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Lo que importa es que el arte divierta, dice el artista finlandés Roi Vaara

Redacción

El finlandés Roi Vaara ofreció una conferencia en la Gran Galería del Centro Cultural Acapulco, como parte de las actividades inaugurales del primer Festival Internacional de Performance Transmuted 2012, para hablar de sus trabajos en disciplina artística.
El veterano artista europeo, un poco desganado porque, según dijo, estaba muy cansado, ya que perdió su vuelo hacia el puerto y tuvo que dormir en el aeropuerto del Distrito Federal, mostró una serie de videos de sus trabajos. En el primero, con esmoquin, imita a un corredor de pista, se prepara, calienta los músculos, y cuando parece que está a punto de correr, se desvanece cuando suena el disparo de salida, como si le hubieran disparado a él. Explicó que este trabajo lo realizó por su imposibilidad de relacionarse con los deportes en general.
Enseguida, presentó la pieza El dilema del artista, un performance hecho en un mar congelado ubicado a 50 kilómetros de Helsinki, a una temperatura de 30 grados bajo cero. En el video, Roi Vaara, otra vez con esmoquin, representa a un hombre que está parado junto a dos flechas con direcciones opuestas, una indicando el camino hacia la vida y otra hacia el arte. Observa a ambos lados, con binoculares y después con un catalejos, camina un poco en ambas direcciones, hasta que, para completar la metáfora, se decide por el camino del arte. Al respecto, comentó: “no sé si el performance es arte del todo, o es sólo la vida”.
La sorpresa del público es característica en las presentaciones de Roi Vaara, por lo que en ocasiones no se anuncia su actuación, para causar un mayor impacto en el público. En cuanto al origen de sus piezas, dijo que “las ideas vienen de la vida, juego con ellas, no pienso si son ridículas. Estoy haciendo una burla de mí mismo, no sé lo que los demás piensen de eso, no me importa, lo importante es divertirse con el arte. Disfruto mucho cuando surgen estas ideas”.
A pesar de la pésima traducción que se hizo de las palabras de Vaara –el encargado de interpretar cometió pifias como hacerle al artista finlandés las preguntas en español, o hablarle en inglés al público acapulqueño–, las cerca de 30 personas que presenciaron la conferencia tuvieron reacciones positivas ante los videos, ya que la propuesta visual del finlandés es accesible.
“Ahora más nieve; no hay nieve en Acapulco, les traigo una poca”, dijo cuando presentó uno de los performances más comentados de la sesión, El negocio de la nieve, en el que representa a un trabajador que en un camión, recorre parajes cercanos a Helsinki para palear nieve y colectarla en la caja de carga. Luego, la lleva al mercado que se ubica en el centro de la ciudad, en donde instala una mesa, hace bolas de nieve y las ofrece a los peatones a 15 centavos de euro por una, 30 por dos.
Al respecto, Vaara bromeó: “es mal negocio vender nieve en Finlandia, es más cara la renta de un espacio en el mercado que lo que obtuve con la venta”. Las reacciones del los transeúntes iban del asombro a la risa, y algunos se acercaban al puesto sólo para corroborar que efectivamente, había alguien vendiendo nieve en el centro de Finlandia.
Una de las motivaciones para trabajar de manera directa con el público, en las calles, es que cuando se trabaja en una galería “cualquier cosa puede ser arte, no se puede sorprender a la gente; lo que quiero es llevar el arte a donde está la gente; la vida se vuelve más efectiva con el performance, la gente se sorprende con lo que ocurre”, como hizo con la pieza Hombre blanco, de 1983, en la que, vestido y maquillado completamente de blanco, con un portafolios del mismo color, recorre las calles de lo que era Berlín Occidental, con una patrulla siguiéndolo, “tenía un amigo en la policía y me ayudó”.
Causando azoro en su andar, camina hasta llegar a un auditorio en donde se llevaba a cabo una conferencia internacional sobre arte, “nadie sabía de mi performance, así que fui al lugar de la conferencia, vi que en el panel de participantes había una silla vacía, y me apoderé de ella mientras hablaba el orador principal; estaba diciendo estupideces, quitándole el tiempo a los demás”, y la forma que se le ocurrió para detenerlo fue quedarse en la silla.

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