfo tricolor. La suma del trabajo tendencioso de esos despachos y su amplia difusión televisiva y radiofónica tuvieron un alto impacto en la intención del voto, mucho más de lo que en apariencia ocurrió.

Valdés Zurita, como experto en este tema, sabe perfectamente el papel que en este proceso tuvieron esos despachos, que en la realidad son millonarios negocios al servicio de quien mejor les pague. Sabe también o debería saber, que tal y como se comportaron en la pasada contienda, esas encuestadoras están convertidas en un gran riesgo para la democracia en México y en lugar de halagarlas y buscar limpiar su deteriorada imagen debería de reclamarles, como presidente del IFE, que corrijan su desempeño, que transparenten sus actividades y trabajar para que no queden impunes tantas mentiras y engaños que divulgan.

En lugar de defender a esos negocios, Valdés Zurita debería solicitar reformas a la ley en la materia para regular esas lucrativas empresas y evitar que dinero público –a través de los partidos– siga llegando a sus propietarios por ese trabajo sucio que realizan.

Valdés Zurita nunca llegó al IFE con una aureola de capacidad y virtudes, más bien  su imagen siempre ha estado rodeada de mediocridad. Se extraña el IFE que encabezó José Woldenberg, más aún se extraña el anterior a esa administración, pero lo grave en este caso es que Valdés se parece cada vez más a Luis Carlos Ugalde, para desgracia del órgano que ya empezaba a recuperar la credibilidad perdida.

 

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Twitter: @MoissAlcarazJim

 

*El autor es director estatal de Gobernación

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