Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Acapulco, música y poesía XV

Acapulco y Armando Carmona

Armando Carmona Quesada es un chilpancingueño que no volvió al terruño porque Acapulco le robó la sensibilidad de poeta y porque pronto se imitó aquí la costumbre del “jueves pozolero”. Es compositor, activista social y generoso amigo. Uno de esos raros creadores que triunfan con una primera composición.
Ella es Me quieres olvidar, estrenada por el trío Las Sombras de su paisano Raúl Neri, compositor él mismo y hermano de Arturo, uno de los grandes de la canción romántica mexicana. Las otras dos “sombras” fueron Salvador Macías y Rodolfo Noriega. Alguna vez lo fue Enrique Cáceres, más tarde uno de Los Panchos y finalmente solista. Las Sombras ganaron un disco de oro con el bolero de Carmona, tema universalizado por una veintena de versiones en varios idiomas.
A propósito, la lista de intérpretes de Carmona Quezada es notable. Amalia Mendoza, La Tariácuri, lo tuvo como compositor de cabecera y cantaba sus canciones con gran sentimiento –particularmente Me quieres olvidar–, desgarrándose la garganta y llorando a mares (“Armando, no seas cruel”, le reprochaban sus amigos). Otros: Nicolás Urcelay, Tito Guizar, María Victoria, Magda Franco, Julio Alemán y la paisanada: Lilia Marino, Olivia de Montenegro, Arlena Lorenzana, Pepe Pintos, Pepe Ramos, Los Presidentes y más.
Acapulco no podía faltar de ninguna manera en el caudal lírico de Carmona. Son tres las canciones dedicadas al puerto: Acapulco de mi alma (1999), Acapulco a la orilla del mar (2004) y muy atrás Te traigo serenata (1998), con dedicatoria especial a los barrios del puerto. Será en este último año cuando se cante por primera vez su himno a la Universidad Americana de Acapulco. La producción del creador chilpo-acapulqueño es de más de 300 temas y de ellos un buen número posee registro fonográfico. Profesional inmobiliario, el autor es socio de diversas organizaciones que agrupan a poetas, escritores y compositores y preside una similar con alcances internacionales.

Aquí, Acapulco de mi alma:

Acapulco de mi alma
pongo a Dios como testigo
de que está siempre conmigo
donde quiera que yo voy

Nada más cierro los ojos
y me llueven a manojos
los recuerdos más hermosos
de mi vida junto al mar

Amar en noches de luna
jugar con el agua y la espuma
dar el alma entera
y hacer primavera
a la orilla del mar

Ver como las olas se acarician solas
por las ansias de amar
ver como las estrellas
se desprenden del cielo
y forman un velo de plata en el mar
Acapulco y Jiménez Mabarak

Carlos Jiménez Mabarak (1916-1994) fue hijo del inspector ferroviario Antonio Jiménez y de la escritora veracruzana Magdalena Mabarak, descendiente de inmigrantes libaneses. Pasó prácticamente toda su niñez fuera de México ya que, al morir su padre, doña Magdalena ingresará al servicio exterior mexicano.
En Bélgica, donde la familia se instala en 1932, el muchacho ingresa al instituto de Altos Estudios Musicales de Ixelles, en Bruselas. Regresa a México en 1937 y es aquí donde decide dedicar su vida a la música. Ingresa al Conservatorio Nacional de Música donde tendrá como maestro al enorme compositor Silvestre Revueltas. Mucho más tarde, en Europa, será alumno del notable compositor y director de orquesta francés, nacido en Polonia, René Leibowitz.
El músico capitalino tiene en su haber sonatas, sinfonías, conciertos, ballets y la ópera La Güera Rodríguez. Sin embargo, su nombre trascenderá al gran público solo por su autoría de las fanfarrias de los XIX Juegos Olímpicos México 68. Y que en su momento fueron calificadas por alguien como “las mejores de la historia de tales eventos”.
Carlos Jiménez Mabarak no compuso ninguna obra dedicada a esta ciudad y puerto pero sí la vivió en los últimos años de su vida. Residió en los amueblados Mabarak (quizás de su propiedad) en la Costera Alemán, junto a la estación de gasolina de Manzanillo. A partir de ahí caminaba todas las tardes hasta la plaza Alvarez, donde se unía a la nada afinada chorcha del café Astoria. La chismografía local le divertía enormemente. Cuando abandone aquella tertulia en 1994 no faltará quien pregunte por el “señor chaparrito, delgadito y cabeza alborotada que sabía tanto de boleros”.

