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Declara Volpi su orgullo por Bryce y su repudio hacia quienes han criticado la concesión del premio

Staff / Agencia Reforma

Guadalajara

Declara Jorge Volpi que a los 19 años descubrió Un Mundo para Julius y en sus páginas “un mundo entrañable”, llenándolo de nostalgia por la niñez perdida.
Que luego leyó en París La vida exagerada de Martín Romaña, y que fue feliz y desdichado a través de las aventuras delirantes de su personaje; desde El Quijote, ninguno lo había hecho reír tanto. Declara que por más de 40 años se enriqueció del universo narrativo de Alfredo Bryce Echenique.
Ayer, a las 15 horas con 32 minutos, el escritor escribió una defensa al autor peruano, señalado porque un día cayó en el plagio de diversos artículos periodísticos y un jurado del que formaba parte decidió obviar los hechos y le otorgó el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, mismo que le fue entregado el viernes, se diría que a escondidas, en su casa de Lima, lejos de los críticos y los reflectores.
La declaratoria de Volpi, quien asegura no cerrar los ojos ante el plagio, advierte, sobre todo, su orgullo por Bryce y su repudio hacia quienes ha criticado la concesión del premio, sosteniendo, incluso, que demerita a las instituciones que lo otorgan.
“Declaro, en contra de lo que afirman quienes ni siquiera lo han leído, que Un mundo para Julius, No me esperen en abril o La vida exagerada de Martín Romaña enaltecen al Premio FIL tanto como los libros de sus más ilustres predecesores. Declaro estar seguro de que miles de jóvenes lectores continuarán descubriendo, al lado de Julius y Martín Romaña, el valor, la belleza y la majestad de nuestra lengua… Declaro que sumé mi voto al de la mayoría, en la última sesión del jurado del Premio FIL -el más transparente de nuestro país-, por un simple acto de amor hacia sus libros”.
El texto de Volpi está sostenido por 17 “declaros”, entre ellos también el que sostiene la postura oficial del jurado y que indica que el premio fue concedido a su obra narrativa, no periodística, que es el terreno donde sucedieron los plagios.
“Declaro que me resistí, hasta el último segundo, a emitir un juicio moral sobre su autor. No porque me obstine en cerrar los ojos ante el plagio (o el fraude o la mentira), sino porque la sola tentación de evaluar en un jurado literario la conducta moral de un escritor, incluso aquella que tiene que ver con su ética de artista, me parece arrogante y peligrosa”.
Volpi declara su orgullo por haber defendido, más que a un escritor, unos “libros extraordinarios” que no se definen por las faltas de quien los concibió ni por los insultos de sus detractores.

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