Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Maclovio Sautto Vallejo

La UAG en crisis

Los últimos hechos ocurridos en nuestra universidad a raíz del agravamiento de salud de nuestro hoy ex rector Dr. Ascencio Villegas Arrizón. Primero desde el lado humano, es una verdadera desgracia. Quedará registrado como el primer rector que promovió el combate a la discriminación de los pueblos originales, al promover la aceptación del 10 por ciento de la matricula para los indígenas.
Otro gran logro fue la creación del CEVIT, que tiene la finalidad de facilitar la interacción de los investigadores con los sectores productivos del estado, mediante la contratación de servicios y consultoría a empresas y dependencias de gobierno. El CEVIT no sólo es un reconocimiento de la necesidad de vincular la universidad con las necesidades sociales, intenta ser un medio que facilite esta vinculación, desgraciadamente nuestra burocracia interna parece más fuerte que el deseo y el optimismo de su fundador, y solamente esperemos que se le dé continuidad a esta iniciativa.
Villegas Arrizón fue un impulsor en la búsqueda de una nueva oferta educativa verdaderamente significativa, donde se midiera su impacto en función de la influencia en su entorno social. El campus Llano Largo y el de Tecpan de Galeana tenían esa finalidad. Al menos el primero quedó inconcluso. Sin embargo, como se preveía desde un principio, las modificaciones de fondo difícilmente podría lograrlas pues estaba fuertemente limitado por las organizaciones políticas de nuestra universidad.
El combate a la corrupción, la venta de calificaciones, el acoso sexual, entre otras, las tuvo siempre presente, pero siempre atado de manos, porque este sector –el más corrupto de nuestra universidad– el que ofrece calificaciones a cambio de un voto, o a cambio de que el docente no dé clases, pero le asegure una buena calificación al alumno, poco o nada pudo hacer, ya que este sector es el que forma parte del capital de las organizaciones políticas. No significa esto que no exista en las organizaciones gente decente y comprometida con la universidad y sus fines institucionales, pero muchos investigadores buscan la protección de éstas para tener mejores condiciones de desarrollo, y es lo que dificulta las cosas, pero no todos son corruptos.
El otro aspecto lamentable en esta coyuntura es el destape de un “candidato de unidad” de las organizaciones políticas, un reconocimiento a la fortaleza de la corriente en el poder y desde luego a la debilidad de las que se suman a la unidad. El objetivo es participar en la “conducción de la universidad” dicen los dirigentes históricos; no es más que la lucha por obtener huesito, dicen algunos universitarios. Antes, cuando se presentaba este tipo de coyunturas, se empezaba por un análisis de la situación que guardaba la universidad y se elaboraba un plan o programa de trabajo y luego se discutía el perfil del candidato. En esta ocasión nuestros dirigentes han sido un poco más pragmáticos y han empezado por el candidato.
Lo que más urge en este momento es una discusión de fondo, pues no sólo es el futuro de nuestra universidad, sino el del país que no aguanta más este proceso de simulación, de seguir administrando la corrupción, de hacer a un lado el derecho a una educación pertinente, de calidad y gratuita para nuestra juventud. Donde los procesos de certificación parecen un monumento a la burocracia e ineficacia; donde te presentas a hacer un trámite y aunque no esté haciendo nada el funcionario, no te atiende, ya que “no solicitaste la entrevista por internet”; donde los errores de la misma universidad los pagan los usuarios, “este certificado está mal hecho”, … pero lo expide la universidad, ese no es mi problema, yo estoy en títulos, pase a expedición de certificados.
Que va primero ¿el derecho a la educación o el derecho al trabajo? ¿Cuándo podremos correr un  profesor corrupto? La obligación de los maestros es estar actualizados, ¿hasta cuando tendremos clases de historia de la ciencia? ¿Cuándo los universitarios vamos a recuperar nuestra capacidad crítica y dejar la simulación de los programas federales, donde para subir nuestros promedios, dejamos el 6 como calificación mínima y la subimos al 7 lo que no garantiza una mejor calidad en la enseñanza? Ahora para alcanzar los indicadores que se exigen para acreditar programas, se abaratan los mecanismos de titulación. Antes teníamos una gran cantidad de pasantes desempleados, hoy tenemos una gran cantidad de titulados desempleados, o empleados en áreas diferentes a las que estudiaron o en las que simplemente no se requieren estudios de licenciatura.
Podemos seguir planteándonos administrar esta universidad como se está administrando este país, pero si no combatimos las causas de fondo, si no componemos nuestro sistema educativo y formamos una juventud capaz, con una sólida formación académica, un espíritu emprendedor, un excelente dominio científico y tecnológico que nos permita modificar nuestros procesos productivos haciéndolos más eficientes, no contaminantes, sustentables y sobre todo que impacte a nivel de los productores, no sólo en las partes finales de las cadenas productivas, donde generalmente se beneficia a un pequeño sector de la población, al gran capital.
¿Vamos a combatir la delincuencia organizada, el surgimiento de nuevas bandas del crimen organizado como lo está haciendo el gobierno federal con una cruenta guerra que cada día enluta a más familias mexicanas? La única forma es abriendo posibilidades de desarrollo y éxito a nuestros jóvenes, a través de un buen sistema educativo. De que las distintas secretarías –Economía, Sagarpa, Semaren, etc.– promuevan adecuadamente sus programas y se coordinen con las universidades y que impacten en los sectores más desprotegidos de nuestra población. Se requiere una verdadera revolución en las universidades, en las instituciones públicas y es urgente empezar por cualquier lado.

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