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Federico Vite

La continuación de
una herencia literaria

A varios escritores, como pregunta cliché, siempre les inquieren los entrevistadores, ¿qué libros han cambiado su vida? Recuerdo haber leído que a Jaime Sabines le encantaba el Ulysses, de James Joyce; otro caso es el de García Márquez, quien me contó en una reunión con jóvenes narradores, que él frecuentaba Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Curiosamente un narrador visita textos poéticos y un poeta releía con azoro una novela monumental.
Otros escritores que capitalizaron sus lecturas fueron Juan García Ponce, quien estudió exhaustivamente a Pierre Klossowski (La révocation de l’Edit de Nantes, Le Baphomet, La vocation suspendue); Carlos Fuentes, políglota, excelente conferencista y gran lector de los escritores gringos, tomó a John Dos Passos como maestro (Manhattan Transfer, The Roads to Freedom, al que Norman Mailer consideraba la gran propuesta creativa para entender las rutas de la nueva novela estadunidense). Juan Rulfo, de quien se hablan tantas cosas, se hizo escuela con la oralidad de Los Altos de Jalisco. De él me ha sorprendido encontrar varios artículos sobre novelistas italianos que en los 70 apenas estaban siendo publicados en Europa. ¿Cómo le hizo Rulfo para tener tan frescas las lecturas de italianos que en la segunda mitad de los 80 empezaban a traducirse en castellano? El libro en el que aparecen algunas claves para entender los motivos por los que Rulfo muestra un gran conocimiento de los azzurros es Los novelistas como ensayistas, editado por el Fondo de Cultura Económica. Y de Arreola recuerdo que profesaba una devoción por los escritores en francés.
Notamos que algunos narradores emblemáticos del siglo XX han abrevado de otros idiomas, han marcado la continuación de sus influencias, pero ahora, cuando la hegemonía de los novelistas estadunidenses es tan fuerte, ¿a quiénes leen los narradores? No me queda ninguna duda que de entre los gustos de varios autores mexicanos nacidos en los 70 se encuentran algunos de mis héroes literarios; mencionan con frecuencia, por no decir hasta el hartazgo, los nombres de Raymond Carver, Norman Mai-ler, Philip Roth, Cormac McCarthy, Jonathan Franzen, James Ellroy, David Foster Wallace, Paul Auster, Don DeLillo, Chuck Palahniuk, Thomas Pynchon, Jonathan Le-them, Denis Johnson y Richard Ford. Pero estos autores que enumero, ¿qué leen? ¿Qué libros han cambiado su vida? Me queda claro que los narradores gringos están mirando continuamente su entorno, estudian su extensa tradición novelística y el resultado de ese autoanálisis son libros de elaboración impresionante, de temas en apariencia simples, individuales si se piensa, que poco a poco muestran una particular visión del mundo y crean universos internos que cautivan por ahondar en preocupaciones profundamente humanas.
Aunque sigo instalado en esa duda, ¿a quiénes leen los autores que cité? ¿A los poetas gringos, a los judíos, a los turcos, a los latinoamericanos, los griegos, los africanos?
Hace varios meses, el Nobel Mario Vargas Llosa señaló que  América Latina, por su convulsa si-tuación social, es un caldo de cultivo para la creación literaria; no daba nombres de autores, pero sí relataba que lo mejor en materia narrativa tenía que venir de los sureños de América. Insisto, no dio nombres, pero me vienen a la cabeza algunos títulos como Satanás, de Mario Mendoza; Rosario Tijeras, de Jorge Franco; Tinta roja, de Alberto Fuguet; Entre hombres, de Germán Maggiori; Los límites de la noche, de Eduardo Antonio Parra; El gran pretender, de Luis Humberto Crosthwaite; Los puentes de Königsberg, de David Toscana; entre otros. Y me llama la atención que los autores latinoamericanos que cité son grandes conocedores de los novelistas gringos que mencionaba como héroes de la narrativa actual. Creo sinceramente que lo mejor, novelísticamente hablando, está por venir de acá, de este lado.

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