Cruz Azul gana 1-0 en Puebla

Édgar Contreras / Agencia Reforma

Puebla

Como soldaditos se desplomaron los futbolistas del Puebla cuando, al 83’, Mariano Pavone marcó el gol de Cruz Azul.
La Franja no pudo consumar la resistencia heroica al jugar con un hombre menos alrededor de 60 minutos, y ayer en el Estadio Cuauhtémoc perdió 1-0 frente a La Máquina, que tenía 10 años sin triunfo en este inmueble.
Por eso cuando Gerardo Flores filtró para Javier Orozco y éste asistió a Pavone, que sólo empujó el balón, el argentino Matías Alustiza se tiró de espaldas al césped, Jorge Gastelum se hincó, Aldo Polo se sentó mientras que Alexandro Álvarez y Jaime Durán se pusieron de cuclillas con la vista clavada en el suelo.
No importaba ya que al reloj le quedaran 10 minutos, contando la compensación, el Puebla ya estaba noqueado. Para un equipo que aún no gana en este torneo un golpe bastó para que besara la lona.
A su técnico, Daniel Bartolotta, el mismo que hace unas semanas criticó al plantel por no tener alma, estuvo cerca de salirle la apuesta al orden y a ser contundentes luego de la polémica expulsión de Jesús Chávez, al 32’, tras una barrida sobre Alejandro Vela.
La superioridad numérica de Cruz Azul fue evidente sólo para los que vieron la roja. Mientras Vela comandaba cada ataque, Pavone no tuvo balones a modo porque el equipo carece de volumen ofensivo, sin que Omar Bravo y Pablo Barrera desequilibren y sean capaces de romper la monotonía de los ataques.
De hecho, antes del gol, fue el Puebla el que tuvo las mejores aproximaciones y de no ser por Yosgart Gutiérrez y sus atinadas intervenciones, a disparos de DaMarcus Beasley e Isaac Romo, quizá la suerte no habría sido tan benévola con los cruzazulinos, que se mantienen invictos en el torneo.
Mientras, el Puebla dirigió sus críticas hacia el árbitro Jorge Pérez, tanto por la expulsión como por un aparente penal que no señaló luego de que Beasley se le escapó a Alejandro Castro en el área.
Pero en el fondo los focos rojos se encienden para La Franja, que tendrá que lidiar con las versiones del cambio en la dirección técnica y con el apremio de ganar antes de que el hilo se corte por lo más delgado.

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