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Silvestre Pacheco León

La conclusión del proceso electoral 2011-2012

La última sesión del consejo me brinda la oportunidad de manifestar mi satisfacción porque como consejero electoral pude conocer desde dentro el funcionamiento de la institución que desde hace 20 años organiza las elecciones federales en nuestro país.
También porque conocí a personas representativas de la sociedad civil formando parte de éste consejo, comprometidas con la democracia, haciendo equipo para compartir la responsabilidad de verificar que en el proceso electoral el personal del servicio profesional de carrera del IFE observara estrictamente lo establecido en la ley para entregar los resultados por la sociedad espera.
Desde fuera del IFE, en la oposición política, durante muchos años formé parte del contingente de ciudadanos que luchaban porque en las elecciones los votos contaran y se contaran, que se garantizara la secrecía y la libertad del sufragio, que los órganos electorales se ciudadanizaran y que el gobierno dejara de ser juez y parte en el proceso.
Los cambios más trascendentes que hemos vivido tienen que ver con el final de una etapa en la que el gobierno postrevolucionario designaba, al margen de la voluntad de los ciudadanos, candidatos y sucesores, una etapa en la historia de nuestro país donde el sistema unipartidista o partido de Estado dominó por largas décadas la vida nacional.
En la transición democrática que formalmente comenzó con la derrota electoral del partido de Estado, hemos avanzado depositando en manos de un organismo autónomo la organización de las elecciones y  el registro de partidos para hacer efectiva la libertad de expresión y de organización.
Los de mi generación venimos de una larga lucha por hacer realidad el derecho al sufragio, porque en ello radica lo esencial de la vida democrática. Fueron muchos años de entrega a la causa democrática para vencer la apatía y la desconfianza de los ciudadanos en las elecciones.
En el actual proceso electoral el reto mayor  del IFE era recuperar el prestigio y la confianza perdida frente a la sociedad. Con la mayoría de los guerrerenses acudiendo a las urnas en un ambiente sorpresivo de armonía y paz me parece que se cumplió el objetivo planteado.
Pero si los procesos electorales donde las trampas del partido en el poder menudeaban, como el padrón rasurado de potenciales opositores a modo de beneficiar al partido del gobierno, expulsión de representantes de partidos de las mesas de casilla para que en cada una prevaleciera el interés del partido oficial; operativos para embarazar urnas de acuerdo a la voluntad de los caciques, instrumentación de los famosos carruseles con personas dispuestas a votar más de una vez en diferentes casillas, ahora la democracia mexicana se enfrenta a nuevos retos como es la compra y coacción del voto.
Las sucesivas reformas electorales de 1977 a la fecha se han dado en nuestro país como avances promovidos por los partidos de oposición para mejorar la vida democrática, pero no todo ha sido en abono a la democracia porque bajo el razonamiento de que  las elecciones se ganan con votos y de que basta contarlos bien para validar los resultados, hemos vuelto a la recurrencia de viejas prácticas corruptas de compra y coacción del sufragio a las que acuden, unos más y otros menos, casi todos los partidos políticos.
En el modelo neoliberal que vivimos los votos también se equiparan a una mercancía, reduciendo la voluntad ciudadana al  intercambio de votos por favores. De manera que en vez de arribar a una sociedad donde las elecciones se resuelvan a partir de las propuestas programáticas avanzadas y de las acciones ejemplares de los gobiernos, nuestra democracia ha degenerado en gobiernos que en lugar de combatir la pobreza se dedican a administrarla, porque en su afán de mantenerse en el poder aplican muy bien el nefasto principio de que el fin justifica los medios, de manera que el objetivo de la mayoría de los partidos y de muchos de sus candidatos es hacer fortuna como se pueda para estar en el nivel de competencia. Por eso el desvío de recursos públicos para las campañas sólo tiene como límite la habilidad de sus actores para burlar la ley.
Como sabemos, el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales vigente resume la correlación de fuerzas políticas que se expresa en el congreso. Sus autores son los partidos que alientan las reformas través de sus diputados, de tal manera que las lagunas legales y las insuficiencias que muestra, forman parte de la asignatura de los propios partidos y no del organismo responsable de la aplicación de dicho código. Es a la luz de ése hecho que se debe avaluar el desempeño del IFE en el presente proceso electoral.
Pero más allá de la pasión que de manera natural despiertan las contiendas electorales me parece que en Guerrero tuvimos un proceso que no se apartó de la normalidad democrática y un IFE que cumplió con lo que la ley le tiene establecido.
Las quejas y denuncias de partidos y candidatos siempre fueron atendidas dentro del marco de la ley. Cuando fue necesario aplicar una sanción los consejos distritales y el consejo local lo hicieron con toda imparcialidad. Entre todos creamos un ambiente armónico y participativo que mostró una vez más la confianza de los ciudadanos en el IFE. Las elecciones se realizaron en un clima de paz superando las expectativas con cifras históricas de ciudadanos que votaron.
Las paquetes electorales que se recontaron por inconsistencias en la fase de los cómputos distritales más los que se abrieron y recontaron por órdenes del Tribunal Electoral  han dado certeza al proceso y legalidad al resultado, aunque han mostrado también una insuficiente capacitación de los funcionarios de casilla que involucra a los capacitadores cuya formación habla de falta de solidez en su trabajo.
Como consejero local responsable de verificar que el desempeño del personal del servicio profesional de carrera del instituto se realice apegado a la ley, puedo decir que, en general, su trabajo fue decoroso, aunque debo agregar que en la idea de concebir la democracia como un modo de vida, estimo que en la junta local y en las distritales debe incluirse la crítica y autocrítica como método que sirva para mejorar la relación entre el personal, todo con el propósito de que esta institución pueda ser ejemplo del respeto al derecho de los demás, de la tolerancia y la comunicación en un plano de igualdad.
Coadyuvar en éste propósito puede ser el papel del consejo local y de los consejos distritales porque en la experiencia vivida, han sido los cuestionamientos y el incisivo papel de algunos representantes de partido lo que puso en tensión nuestros sentidos para esforzarnos en un mejor desempeño. Estimo que con la sistematización de esas conductas podríamos evitar los vicios burocráticos que ahora hemos podido detectar en las juntas distritales y que constituyen un riesgo en los resultados que debemos entregar a la sociedad.
Finalmente, respecto al conflicto postelectoral planteado en el ámbito nacional por la coalición Movimiento Progresista, mi posición es la misma que millones de mexicanos: espero que los magistrados del Tribunal Electoral después de resolver la última de las impugnaciones respondan con honradez y patriotismo si en las elecciones federales se cumplió con el mandato constitucional de garantizar elecciones libres, equitativas y democráticas.

*Texto leído en la última sesión del consejo local del IFE el 30 de agosto.

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