Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moisés Alcaraz Jiménez *

La sonrisa de la virgen

El capital criollo y transnacional no cede en su empeño de apoderarse de Pemex, empresa hasta ahora propiedad de la nación a la cual la oligarquía acecha con excesiva codicia y en su extrema voracidad depredadora la considera la joya de la corona, dentro de esa ya larga ofensiva neoliberal de la derecha contra los bienes públicos de los mexicanos.
La ya prolongada ola privatizadora encabezada por los grupos más ultraconservadores no tiene límites, van con todo y en el sexenio que se avecina esperan culminar su exitosa carrera iniciada durante el gobierno de Miguel de la Madrid en el que comenzó la contrarrevolución tecnocrática que desmanteló al Estado mexicano al transferir al sector privado cientos de empresas propiedad de la nación con las que el Estado participaba de manera directa en el desarrollo económico del país y con ellas llegó a constituir un importante sector social en beneficio de los estratos de población más empobrecidos.
El sector paraestatal de la economía mexicana, con sus deficiencias y limitaciones siempre perfectibles, llegó a ser un factor muy importante para acercarnos a una más equilibrada distribución del ingreso nacional. Con el desmantelamiento del Estado, que lo redujo a una función de simple gendarme, y la transferencia de los bienes públicos a poderosos grupos empresariales, hemos sido testigos de la escandalosa concentración de la riqueza nacional en manos de unas cuantas familias, hemos padecido el crecimiento de la desigualdad más cruel del mundo y avanzamos en un viaje que parece sin retorno al caos social.
Los tecnócratas mexicanos formados en los años ochenta en las escuelas de economía de los Estados Unidos, Chicago y Harvard principalmente, sedes académicas originarias de la ideología neoliberal en América, nos vinieron a decir que el Estado no tenía por qué ser empresario, que para eso era muy malo; ni debería intervenir en la economía, ámbito exclusivo, decían entonces, del sector privado, único capaz de propiciar el desarrollo; dijeron también que reduciendo al Estado a su mínima expresión, habría más empleo, todos llegaríamos a ser empresarios exitosos y nadie escaparía a las oportunidades de progreso.
El neoliberalismo a ultranza ha estado presente durante los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el actual. Son 30 años de retroceso económico y social durante los cuales ha crecido enorme e insultantemente la pobreza extrema en México. Padecemos hoy los índices de miseria jamás vistos, vivimos una verdadera catástrofe social sin la más mínima esperanza de solución dentro del modelo que amenaza con prolongarse al menos seis años más.
Las mentiras del neoliberalismo han caído por su propio peso. La derecha ultraconservadora que desde hace tres décadas mal gobierna este país privatizó, es decir, entregó los bienes de la nación a empresarios del interior y del extranjero, entre los que se incluyen amplios sectores de la economía (cito la columna de Carlos Fernández-Vega de este miércoles en La Jornada): bancos, aerolíneas, ferrocarriles, satélites, telecomunicaciones, puertos y aeropuerto, ingenios azucareros, fertilizantes, empresas mineras, cementeras, textileras, hoteleras, refresqueras, papeleras, siderúrgicas, químicas y petroquímicas, armadoras, electricidad, gas y tendido de fibra óptica, entre otros.
La transferencia de empresas públicas al sector privado estuvo envuelta en los más turbios y corruptos procedimientos, de lo cual surgieron grupos empresariales voraces, subdesarrollados e incapaces de generar el desarrollo económico que el país requiere.
Las dos únicas empresas altamente rentables que quedan como patrimonio de la nación son Pemex y la CFE, mismas que sufren el acecho más atroz de la oligarquía. Este lunes el director de Pemex, Juan José Suárez Copel, declaró que ser propiedad de la nación es un lastre para Pemex y abogó por la inversión privada en esa empresa pública. Dijo que ahora que la Virgen de Guadalupe nos sonrió porque existe petróleo para al menos 30 años, es necesario abrir la petrolera nacional al sector privado.
La oligarquía se frota las manos y observa con especial interés la configuración de fuerzas en el Poder Legislativo, sin más propósito que buscar asegurar una mayoría parlamentaria que les permita reformar la Constitución para apoderarse de Pemex y la CFE a través de la clase política que ha sido servil a sus intereses. La nueva ofensiva neoliberal contra lo poco que queda del patrimonio de la nación se observa devastadora para el desarrollo con bienestar social que el país necesita.

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Twitter: @MoissAlcarazJim

* El autor es director estatal de Gobernación

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