Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAIS

* La izquierda, Acapulco y Ebrard

Cargar un momento el ataúd de Octaviano Santiago Dionicio –emblema de la resistencia ante la guerra sucia– fue un gesto que humaniza al gobernador Ángel Aguirre Rivero. Pero las actuales circunstancias le dan también otro simbolismo a esa imagen reproducida en los medios, pues parecía que la izquierda que se reputa moderna presidía la sepultura de una izquierda declinante, vieja y obsoleta, rendida por la naturaleza y por la sofisticación de la lucha por el poder en el siglo XXI.
Es verdad que después de las elecciones del 1 de julio la izquierda mexicana tiene que analizar y remontar hábitos perniciosos que le han impedido crecer ante la sociedad, pero ese es un problema de siempre y no es el dilema que realmente se plantea para su discusión en el encuentro del día 15 en Acapulco, hasta donde se puede saber convocado por grupos afines al jefe del Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, cuyo objetivo principal es montar la plataforma para sus aspiraciones presidenciales en el 2018.
El contenido de la reunión de Acapulco –en la que participarán el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano y se supone que todos los candidatos ganadores de esos tres partidos– está definido por el hecho incomprensible de que Andrés Manuel López Obrador no haya tenido intervención en la convocatoria ni esté invitado. Aguirre Rivero, a quien se atribuye al menos una parte de la iniciativa, dijo haber invitado telefónicamente al candidato presidencial de la coalición Movimiento Progresista el miércoles pasado, 8 de agosto, unos ocho días después de que se dio a conocer la realización del encuentro al cabo de una serie de reuniones entre el mismo Aguirre, Ebrard y los gobernadores electos del PRD. Es decir, fue invitado tardíamente, lo que no puede sino interpretarse como una maniobra para inducir su exclusión. Es por eso que hasta ayer López Obrador no había confirmado su asistencia, y quizás tampoco había devuelto la llamada a Aguirre, quien la esperaba el jueves 9.
Esos datos discrepan de la postura declarada del grupo de Los Chuchos, que controlan hoy el PRD, que por boca de Jesús Zambrano ha dicho que esa corriente se propone construir un nuevo partido con la suma de los demás partidos de izquierda (PT y MC) y el liderazgo de López Obrador, lo que sería el principal tema de Acapulco. Con ello, asegura Zambrano, se evitaría que la fragmentación de la izquierda se prolongue. Advierte incluso que si el lopezobradorismo rompiera con el PRD, como se ha rumorado, esa determinación solamente institucionalizaría la división de la izquierda. (La Jornada, 11 de agosto de 2012).
Pero si las declaraciones de Zambrano son genuinas y López Obrador es el centro de las preocupaciones que se ventilarán en Acapulco, entonces ¿por qué no fue debidamente integrado al encuentro? Más: ¿por qué no es López Obrador quien convoca al encuentro? En el aspecto declarativo, López Obrador es para Los Chuchos el líder indiscutible, pero en los hechos fue dejado al margen de la cumbre, considerada por los convocantes como un parteaguas en la evolución de la izquierda nacional.
La explicación de esa rara contradicción que rodea la reunión se halla en las diferentes posturas que coexisten en el PRD sobre el triunfo de Peña Nieto y sobre los esfuerzos del candidato priísta para negociar cuanto antes con la izquierda, su reconocimiento como presidente electo en primer término. Y Los Chuchos son la avanzada en ese tema vía Graco Ramírez, el gobernador electo de Morelos y quien sin embozo ha expresado más que disposición para entrar en tratos con Peña Nieto incluso antes de que se dirima en el Tribunal Electoral la demanda de la coalición Movimiento Progresista para invalidar la elección presidencial. Con palabras más cautas pero casi con el mismo engolosinamiento ante la perspectiva de un trato con el PRI, también el senador Carlos Navarrete ha manifestado lo mismo. “Yo quiero decir una cosa, una vez que el tribunal electoral resuelva tendremos que acatar el resultado; evidentemente, podrá mantenerse la impugnación política, pero desde el punto de vista legal, todo termina con la resolución del tribunal, por eso vamos a esperar”, dijo, y añadió: “Cualquiera que pretenda un acuerdo bipartidista para apropiarse de las decisiones del Congreso va a fracasar; la izquierda no puede ser ignorada y tampoco puede auto marginarse, debe hacer valer los votos de la ciudadanía”. Casualmente, el prominente representante de Nueva Izquierda dijo lo anterior en Chilpancingo. (Milenio Diario, 8 de agosto de 2012).
López Obrador no parece tener ni en su agenda ni en su mente la reunión de Acapulco. Durante su intervención ayer al clausurar la “Expo Fraude” en el zócalo de la ciudad de México, no hizo ninguna alusión a la cumbre que organizan Ebrard y Aguirre. Al contrario, en su discurso dejó establecido que no abandonará a medio camino la lucha por la invalidación de los comicios presidenciales.
Es falso que la izquierda histórica esté en su ocaso y que necesite ser reemplazada por una izquierda moderna como la que promueve Marcelo Ebrard, en oposición justamente a la que representa López Obrador. Necesita otras cosas, pero no ser anulada. Este discurso sirve para raspar a López Obrador y justificar –en nombre de la modernidad– todo aquello de utilidad para los intereses de Ebrard, cuyo proyecto consiste en imitar los métodos de Peña Nieto para ser bien visto por las élites del país. Es eso lo que en el fondo se va a intentar en la reunión de Acapulco, el primer escaparate y el primer movimiento de Ebrard rumbo al 2018. Es decir: cómo abandonar a López Obrador y minimizar o inclusive romper la exigencia de invalidar la elección presidencial. No es que se vaya a expresar con esa crudeza, desde luego, pero sí con ese efecto. En esa tarea Ángel Aguirre va de puntero, mientras por otra parte carga el féretro de un hombre de izquierda que no tenía nada en común con las imposturas que hoy se esparcen como hongos en el PRD.

Terror laboral en el Congreso del estado

El diputado perredista Faustino Soto Ramos ha impuesto un auténtico clima de terror laboral en el Congreso del estado. Sin que exista justificación ni explicación alguna y con arbitrarios métodos patronales, el presidente de la Comisión de Gobierno pretende echar a la mayor cantidad de trabajadores que pueda. Hasta ahora sólo se ha movilizado y protestado contra esa pretensión medio centenar de los empleados considerados de confianza –a los cuales nomás porque sí no se les pagó puntualmente la segunda quincena de julio–, pero el número de los trabajadores amenazados es más grande que ese grupo y afecta también a áreas como el Instituto de Estudios Parlamentarios. Es inadmisible cualquier motivo que se alegue para despedir a tantos empleados, pues los derechos laborales están protegidos por la Constitución; pero sería todavía peor si detrás de la intentona de sacrificar los derechos de decenas de trabajadores existiera además –como en el caso de los regidores de Acapulco– el afán de generar ahorros para destinarlos al pago de gratificaciones extraordinarias a los diputados locales. Sería simplemente imperdonable. Lo que sea, se sabrá.

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