Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

José Gómez Sandoval

POZOLE VERDE

* Recuerdos y versos de Pepe Villanueva

El pasado 28 de enero se cumplieron 19 años de que un infortunado accidente de carretera obligó a José Villanueva Núñez a dejar de escribir versos. Al velorio llegaron muchos maestros universitarios y periodistas. Sus compañeros en el periódico lo velamos hasta que el amanecer nos venció. Pepe no había dicho ni “ái nos vemos” cuando el día anterior ha-bíamos comentado que El Pelón había reabierto su cantina en la calle de Teléfonos de México y quedamos muy formalmente de vernos allá a la una de la tarde del día siguiente. Así que a la una del otro día nos reunimos en La Bohemia y el primer brindis fue por Pepe, o con Pepe, porque hasta su caballito de tequila le pedimos. No es gratuito que uno de sus peores y más “instantáneo”· poemas se titule: “En la bohemia”.
Pepe fue mi compañero de salón durante tres años, en la secundaria, y luego en la preparatoria. En la Escuela Secundaria Federal “Antonio I. Delgado”, un Diez de Mayo, me tocó participar con él en un programa dedicado a las madres: él decía el “discurso alusivo” (estaba en el taller de oratoria) y yo el poema (estaba en el taller de artes plásticas de Francisco Javier Bernabé Díaz). En prepa, a Pepe le dio por la política y pronto destacó entre las juventudes priístas, con quienes compartió militancia durante no mucho tiempo. Cuando vuelvo a convivir con Pepe, como compañeros de “oficina”, en el periódico Pueblo, a su pasado priísta oponía su “trayectoria revolucionaria”, su participación en la fundación del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y, por si fuera poco, el sesgo democrático de la columna que escribía diariamente en el diario, en la que daba breves pero archifilosas opiniones sobre asuntos y acontecimientos políticos del estado.
Meses después de su fallecimiento, platicando con Lourdes, que había sido su compañera, quedó en darme muchos poemas que Pepe había dejado en el olvido, sin carpetas ni orden alguno, en cajones de su escritorio. Los que venían en letra de máquina eran algunos que había publicado en el periódico, y los escritos a mano sus “novedades”, sus “puntadas” poéticas efímeras. Empezamos a publicarlos, uno cada día, como no queriendo deshacernos del recuerdo del amigo querido, cuya figura –“el chaparro”, le decían cariñosamente algunos– aún se recortaba espectralmente tras la máquina de escribir donde le gustaba teclear su columna y sus poemas.
A las dos semanas de que publicara un poema diario, me encontré por ahí a Marco Antonio Castañón, otro ex compañero de escuela, y, en la plática, me dice: “Y el ‘chaparro’, todavía anda con sus poesías, ¿verdad?”.
En 1897 hice la selección que se pudo de sus poemas y los publicamos en un cuadernillo de los que estaba editando el Ayuntamiento. También me tocó ponerle título –Para besar su voz– y una “presentación” francamente sentimental. Para escribirla me basé en una semblanza que había publicado en Pueblo a los pocos meses de su muerte. Ahí dejo constancia de que ya conocíamos muchos de los poemas, pues “los habíamos escuchado de viva voz de Pepe, en noches calurosas y sedientas, abriéndose paso entre las difuminadas melodías de rockolas afónicas, o tremolando con todo y bigotillo y ademanes en el volátil silencio de madrugadas que ninguno de los cuates sabíamos predestinadas para el recuerdo”.
Pepe escribía sus versos en libretas de apuntes, en servilletas, a vuelapluma con su letra cabezona, y a máquina, desde luego. Apretaba la boca y el entrecejo y así le hacía en la máquina de escribir: paraba el dedo índice de cada mano, como chinito saludando, y con esos dos dedos aporreaba las teclas y se echaba el poema de un fregadazo. El mismísimo método chino usaba para escribir la columna política que publicaba diariamente. La columna mecanografiada podía quedar tirada en cualquier escritorio de la sala de redacción, pero no sus poemas. De una u otra manera nos hacía leerlos o escucharlos, y enseguida los llevaba al linotipo.
“Breves flores verbales a las que Pepe nunca les enderezó un pétalo, un verso, un acento”. Flashazos de emociones, soledades a cuestas, intuiciones súbitas. La mucha calle que hay en sus versos. En otro lado he opinado que Villanueva escribe con los dientes apretados y que sólo la mujer amada lo relaja y da reposo a su indignación.
Este 28 de enero no fui a tomarme un tequila con mi amigo Pepe Villanueva porque ya no existe El Pelón, ni La Bohemia, ni nuestro siempre bien recordado José Manuel Benítez. Gustavo, Andrés y Juan ya no toman, Jaime anda en la televisión, y por ahí nos vamos. Con Heliodoro seguimos recordamos la noche (en ca’Aristeo) en que él todavía llamaba a Pepe “maestro”, le hablaba de “usted” y, buen chofer, corría a abrirle la portezuela del carro. “Usted, maestro”. En efecto, Pepe había sido maestro de Heliodoro en la Prepa 9. En una de esas les digo: “Oigan, ¡ya párenle con eso de maestro para acá maestro para allá!”, pero a Pepe no le pareció que el título estuviera mal empleado, y Heliodoro de a tiro me dijo:
–Tú no te metas. Le digo maestro porque fue mi maestro y porque es un maestro. Es más –añadió, conciliador–, si quieres, a ti también puedo decirte maestro.
No, por favor. Había yo contado que, según él mismo, en su autobiografía, la bebida preferida de Luis Buñuel era medio vaso de ginebra, un chorrito de Martini, quizá un toque de jugo de limón y cuatro gotas de angostura. De ca’Aristeo nos fuimos a la casa del que esto escribe, para “probar el dichoso brebaje de Buñuel”. Nos trasladamos en el carro de Heliodoro. Un automóvil todo parchado al que no le abría la portezuela del copiloto. Por eso no es mentira que Heliodoro le abría a Pepe la portezuela, pues lo tenía que hacer con cualquiera que viajara con él. Por eso llamábamos al auto El Diplomático.
Sólo la primera copa fue preparada con la receta. A partir de la segunda le echaron más martini que ginebra, y al rato ya le echaban al brebaje agua de Tehuacán y vertían el martini como si fuera Cocacola. La permanente y cotorra discusión chilosófica que habían mantenido desde que salimos de ca’Aristeo, se tornó un rudo alegato a dos voces en el que no se entendía nada de nada. Mero cuando apagué el tocadiscos Heliodoro mandó a Pepe a la fregada “con todos sus absurdos planteamientos, por muy chingones que fueran”.
–Cuando llegamos aquí todavía le decías maestro –le dije a Heliodoro–. Hasta a mí me querías decir maestro…
Y a mí también me mandó a fregar platos. Por eso, desde entonces no le platico sobre lo que tomaba Malcom Lowry ni José Alfredo Jiménez, menos aún cuando uno de nuestros temas predilectos es la eficacia de la ranitidina.
De los roncos libros de Joao Guimaraes Rosa y de la sorpresa por la muerte temprana de José Villanueva Núñez, salió esta frase:
“Las personas no mueren: quedan encantadas”.
Estos son algunos de sus poemas:

