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Raymundo Riva Palacio

ESTRICTAMENTE PERSONAL

* Postales: Brasilia

Brasilia.- Esta ciudad es el espejo fiel del sueño de grandeza brasileño y de sus contradicciones para llegar al destino que piensan les es manifiesto. Surgida en medio de ninguna parte en la sabana brasileña, tiene edificios espectaculares salidos de la imaginación de Óscar Niemeyer, alineados en forma de avión, como lo concibió Lucio Costa, su planificador urbano. Brasilia iba a ser una ciudad donde no habría desigualdad, ni sectarismo, la utopía de Juscelino Kubitschek, un presidente demagogo y populista.
Kubitschek encargó a su amigo Niemeyer el diseño arquitectónico de Brasilia antes de decidir qué desarrollo urbanístico tendría. Para esto creó un jurado donde Niemeyer, como miembro, ayudó a eliminar la oposición al ambicioso Plan Piloto de Costa, con quien también tenía una relación de 20 años y habían trabajado en el taller de Le Corbusier, cuyas ideas arquitectónicas inspiraron a Brasilia. Nunca hubo denuncias de corrupción, que está intrínseca en los políticos brasileños, pero no hay duda que fue producto del compadrazgo y las relaciones clientelares.
El resultado, sin embargo, opacó todas esas dudas. Como un avión, el fuselaje lo dibuja una fila de edificios federales, municipales, el Congreso, el Senado y el Poder Judicial, y las alas una batería de viviendas organizadas en 110 supercuadras con edificios de seis y 14 pisos, donde cada una de ellas tiene integrada una escuela, zona médica y área comercial.
Brasilia no fue diseñada para peatones sino para autos, por lo que carece de banquetas. Casi no hay semáforos, y para cruzar las dos avenidas que dan la vialidad al avión, hay pasos peatonales subterráneos donde asaltan o están cerrados para que no haya robos. Su construcción produjo un déficit que desató una inflación galopante, y una crisis económica que causó el golpe de estado de 1964, con lo que Brasil entró a la Triple Alianza sudamericana de los gorilatos apoyados por Estados Unidos.
La dictadura militar pensó en abandonar la terminación de la capital iniciada por los sueños de un socialista, pero dudó por los recursos invertidos. Durante sus dos primeros años no hizo prácticamente ninguna obra, pero a finales de los 60 reinició el trabajo para terminar Brasilia, inaugurada como capital federal el 21 de abril de 1960, aniversario del descubrimiento de Brasil. Con el tiempo, el Plan Piloto quedó rebasado y la mancha urbana se extendió. La ciudad de la igualdad se convirtió en una ciudad profundamente clasista.
Sus creadores nunca consideraron que podría haber pobres y pensaron que todos, con salarios hasta tres veces por encima de la media nacional, tendrían los recursos para vivir como iguales. Con los años, la ciudad pensada para medio millón de personas sextuplicó su población y metió a la infraestructura en crisis. Brasilia nunca tuvo drenaje, y hoy es un desastre. La falta de mantenimiento la hace ver sucia y vieja. No hay sistema de transporte público, salvo una línea de tren que conecta con las 16 ciudades satélites a 30 kilómetros de aquí que sirven como ciudades dormitorios para quienes realizan la mano de obra pesada.
Ese segmento de la población es mayoritariamente afrodescendiente, que fuera de la estación del tren, no se le ve en otro lado de la ciudad. Lo que iba a ser una ciudad igualitaria se convirtió en una más desigual y segregada. Los jóvenes negros son maltratados y humillados por la policía sólo por su apariencia. La criminalidad ha subido en los dos últimos años, y en los últimos meses comenzaron a aparecer ciudades perdidas en los tiraderos de basura locales.
La ciudad utópica se desmoronó, pero no los sueños. Si bien es cierto que fuera del Plan Piloto no hay nada que haga de Brasilia una capital para recordar, en el corazón de lo que trazaron Niemeyer y Costa, con sus diseños majestuosos y minimalistas, llenos de curvas y espacios abiertos, se encuentra el corazón de los brasileños que muestra el empuje de una nación que es grande pero que, sobretodo, no tiene ningún pudor ni complejo para sentirse grande.

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