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Rememora Matos Moctezuma vivencias en el Templo Mayor en un libro ilustrado

Yanireth Israde / Agencia Reforma

Ciudad de México

Se declaró hijo del dios Quetzalcóatl y pidió apurado que le franquearan el paso. No le creyeron los custodios. El territorio al que reclamaba ingresar, aquel donde Coyolxauhqui, la divinidad mexica cercenada reapareció tras siglos oculta, era zona de investigación restringida al público.
Pero al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, quien dirigía los trabajos, le intrigó la personalidad del hombre que decía pertenecer al linaje de la Serpiente Emplumada y autorizó su acceso. Una vez dentro contó que una serpiente lo mordió y sobrevivió al ataque: de esa manera Quetzalcóatl lo había marcado como descendiente.
“Visitó la zona y siempre, muy serio, alegó que era su hijo”, recuerda Matos Moctezuma 30 años después del suceso, uno de varios que incluirá en el Anecdotario del Templo Mayor, libro ilustrado que entre otras cosas rememorará, en breves capítulos –no más de 30– las visitas de los monarcas españoles Juan Carlos y Sofía, del presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, de las actrices Jane Fonda y María Félix y de los escritores Gabriel García Márquez y Octavio Paz.
La mayoría de estas historias ocurrieron durante la primera temporada de excavaciones, de 1978 a 1982, cuando se liberó el Templo Mayor de Tenochtitlán a raíz del hallazgo de la escultura monumental de Coyolxauhqui, divinidad decapitada tras su fallido intento de matar a su madre Coatlicue (la Tierra), quien había quedado encinta, según el mito.
El hijo que esperaba, Huitzilopochtli (el Sol), apresuró su nacimiento para aniquilar a su hermana Coyolxauhqui (la Luna).
Estos nombres le parecieron simbólicos y enigmáticos a una mujer, quien orgullosa le comentó a Matos Moctezuma que había bautizado a sus hijos como Coyolxauhqui y Huitzilopochtli.
“Me quedé estupefacto, le pregunté si había leído lo que relataba la leyenda. Ella respondió ‘no mucho’. ‘Cuídese’, le dije, ‘porque puede haber una matazón espantosa’. La señora no salía de su asombro”.
La visita de Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos entre 1977 y 1981, coincidió con el boom petrolero de México. Durante el recorrido un miembro de su comitiva le preguntó a Matos hasta qué punto podrían descender en las excavaciones.
“Respondí que todavía faltaba, pero que tenía temor de que fuéramos a encontrar petróleo. Se rieron mucho, porque en ese momento eso causaba mucha sensación”.
Los Reyes de España representaron un dilema para el arqueólogo, galardonado en 2007 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
“Mi problema era cómo explicarles que todo aquello había sido destruido por España. La reina estaba especialmente interesada, ella conoce de arqueología; habíamos puesto en un salón improvisado algunas de las piezas que encontramos para mostrarlas al final del recorrido. Pensé: éste es el momento. Les dije que en el siglo XVI España destruyó el Templo Mayor hasta sus cimientos. ‘¡Ya ven cómo eran estos Austria!’, pues la Casa Austria era la dinastía reinante en aquel momento y ellos son borbones. El rey soltó entonces una carcajada”.
No faltaron los gestos de prepotencia entre los mexicanos.
“Familiares del presidente en turno querían llevar a sus amigos fuera de programa, sin avisar. Yo no me prestaba. Se indignaban pero no pasaban”.
Su decisión de no permanecer encerrado como investigador en su “torre de marfil” le ha granjeado no sólo cuantiosas anécdotas sino también la gratificación, dice, de propagar los conocimientos adquiridos.
“Siempre he tomado de manera muy seria el difundir, a como dé lugar, estas cosas. Y ha sido un privilegio”.

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