Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Tres lacras

 

Guerrero no avanzará un ápice en su progreso sino ataca, frontalmente, tres lacras histórico-institucionales, a saber:

1) Corrupción de altos vuelos. El caso del ex gobernador Zeferino Torreblanca Galindo viene a solidificar las presunciones de que la obra pública monumental frecuentemente es fuente de enriquecimiento súbito e inexplicable de los gobernantes. El que haya dejado inconcluso el edificio de oficinas estatales en Acapulco, deja mucho que desear en cuanto a una eficaz programación y administración de una inversión cuantiosa (mil millones de pesos gastados, con faltante de 500 millones de pesos más para su terminación).

La contraloría estatal hace bien en citarlo a declarar ya que un acuerdo oficial suyo, para la construcción de esa obra, violentó una ley estatal. Esto es, facultó a la Secretaría de Finanzas a construir el edificio público cuando es una atribución y responsabilidad de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, de acuerdo a la legislación en la materia.

¿Qué lo empujó hacerlo? Una hipótesis es que el secretario del ramo no quiso entrar al jugoso negocio posible de una millonaria comisión por la asignación de la obra a una determinada constructora. Otra es que el mencionado secretario no hubiese querido salpicar hacia arriba. O bien, que el gobernador quisiera la posible tajada tan solo para él y su círculo íntimo financiero. Sea de ello lo que fuere, abiertas quedaron las puertas para todo tipo de conjeturas de cómo se practica la corrupción institucional allá arriba, en las alturas, en el Olimpo.

2) Impunidad manifiesta. El homicidio del diputado Armando Chavarría no solo representa el más grave atentado a la integridad física de un ser humano; lo abominable reside en que fue presuntamente premeditado en las altas esferas gubernamentales estatales. Tal parece que fue un asesinato de Estado, a sangre fría. Los pocos pero contundentes elementos parciales de las indagatorias que han salido a la luz pública, indican que fue ordenado desde allá arriba, en las alturas, en el Olimpo.

Puede haber complicidad crasa en un asesinato si las investigaciones oficiales se ocultan, se destruyen pruebas, se alteran escenarios, se niegan resultados, o se permite enmohecer el delito al paso inexorable del tiempo. El pueblo tiene el derecho de saber quienes fueron los asesinos materiales, intelectuales y los móviles del hasta ahora impune crimen de un connotado hombre público.

c) Incumplimiento del deber constitucional. Que las pasadas elecciones de julio fueron muy desaseadas e inequitativas nadie lo pone en duda. Fue demasiado evidente la negligencia por parte de las instituciones electorales del acatamiento al mandato constitucional de vigilar que todo el proceso estuviera plenamente revestido de certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad.

En otro país, donde prevaleciera el cumplimiento de la ley, lo acaecido sería motivo más que suficiente para anular las elecciones. Pero en el nuestro no, porque aún no acabamos de salir del subdesarrollo en que nos tienen sumergidos los de arriba, los que están en las alturas, en el Olimpo.

Para no ir lejos, en Guerrero, en las pasadas elecciones a gobernador, el candidato del PRI derrochó cientos de millones de pesos a manos llenas y a ojos vista de todo el mundo; rebasando por mucho los topes de campaña fijados y no pasó nada. ¡Vamos! ni siquiera una sanción les fue impuesta. Tengamos presente que hacer mutis por parte de la autoridad ante un ilícito electoral es sinónimo de complicidad.

Corolario: ¡Cómo carajos queremos que la ciudadanía sea honesta, tenga cultura democrática y acate las leyes establecidas! cuando ve y re-que-te-ve que la corrupción, la impunidad y la irresponsabilidad institucional la consienten, cínicamente, los malandrines que medran allá arriba, en las alturas, en el Olimpo.

 

PD1. “Las elecciones se ganan, no se compran” Alberto Villarreal. Diputado federal electo del PAN.

PD2. La transformación de un líder a lucrador social, así como de un político a politicastro, es un buen fajo de billetes.

 

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