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Arturo Solís Heredia

Canal Privado

* El derecho a la fiesta

Así, así, sin tantita pena -–cantaría el Potrillo Fernández, que a estas alturas ya es más bien caballo viejo–, los gringos sostienen una doble moral ante algunas drogas recreativas o blandas, particularmente la mariguana, aunque también, en menor medida, la cocaína, el LSD y las anfetaminas.
Por un lado, su gobierno criminaliza, persigue y castiga tráfico, distribución, compra-venta y uso de drogas; por el otro, su sociedad las tolera con displicencia, las consume con desparpajo, o hasta las promueve abiertamente.
Por eso muchos mexicanos, incluidos varios de sus presidentes y gobiernos, les reprochan tanta crítica, reclamo y descertificación, “si son rete pachecos los pinches gringos”. Y digo, pa’ qué discuten indiscutibles, niegan innegables, y ocultan inocultables, si no se juzga lo que se ve a simple vista.
Ahí están y abundan las cifras, las estadísticas, las encuestas y los datos duros, que demuestran que los narcos de acá trasiegan droga a los de allá, porque la gente de allá la consume mucho más que la de acá.
Y como ahí están, pa’ qué repito.
Pero hay evidencias menos duras y contantes, pero más profundas y constantes, de cómo y cuándo los gringos sostienen su doble moral frente a las drogas, así, así, sin tantita pena, cantaría de nuevo el hijo de don Chente. Y como de ésas muy poco se ha dicho, comparto aquí con los lectores, algunos ejemplos que me parecen especialmente flagrantes.
Para muestra, bastan 600 botones… por no decir películas producidas en Estados Unidos, casi todas en Hollywood, que contienen una o más escenas en las que se describe distribución y/o consumo de drogas, sobre todo mariguana, cocaína, LSD y anfetaminas.
Según Wilkipedia (reservas del caso previstas), en la lista hay películas con y sin relación directa con drogas; los enciclopedistas laicos agregan que unas son abiertamente anti o pro drogas, y que el resto no manifiestan juicio o prejuicio alguno sobre ellas. También aclaran que en la lista hay un extenso traslape con cintas de crimen, las que suelen utilizar a las drogas como herramientas dramáticas para mantener el movimiento de la acción.
Es el caso de películas clásicas, como Cara Cortada (1983), Gángster Americano (2007), Pelotón (1986), Nacidos para Perder (1969), Apocalipsis Ahora (1979), y todos los Padrinos (1972, 1974, 1990), con actores respetados y admirados, como Al Pacino, Denzel Washington, Johnny Depp, Jack Nicholson, Marlon Brando y Robert de Niro.
Si recordamos que para los gringos el cine es uno de los espejos más fieles de su cultura, moral y realidad social, entonces con esas cintas podemos asumir que en las calles de Estados Unidos, los narcos suyos trafican, distribuyen y venden muchas más drogas de lo que sus gobiernos reconocen.
Y claro, entonces también los mexicanos les preguntamos a los gringos varias de rigor: ¿Por qué no se conocen, y menos detienen, a los capos gabachos? ¿Por qué no se sabe nada y nada hacen en contra de sus criminales organizados? ¿Por qué no investigan, y menos castigan, a sus funcionarios, autoridades y empresarios, que se corrompen, coluden y lavan dinero de los narcos?
Eso ya se sabe, se dice y se pregunta desdendenantes, por eso no son esas las películas con una o más escenas de droga que más me interesan, a propósito del meollo de esta columna, en este día. La bronca es que nadie en Wilkipedia ha precisado cuántas y cuáles películas de su lista de 600, no son historias con traslapes criminales para mantener la acción en movimiento.
No dicen cuántas ni cuáles de esas 600 películas son comedias ligeras, melodramas familiares o románticas, con personajes normales y más parecidos al gringo, gringo, gringo, por llamarle así a los blancos, anglos, sajones, judíos y otras minorías ricas y privilegiadas, habitantes de las suburbias libres de tanto nigger, brown y yellow de las grandes ciudades.
Películas como Belleza Americana (1999), Enamorando a mi ex (2009), De 9 a 5 (1980), Secretos Divinos de la Hermandad Ya-Ya (2005), y Locos del Golf (1988), con actores populares y queridos como Kevin Spacey, Meryl Streep, Steve Martin, Jessica Tandy, Sandra Bullock y Bill Murray, en las que todos los anteriores y otros muchos más salen fumándose un churrito, na’ más porque sí.
