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De la algarabía a la cautela, los jóvenes que buscan evadir la deportación de EU gracias a plan de Obama

Rafael Mathus Ruiz / Agencia Reforma

Nueva York

Como si fuera domingo, un hombre le hablaba el miércoles a centenares de personas desde el altar de la Iglesia Santa Maria, abarrotada a pesar de la intensa tormenta que azotó la ciudad. No era un sacerdote ni hablaba de la Biblia: mostraba un formulario y daba detalles sobre cómo participar del programa de regularización migratoria más significativo que ofrece Estados Unidos desde 1986 que inició hace dos días.
Cientos de miles de jóvenes comenzaron a transitar el sendero habilitado por el gobierno de Barack Obama para eludir la deportación y obtener un permiso de trabajo mediante el Programa de Acción Diferida, que podría beneficiar a unos 1.7 millones de indocumentados entre los 15 y 31 años que llegaron a Estados Unidos con sus padres y que han estudiado en el país o servido en las Fuerzas Armadas.
El programa otorgará permiso de residencia y trabajo a estas personas, conocidas como “dreamers”, por un periodo de dos años.
Fue un día histórico para los jóvenes que colmaron ayer la Iglesia Santa María y sus oficinas, donde varias organizaciones ofrecieron asesoramiento sobre el programa, un esfuerzo que se repitió en todo el país. Pero aun en ese clima de algarabía, predominó la cautela.
“Hay muchas cosas que todavía me preocupan. Esto no es una ley, es una política del presidente Barack Obama, y no sabemos qué va a pasar si el presidente Obama no es reelecto”, dijo a Reforma Emily Park, surcoreana de 23 años, recién egresada de la universidad, quien llegó a Estados Unidos con su familia cuando tenía 15.
“Pienso participar, pero todavía no he tomado la decisión. Esto puede desaparecer en un gobierno de Mitt Romney, no está cien por ciento garantizado que va a perdurar”, coincidió Diana Eusebio, de 16 años, de Puebla, quien vive en Estados Unidos desde los 6 años.
El temor de los jóvenes se debe a que, al solicitar el beneficio anunciado hace dos meses por Obama, le brindarán toda su información al Servicio de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos. Si el programa desaparece, el gobierno federal podría utilizar esa información para encontrarlos y deportarlos.
Por esto, las autoridades enfatizaron ayer que se respetará la confidencialidad de las solicitudes.
“A veces me da temor porque uno ya les está dando toda su información (a las autoridades). Es un miedo”, reconoció a Reforma, en inglés, Gilberto Palma, un mexicano de 19 años que vive aquí desde que tenía un año de edad. Palma es uno de los 40 mil jóvenes de Nueva York que calificarían para el programa.
Consulados, organizaciones de inmigrantes y centros comunitarios en todo el país asisten a los potenciales beneficiarios de la iniciativa con el fin de garantizar el éxito de las aplicaciones y evitar fraudes. Autoridades y activistas advirtieron ayer que han proliferado los anuncios publicitarios de supuestos abogados que cobran hasta 3 mil dólares por el trámite, cuando la solicitud cuesta 465.
Melissa García Velez, quien esta semana cumplirá 20 años y lleva 11 años en el país, se ha convertido en una de las caras más visibles de la lucha de los “dreamers” y dijo que, a pesar de los temores, correrá el riesgo y participará en el programa.

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