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Para los restauranteros de Majahua, con la playa se fue su medio de vida

Karla Galarce Sosa

La marina Majahua, en Puerto Marqués, no sólo modificó el curso del mar, sino que también está aniquilando poco a poco el entorno natural y casi silvestre que los lugareños ofrecían a los turistas.
Afectados por el relleno que hizo Grupo Mexicano de Desarrollo (GMD) sobre 1.5 hectáreas de mar, y que provocó que más de 200 metros de playa desaparecieran, los restauranteros reclamaron además de la reparación por el daño económico a sus negocios, la reposición del paisaje y la belleza natural que fue modificada de manera severa, y que acabó con el pequeño paraíso que alguna vez fue escenario de múltiples filmaciones y grabaciones para la televisión.
Personajes como Andrés Soler, Antonio Aguilar y Alberto Vázquez disfrutaron hace más de 40 años de las aguas que bañaban un tramo de costa, la playa que desapareció desde hace ocho meses a causa de la marina.
Con más de medio siglo de dedicarse al negocio del restaurante, la señora Maura Olea Castañón, dueña del restaurante La Ola, uno de los más afectados en su infraestructura por el constante golpeteo de las olas, contó que sus clientes asiduos eran, además de los turistas que en cada temporada vacacional llegaban, personajes de la televisión; el último famoso de la televisión que llegó fue Ernesto Laguardia, que llegó antes de que la obra de la marina comenzara y se modificara la playa.
Los dueños de los locales, muchos de ellos adultos mayores, legaron la responsabilidad del trabajo a sus hijos, hijas y nietos. Ellos recordaron que el paraíso escondido que alguna vez fue playa Majahua, ahora también agoniza.
Rosa Icela Hernández Cortés, una mujer de 46 años, se hace cargo del restaurante Naty, que le dejó su mamá hace algunos años. Ella exclamó: “lo único que nosotros pedimos es una playa dónde trabajar, porque no sabemos hacer otra cosa, sino trabajar en la playa”.
Explicó que en los negocios se auto emplean las familias, cuyas tareas van desde hacer el trabajo en la cocina, hacer las compras, barrer, acomodar sillas, hasta ser meseros o cobradores.
“Mi deber es estar en el negocio y mi obligación, porque es lo que me enseño mi mamá, ‘aquí te quedas’, me dijo”, enfatizó Hernández Cortés.
El muro del restaurante Naty comenzó a cuartearse, el mar ya se lleva la arena del suelo. Así comenzó también el proceso de derrumbe de los restaurantes Estelita y La ola hace casi un mes.
Puerto Marqués y de manera particular el viejo atracadero de Playa Majahua, que ahora quedó enterrado, fueron escenario de múltiples filmaciones.
Algunos propietarios y herederos de los 26 restaurantes afectados por la obra, recordaron cómo el viejo embarcadero del pueblo quedó enterrado por la marina clausurada hace dos días por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), al incumplir con las condicionantes del Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA) autorizado por la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
“¡No te metas hasta dentro, te va a morder una almeja!”, gritaba su mamá a Lucía Palma Hernández, encargada del restaurante Lucerito, quien reclama la extensión de la playa que ya no está frente a su negocio.
Los restauranteros señalaron que con el cambio, también va cambiando la belleza natural que poseía ese cuerpo de agua.
“Me da sentimiento ver eso así”, dijo la señora Maura Olea mientras señalaba el mar.
Don Lorenzo Ocampo es un hombre que todos los días sale de su casa para colocar dos mesas y cuatro sillas en su negocio. Éste fue uno de los primeros cuatro que acordonaron los integrantes de Protección Civil Estatal ante el inminente riesgo, antes de que colapsaran las bardas.
Don Lorenzo se sienta todos los días en la entrada de su negocio, Caracolito, y espera a que los clientes lleguen, aunque la mayoría de las veces no llegan porque su restaurante continúa acordonado, con la barda colapsada, pero ahora hay montones de arena obstruyendo el paso.
El panorama en esa zona de Puerto Marqués es prácticamente desolador y contrasta con la vida que tienen los dos primeros bloques, donde aún hay ramadas, playa y los turistas se quedan en los locales.
Los pobladores contaron que antes, frente al último local del tercer bloque del restaurante, había un morro de piedras que le decían Casa de las gaviotas, porque allí llegaban decenas de aves para dormir por las noches.
Contaron que al atracar durante una hora los pasajeros del popular yate Bonanza, los niños se acercaban para pedir monedas. Se sumergían en el agua transparente y sacaban los pesos que los turistas aventaban. El área ahora está cubierta por toneladas de tierra y piedras.
“En ese muellecito llegaban los yates de Luis Miguel, de Andrés García y nosotros los atendíamos. Andrés García, me acuerdo de él, (…) llegaba vestido de azul y luego veía sus ojos azules, un hombre guapísimo”, comentó la señora Maura.
También narraron que el cantante Alberto Vázquez llegaba en lancha desde la bahía de Santa Lucía, la atracaba en algún punto de la bahía de Puerto Marqués y llegaba nadando a la playa para descansar en las ramadas del tercer bloque de restaurantes.
Los turistas, narraron, llegaban y se subían a unas piedras que había allí, nadaban en las pacíficas aguas de la playa.
“Ahora hay remolinos frente a nuestros negocios”, lamentó otro restaurantero, quien mencionó que lo primero en desaparecer del antiguo paisaje del tradicional Puerto Marqués, fueron las ramadas, luego la arena y ahora el mar está golpeando los muros.
Dijeron que el único medio de transporte eran las pangas, que también ofrecían recorridos por la laguna.
Ayer al mediodía, la probable visita del gobernador provocó la movilización de los restauranteros, que esperaron de manera infructuosa su llegada.
Por separado, los dos grupos de restauranteros, acompañados por sus líderes y representantes, comentaban que esperarían la llegada de Aguirre Rivero.
El gobernador canceló su visita. En el lugar estuvo su asesor en temas de medio ambiente y ex delegado de la Semarnat, Leonel Lozano Domínguez, quien confirmó vía telefónica la cancelación de la visita de Aguirre Rivero.

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