Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Humberto Musacchio

El fisco, enemigo de la recaudación

En este país de 113 millones de habitantes, apenas la tercera parte cumplen con sus obligaciones fiscales. Aparte del millón y medio de “personas morales” (empresas) que pagan o deberían pagar al fisco, hay un total de 37 millones y medio de contribuyentes de carne y hueso, de los cuales algo menos de 24 millones son causantes cautivos (obreros y empleados) y 12.2 millones figuran en el padrón del SAT como “personas físicas no asalariadas” (principalmente las que cobran con recibo de honorarios).
Contra estos contribuyentes, los no asalariados, el Fisco Kid (José de la Colina dixit) despliega una guerra permanente, pues Hacienda considera que los ciudadanos no sólo deben pagar impuestos, sino que además ese pago ha de convertirse en una carrera de obstáculos que progresivamente tiene que ocupar más tiempo a cada persona “física”.
Hubo un tiempo en que los recibos de honorarios debían comprarse en la papelería y para cobrar con ellos tenían que estar “timbrados”, esto es, llevar pegadas estampillas fiscales por el equivalente a los impuestos, lo que en la práctica era pagar el gravamen por adelantado sin derecho a restarle las sumas deducibles.
Después se inventaron los recibos impresos y foliados que debíamos encargar y pagar a las imprentas autorizadas por la Secretaría de Hacienda. Esos documentos llevaban nombre, domicilio y el correspondiente Registro Federal de Causantes, que se formaba con las iniciales del nombre y la fecha de nacimiento. La razón era entendible, pues el Estado necesita saber quiénes y cuántos son los que deben pagar impuestos, dónde viven y qué hacen.
Pero así todo era demasiado fácil. Se urdió entonces una nueva manera de quitar el tiempo a los contribuyentes. Alguien inventó la “homoclave”, que agregaba dos letras y un dígito al número del Registro Federal de Causantes. Pues a tramitarlo, mexicanos, que para eso estamos al servicio de la tecnocracia hacendaria.
Todo esto mientras en la legislación fiscal y con las “misceláneas” aumentaban cada año el número de requisitos arbitrarios para que alguien pudiera ser considerado un ciudadano honorable. Tantos requisitos se convirtieron en una exitosa política de empleo, pues ahora resulta indispensable disponer de un contador que a su vez paga cada año cursos de actualización para servir mínimamente a sus clientes. Igualmente, hay que disponer de computadora y una cuenta bancaria desde la cual se hacen los pagos.
En los últimos años, de la cabecita de los tecnócratas han salido nuevas y cada vez más onerosas ocurrencias, como la firma electrónica avanzada que requiere perder toda una mañana, la “clave de identificación electrónica confidencial fortalecida” (je, je), que quién sabe qué será, y ahora, ¡faltaba más!, nos castigan con el “pago referenciado”, que implica ingresar al portal del SAT y llenar formularios con datos de ingresos, gastos, acreditamientos, etc., para que Hacienda nos proporcione una línea de captura de 20 caracteres y nos diga cuánto le debemos, o más bien se lo diga a nuestro contador, pues no hay ciudadano que pueda hacer todo eso sin el auxilio de un especialista.
Es un deber ciudadano sostener al Estado. Eso no está a debate. Lo discutible es que cada año se haga más estrecho el camino para pagar impuestos, que cada vez se impongan más y mayores requisitos a los contribuyentes. ¿De qué se trata? ¿De quitarnos tiempo valioso que podríamos dedicar al trabajo? ¿De ahuyentar a los pocos que pagamos impuestos? ¿De estimular la evasión?

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