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Protesta el PEN Club Internacional por la inseguridad de periodistas en México

Oscar Cid de León / Agencia Reforma

Ciudad de México

Como en todo acto del PEN Club alrededor del mundo, allí estaba una silla vacía, la que representa a la voz silenciada, asesinada. En México se acentúa esa ausencia al haberse convertido, junto a Irak y Afganistán, en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.
Diversos autores, nacionales y extranjeros, se reunieron ayer en Casa Lamm para protestar por la desaparición de comunicadores, la censura y la impunidad.
Encabezó la protesta el canadiense John Ralston Saul, presidente del PEN Internacional, acompañado por su secretario, el japonés Holi Takeaki, y Jennifer Clement, titular del PEN en México.
También estaban allí la ex gobernadora de Canadá, Adrienne Clarkson, y los escritores y periodistas Elena Poniatowska, Marta Lamas, José de la Colina, Eduardo Lizalde, Verónica Volkow, Homero Aridjis, Laura Esquivel, Víctor Manuel Mendiola, Héctor de Mauleón, Luis Miguel Aguilar, Federico Campbell, Sergio Mondragón, Braulio Peralta, Jenaro Villamil, entre otros.
“La solidaridad es un concepto noble, pero también es una presencia física. Por eso estamos aquí”, diría al inicio de la protesta Ralston Saul.
Cada autor tomaría la palabra en nombre de esa silla vacía, y con la convicción de que no silenciarían las denuncias desde sus letras.
“En México, decir la verdad es jugarse la vida. A cada reportero y reportera que conforman la infantería de un periódico, deberían de preguntarle: ¿Está usted dispuesto a morir?”, consideró Poniatowska.
Y es que en el norte, recordó, los periodistas mueren como conejos.
Llamó al gobierno a proteger el ejercicio del oficio, dar garantías, y a no callar la impunidad.
“Debemos preservar la batalla, cuando menos verbal, contra esa violencia”, añadiría Lizalde, poeta.
El grito de repudio por las muertes subió de tono cuando De Mauleón tomó la palabra, culpabilizando también al narco.
“La recuperación del país”, dijo, “no va a comenzar hasta que gritemos con nuestras plumas, y en coro: ¡Chapo, nos tienen hasta la madre!”.
Hubo quien llamó incluso a abatir la violencia legalizando las drogas, como Víctor Manuel Mendiola.
Laura Esquivel recordaría que la voz de los periodistas es la de todos. “Cada palabra que escriben es suya y nuestra, de todos nosotros”.
“Su defensa es un deber cívico”, sumó Lamas al tomar la palabra.
Andrea Miranda, periodista de El Debate, de Culiacán, ponderó: “Ante cualquier riesgo, ningún periodista, ningún medio de comunicación, debe estar solo”.
Junto a ella, hubo colegas de ciudades azotadas por el crimen y la ausencia de la libertad del expresión, como Reynosa y Ciudad Juárez.
De Juárez habló Rocío Gallegos, por ejemplo, quien pidió justicia por sus compañeros asesinados, Armando Rodríguez y Luis Carlos Santiago.
“El mejor acto de justicia es esclarecer sus muertes y encarcelar a los culpables”, dijo.
Hubo un consenso durante la protesta, que se extendió por casi dos horas: la impunidad es la gran enemiga.
“México es una país mágico, un país donde hay asesinados, pero no asesinos”, lanzaría irónico Aridjis.
“Las plazas se siguen manchando de rojo, México vomita sangre”, señaló por su parte Braulio Peralta, para luego añadir: “México, ya no creo en ti”.
La protesta del PEN Club Internacional en Casa Lamm representó la reunión más nutrida que se haya realizado en el país por parte de la asociación.

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