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Exponen indígenas sus experiencias a través del arte en bienal continental

Julieta Riveroll / Agencia Reforma

Ciudad de México

No sabían leer ni escribir y los burócratas del gobierno colombiano se aprovecharon de la ignorancia de los indígenas wayuu para registrarlos en sus cédulas de identidad con nombres denigrantes, como Coito o Mamita Linda.
Sus historias quedaron documentadas en Nacimos el 31 de diciembre, un video de 54 minutos, filmado por la abogada Estercilía Simanca Pushaina, que se proyecta por primera vez como parte de la exposición de la Primera Bienal Continental de Artes Indígenas Contemporáneas.
Esta cinta de denuncia obtuvo uno de los dos premios de 10 mil dólares otorgados por la bienal y es una de las 50 obras, entre fotografías, textiles, esculturas, pinturas, grabados, cerámica, video e instalación, que integran la muestra que, a partir de hoy, exhibe el Museo Nacional de Culturas Populares (MNCP), bajo la curaduría de Juan Coronel.
“Reúne piezas que se han venido haciendo desde hace mil 500 años, incorporando algunas variantes, y otras que son totalmente contemporáneas. Y es que los indígenas tienen mucha libertad para poder expresarse porque carecen de los prejuicios de un curador que guía su observación”, reconoció Coronel.
Las obras provienen de nueve países (México, Guatemala, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Brasil, Estados Unidos y Canadá) y reflejan los flujos migratorios, pues hay un zapoteco y una kumiai viviendo en Estados Unidos, por ejemplo.
Dentro de la exposición, los primeros objetos exhibidos representan la piel o la metáfora de la serpiente, como Wathä oni, creación de Sheroanawë Hakihiiwë (yanomami) hecha a mano con papel de algodón; el grabado de Ponciano Germán Vargas (mixe), titulado Cosmovisión indígena, o el video Quetzalcóatl, de Manuel Antonio Pichillá (tz´utujiil).
El público también verá imágenes en las que son los propios indígenas quienes retratan su realidad, a diferencia de la fotografía etnográfica, en la cual los mestizos solían explotar a las pueblos que capturaban con sus cámaras, según el curador. Entre los trabajos exhibidos se encuentra el de María Sántiz Gómez (tzotzil), quien plasma distintas creencias de su comunidad, como la de que un niño nunca debe sentarse en un tronco o una roca porque será flojo.
En varias piezas está presente el desdoblamiento de los indígenas en seres mitológicos. Es el caso de la serie fotográfica Báalam. To’on k ch’i’ibalo’on, de Flor Canché Teh (maya), en el que una niña se transforma en jaguar a través del maquillaje tras la muerte del abuelo, o la máscara de madera de cedro rojo que representa el espíritu de la ballena, nombrada Look at me, look at you… The Transformation, de Othniel A Oomittuk Jr (inupiaq).
La recuperación de tradiciones precolombinas también es evidente en tres esculturas de mediano formato hechas en barro, dotadas ya de una visión contemporánea, explicó Coronel. En este núcleo temático destaca la obra de Irma Claudia García Blanco (zapoteca) al representar la boda en ocho regiones de Oaxaca.
Una constante en esta Bienal es que las obras remiten a los orígenes no sólo de una etnia sino también de la patria o de una región sin dejar de dialogar con la cotidianidad, de ahí que en su Tratado de los Imprescindibles, Miguel Ángel Tafolla Soriano (nahua) retrate a líderes como Juárez y el Che Guevara.
“Debemos de entender que los pueblos indígenas han construido su identidad apropiándose de personajes históricos que tienden hacia la igualdad social o hacia la izquierda, porque han tratado de que la visión occidental hegemónica permita el desarrollo de sus culturas. Por eso no hacen una diferenciación entre la mitología de sus panteones originales y la mitología de los héroes nacionales”, señaló Coronel.
La Primera Bienal Continental de Artes Indígenas Contemporáneas viajará dentro y fuera de México, una vez que culmine su exhibición en el MNCP.

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