QUIERO  LAMER
TU CUERPO

Quiero lamer tu cuerpo
como un perro a su hueso
llegar hasta el tuétano
para conocer tu esencia
recorrer con mi lengua
lo más apartado de tu anatomía
dejar mi saliva en tus muslos
sudorosos por el placer
en la agonía del sexo
y después salir a caminar
y a buscar nuevas formas
de hacerlo.

Y HE AQUÍ

Y he aquí que mi odio
no termina,
que sigo maldiciendo
calles y avenidas
donde la huella de tu pie
desnudo
no ha sido borrada del todo,
donde los salivazos
de los transeúntes
son apenas el justo precio
a ese olvido
al que aspiro
y que apenas inicia
esta tarde
en que, sentado
junto a la ventana,
disfruto y aliento
como el fuego del cigarro
que estoy
por terminar.

LA AURORA

La aurora asomará
sin una ventana
y la mirada de la gente,
endeble como cañas,
hará una reverencia
–como todos los días–
para besar la frente
de los años.
La aurora nace
y los párpados
aplastan los ojos
que la admiran.

MIS PASOS

Mientras camino rumbo a
mi casa,
la vigilante mirada de la noche
se escurre entre mis pasos;
perfila mi sombra
de una imperceptible claridad
sobre las paredes de pintura
descorrida
de esta triste ciudad adormecida
con sus años y epopeyas.
Terrible ciudad, ingenua y cierta
con sus mil borrachos
hablando con los postes,
tropezando sus tacones
en las calles empedradas
y vomitando angustia
sobre las banquetas
conocidas…
Y cuando casi llego
acompañado de mi sombra
adonde la casa espera,
pienso en el reloj
que marca el ritmo de mis
párpados
y la lenta vastedad de las horas,
espacio en que mi
gastado sueño
no piensa en ti
y más te acerca.

LOS SIETE DÍAS

Los siete días
que se avecinan
no son las siete
plagas ciertamente.
Sobre maderas
escondidas y sin rostro
amanece el corazón del cedro;
la hoja angustiosa del encino
practica el movimiento
de las horas.
Viento de ellas conocido
desgasta su perfil de clorofila
y las vuelve pálidos,
inertes monumentos.

II

Color que alumbra
todas las corolas,
flores de todos los años
estremecidas por las cuerdas
de violines infinitos.
amaneceres gratos,
para comer ausentes
azares del destino…
Entre más amargo
es más tierno
El amor,
más infinito,
y el lamento
del silencio apagado,
la entonación de estrellas
adivinadas por lentes mágicas
quedan pegadas a la
bóveda celeste,
y los soplidos del alma
convertidos en sonoros coros
de los tiempos que, sin el
tiempo,
son la evocación
de un solo instante.

A FRANZ KAFKA

Regresar a lo cotidiano
y ser el perro de siempre,
el perro niño
que cuestiona a los adultos
sus bailes callejeros
sobre las patas traseras,
el movimiento de su rabo
cuando alguien le arroja
un mendrugo de pan;
ser el perro de siempre
y escuchar los mismos aullidos
que rebanan el silencio
nocturno,
repasar los mismos postes
que reciben su baño diario
con los orines
de mis hermanos.

EN LA BOHEMIA

Entre todos los borrachos
del mundo
ocupo un lugar preponderante,
no hay lugar con vino que
no conozca
mi presencia trashumante.
Sin pena ni gloria me confundo
en la boca de un vaso rebosante
de líquido ambarino
que rápido atraviesa mi gaznate.
Fiel libador y creyente
profundo,
de todos los alcoholes
soy amante:
vivir sin ser borracho…
es insultante,
¡a ser abstemio doy un no
rotundo!
(¡emborrachar a Dios sería
palpitante!).

Borrachos del planeta: ¡uníos
por la organización mundial
de todos los que toman,
es la hora de marchar copa
a copa
por todos los confines de la
tierra!

Recordad: no hay futuro sin
presente,
y por tanto, propongo el país
de los borrachos,
¡del cual yo quiero ser el
presidente!

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