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La Caravana por la Paz sacude conciencias, dice Sicilia en su séptimo día de gira por EU

Diego Enrique Osorno / Agencia Reforma

Alburquerque, Nuevo México

La Caravana por la Paz que recorre Estados Unidos desde hace una semana está sacudiendo conciencias, señaló ayer Javier Sicilia.
“Seguimos creciendo en el despertar de mentalidades”, declaró a la agencia Notimex el dirigente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
El viernes, la caravana fue recibida en Las Cruces, Nuevo México, con gran entusiasmo en el parque King por decenas de personas que portaban carteles con fotos y leyendas para exigir justicia por víctimas y desaparecidos por la violencia.
“Esta pelea no es sólo por los números de víctimas, es por un dolor real y el sufrimiento por tantas muertes”, indicó Sicilia.
Los integrantes de la caravana participaron por la tarde en un encuentro en el Santuario de Guadalupe de Santa Fe.

Visita un Gun Show

Al momento de entrar a visitar el primer Gun Show de su vida, Javier Sicilia se puso una chamarra para disimular los escapularios agolpados en su pecho y el chaleco beige al que, conforme avanza la Caravana, se le van agregando distintivos de diversas luchas migrantes. Uno dice No papers, otro No human being is illegal y uno más We are iniciativa. Cinco horas antes, el líder del Movimiento por la Paz se había enterado de que en esta ciudad se celebraba una de las Ferias de Armas en las que cárteles de la droga mexicanos suelen proveerse de arsenales de exterminio.
–¿Por qué no nos damos una vuelta al rato por ahí?– le comentó a Miguel Álvarez, director de Serapaz, quien ayer se sumó al periplo estadunidense.
La operación implicaba cierto disimulo para que el poeta y la comitiva que lo acompañara pudieran entrar sin problemas al evento de corte privado en el que se reúnen vendedores de armas de diversos lugares de Estados Unidos. Junto con Sicilia iría Araceli Rodríguez, mamá de Luis Ángel León, policía federal desaparecido en Michoacán, así como unos pocos miembros del staff del Movimiento. Por eso el poeta estaba ocultando los distintivos de protesta de su pecho cuando llegó al Centro de Convenciones de Albuquerque, donde se celebraba la exposición de comerciantes de armas.
Luego de pagar los 5 dólares de entrada y dar unos cuantos pasos en el lugar, una mujer lo reconoció, se acercó a él y le pidió permiso para presentarle a un amigo armero para que platicaran. Sicilia aceptó y saludó a Roger Findle, quien lo invitó a sentarse en la trastienda de su puesto de armas de colección llamado Silver Spur (Esquirla de plata).
El armero estadounidense tenía a su lado un mamotreto de casi 2 mil 500 páginas titulado “El libro azul sobre el valor de las armas”, en el cual se reseñan animadamente armas creadas desde la antigüedad hasta el día de hoy (“incluyendo las últimas pistolas estilo paramilitar” dice la contraportada), así como una entrevista con Wayne LaPierre, uno de los miembros “distinguidos” de la Asociación Nacional del Rifle, la organización que está en contra de mejorar la regulación de armas, tal y como lo demanda el Movimiento por la Paz. La portada del Blue Book of Gun Values, la biblia que tenía el interlocutor de Sicilia, presumía también el haber sido merecedor de la 33 edición del premio anual del Editor Armero.
Findle le aseguró a Sicilia que las armas que él vendía eran para situaciones de defensa, a lo que el poeta le contestó que muchas de las que se vendían en estos lugares eran usadas para exterminar personas en México. El armero le dijo que no se necesitaba una pistola para matar a alguien. Le señaló unas pistolas de su puesto y le dijo que eran armas de la guerra de los Balcanes.
–Las personas que cometieron masacres en Yugoslavia, como quiera las habrían hecho con machetes, si no hubieran tenido estas armas. Nosotros en Estados Unidos tenemos un derecho a las armas para defendernos de un régimen tiránico– dijo Findle.
–Pero ese tipo de guerra no es la que se está librando en México. La de México es una guerra distinta, llamada contra las drogas– respondió Sicilia.
El armero aceptó la posibilidad de que las armas estadunidenses fueran mal usadas en México y dijo que su intención no era provocar dolor. Le comentó que él también creía en la paz, que era admirador de Gandhi y que incluso había estado con discípulos de él en la India. Luego Sicilia se paró y empezó a despedirse.
–Bueno, muchas gracias. ¿Qué arma me vende para defenderme en mi país?– ironizó mientras lo hacía.
–Te puedo vender una espada– respondió el armero sonriendo.
–No creo que sea suficiente con eso.
Y luego ambos rieron.
No había un entorno siniestro en el lugar. Había familias enteras y niños paseando por los pasillos entre los más de cien estantes registrados. La atmósfera del Gun Show era la de una típica exposición ganadera de Monterrey, de una feria del mole de Oaxaca, o una de dulces en Coyoacán. No sólo había armas. También se vendían otras cosas, desde pasteles caseros hasta sombreros vaqueros, y se promocionaba al Tea Party, el partido de ultraderecha estadounidense. A unos metros de donde otro armero llamado Walter Luke Romo le enseñó y le dejó cargar a Sicilia un rifle de alto poder al cual llamó “Frankenstein”, había un par de ancianos de pelo cano vendiendo caballitos de madera y otros tiernos juguetes campiranos. En realidad, es complicado describir lo que se siente estar en un lugar así. Se trata de una cosa de proporciones dickensianas.
Pero Araceli Rodríguez, la mamá de Luis Ángel, el policía federal desaparecido en Michoacán, salió temblando. “Después de lo de mi hijo, esta es la experiencia más fuerte de mi vida. Yo no tendría que estar aquí, pero aquí me tiene la gente mala, pidiendo justicia”, dijo. Una de las casi cincuenta familiares de víctimas que participa en la Caravana por la Paz estaba conmovida y soltó un doloroso monólogo en torno a su flamante vivencia: “Tengo ganas de llorar porque veo bebés, porque veo la infancia, y porque es atroz preguntarle a un armero que me diga que no se necesita más que una licencia con un nombre para que uno compre las armas que uno quiera. Para mí esto es algo atroz, de verdad no hay palabras. Mi corazón está temblando, no sé si de coraje o de impotencia, porque yo no puedo parar sola esto. Ver a un bebé por aquí, ver a un niño de once años caminando. ¿A qué los están orillando, dios mío? Nosotros somos los que estamos ayudando a que la infancia sea delincuente. Y no yo, ¿eh? Porque yo soy víctima. Víctima de que quizá una de estas armas que estaban aquí, mató a mi hijo y a muchos más en México. Esto es atroz”.
Al salir del Gun Show, Sicilia le dijo a los reporteros que se le acercaron: “Ojalá fueran armas de defensa, como dice la Segunda Enmienda de Estados Unidos, las que se venden, pero aquí hay armas de exterminio. Yo me pregunto si no hay una perversión detrás de la guerra contra las drogas para aumentar la producción de armas y la venta de armas”.
Luego el poeta encendió su décimo cigarro del día y se alistó para dejar esta ciudad rodeada por montañas rosadas que al atardecer de ayer parecían sandías.

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