Acapulco y Héctor Cárdenas

Chilapeño, Héctor Cárdenas Bello es un caso excepcional en la música vernácula. Ha pintado un mapa musical de Guerrero, colorido y rítmico, como ningún otro creador lo ha hecho. Su producción, por lo mismo, es impresionante. Aquí una acuarela acapulqueña:

Que bello el amor
allá en La Quebrada
las rocas y el mar
invitan a soñar

Que bello es bailar
en noche lunada
oyendo llegar
las olas murmurar

Palmeras que dan
con su gracia suave abanicar
y cuando el sol se empieza a ocultar
rojo es el mar

Sentir emoción
clavadista que vuela al mar
contemplado desde El Mirador
como muere la luz del día

Muy juntos sentir
como llega la brisa
y así contemplar
las gaviotas volar

Acapulco y Juanga

El juarense Juan Gabriel tiene un triste recuerdo de Acapulco porque aquí habría fallecido su jefecita, lo que, cierto o no, justifica plenamente el sentido de la canción. Y es que, ay si los creadores no tuvieran libertad plena para trasmitir alegrías y pesares que moldeen los sentimientos de lectores y oyentes.

Tú eres el amor del cual yo tengo
el más triste recuerdo de Acapulco

Acapulco y Tomás Méndez

El zacatecano Tomás Méndez denuncia:

Los amigos del Mayor andamos borrachos
de tristeza en las cantinas seguimos tomando,
y la causante de esta pena anda muy contenta
en Acapulco con su amante paseando.

Y reprocha:

Que cosas tiene la vida, que cosas tiene el amor
Acapulco tu no sabes que en Jalisco está muerto el Mayor

Acapulco y Felipe Bermejo

El compositor Felipe Bermejo canta:

Fue en Acapulco donde
viví mi primera ilusión

Obra presentada en 1938 con su propio trío llamado precisamente Acapulco. La línea romántica del grupo no reñirá con las grandes creaciones vernáculas de Bermejo: Juan Colorado, Al morir la tarde, Rancho Alegre, El Corrido de Chihuahua, y Arriba el Norte. (Un chilango cantando a tierras tan lejanas como ajenas).
La estafeta familiar será enarbolada más tarde con mucha gallardía por Mili y Margie Bermejo, aunque con aires diferentes. Esta última es dueña de un “filin” como el de las grandes del jazz y la suya es la más cachonda interpretación jamás escuchada de Sabor a mí, del paisano Alvaro Carrillo.

Acapulco y Cheque Cisneros

Ezequiel Cisneros Cárdenas fue un hombre coherente, intenso hasta la beligerancia y amigo sin dobleces. Así en todos sus grandes intereses como político, coprero, compositor e intérprete de su propia obra. Cheque solía afirmar que dos de sus mejores composiciones habían sido inspiradas por el mar acapulqueño: Cerca del mar y El caracol.
Dudarlo de palabra o frunciendo el ceño podía significar un desaguisado e incluso perderlo como amigo. Ello no obstante que todo mundo tenía por cierto que ambas canciones procedían de su terruño Petatlán, o cuando menos de Zihuatanejo. Pero así era Cheque Cisneros y su palabra era ley. Negar hoy aquí su afirmación sería invocar a su fantasma melódico y chocarrero. Y como no queremos lidiar con apariciones del más allá, presentamos las dos obras como auténticas made in Acapulco. Cerca del mar , por cierto, es éxito histórico del trío Los Dandys, con tumbos nuevos en la voz de Vicente Fernández.

Cerca del mar

Cerca del mar
yo me enamoré
y como la brisa y la espuma
también te besé.

La noche azul
noche tropical
comprendió mis penas
y entre sus arenas
yo pude soñar

El mar nos arrulló
pensando en nuestro amor
y al despertar
de aquella ilusión
un beso nos dimos
y en el beso unimos
tu amor y mi amor.

El Caracol

Yo te necesito vida
no te vayas
quédate un ratito
te daré mis ansias
jugaremos juntos
los dos en la playa

Como al caracol
podrás escuchar
secretos de amor
arrullos de mar

Mechas que arden el agua
ola al reventar,
brisas que son notas
notas de cristal.

Yo te quiero tanto
tanto como al mar
tú eres una perla
yo soy un coral

Pero no te vayas
vuélveme a apretar
junto a tu mejilla
tibia como el mar.

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