En Belleza Americana, un esposo perfecto (Spacey), con vida perfecta en vecindario perfecto, cae en una profunda crisis de edad madura, se acuesta con la amiga adolescente de su hija, y le compra mariguana al hijo de un vecino, pa’ ponerse pacheco como en sus tiempos de juventud.
En Enamorando a mi ex, una exitosa repostera (Streep) le pregunta a su galán arquitecto rico (Martin), “¿quieres un toquecito?”, él responde “no gracias, no fumo mariguana”, y ella le dice “yo tampoco”, “ji ji ji”, ríen ambos y deciden darse el gustito, antes de ir a una fiesta familiar en la que estarán los hijos y el ex marido de ella.
En De 9 a 5, tres secretarias (Jane Fonda, Dolly Parton y Lily Tomlin), se esconden tras el refri de la oficina para fumarse un churrito, na’ más de travesura.
En Secretos Divinos de la Hermandad Ya-Ya, abuela (Tandy), madre (Kathy Bates) e hija (Bullock), se fuman sin pena ni bochorno un porrito, mientras platican sabrosamente en el porche de la casa familiar.
Dice un bloguero sobre una escena de Locos del Golf, una de sus siste ‘great marijuana scenes in movies’: “es el churro gigante lo que la hace clásica. Eso y el personaje leevemente leento de Bill Murray, detallando su obra maestra: un campo de golf sembrado de yerba mala”.
En ninguna de las películas anteriores, la mariguana tiene que ver con la historia de manera directa o indirecta, y las escenas tampoco influyen en la narración central.
Todo lo anterior vino al caso, luego de que vi la semana anterior una película de reciente estreno, súper taquillera entre los cinéfilos chavos de Estados Unidos: Proyecto X (2012).
En ella, tres losers de high school deciden organizar una mega fiesta por el cumple de uno de ellos, en la casa de los ausentes padres de éste. El éxito es rotundo; tanto, que asisten todos sus compañeros, incluyendo la realeza de mamitas y mireyes (pregúntenles a sus hijos), y pronto la party se convierte en un tremendo reventón de alcohol, sexo y mota.
Pero el clímax llega cuando estalla una estatuilla llena de pastillas de éxtasis (mejor conocidas como tachas), que caen por todo el jardín de la casa. De inmediato, todos los chavos se lanzan en pos de una pastillita para ponerse rete amorosos y festivos.
Los productores, los mismos de las exitosísimas ¿Qué pasó ayer? (La cruda, su título en inglés), querían hacer una película sobre “la fiesta ideal para cualquier adulto joven”.
El impacto de la cinta entre los chavos gabachos urbanos fue tal, que a menos de un mes del estreno se organizaron tres fiestas muy similares, pero estas de a de veras, con dosis semejantes de alcohol, sexo y drogas, en sendos suburbios exclusivos de Houston, Chicago y Los Ángeles, que provocaron la intervención de la policía.
“Nunca habíamos tenido algo de esta magnitud”, dijo la detective tejana Yesenia Díaz a la televisora local de Houston.
Sin embargo, a pesar del puritanismo policiaco de los gobiernos gringos, las reseñas de la cinta estuvieron muy lejos de la condena y el reproche morales, de hecho, todo lo contrario.
La revista Entertainment Weekly, la más vendida e influyente del género en Estados Unidos, destacó que Proyecto X “actualiza bien los estereotipos del reventón colegial y del spring break, que muchos en la audiencia han visto durante años, e implica que se están rompiendo las barreras del mal comportamiento”, pero matizando que “al final, sin embargo, no es nada más que una fiesta”.
Otra revista no menos influyente pero más legendaria, Rolling Stone, dijo que la cinta “es la neta. Es lujuriosa, irreverente y festiva. ¿A quién no le gusta eso?”!!.
Algo parecido se publicó en el Arizona Daily: “Obviamente, cualquier adolescente quería asistir a una fiesta como esa. Y por lo visto, también las audiencias cinematográficas, ya que la película recaudó más de 22 millones de dólares en el fin de semana de su estreno”.
Pero la reseña más notable corrió a cargo del New York Times: “Los (premios) Óscar están bien, pero de vez en cuando surge una película tan valiente que merece ser considerada para el premio Nobel de la Paz. Un generación entera ha nacido y asistido a la escuela, desde que los Beastie Boys definieron la más básica de las libertades civiles: ‘tienes que luchar por tu derecho a la fiesta’”.
Notable, porque así, así, sin tantita pena, como la pérjida musa del Potrillo, el New York Times al menos sugiere que detrás de la aparente doble moral de los gringos, crece un debate serio y decidido sobre la legalización de algunas drogas.
Pero ese será tema de otra entrega.

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