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Conmemoran familias de Chilpancingo el Día de Muertos en el panteón municipal

Rosendo Betancourt Radilla

Chilpancingo

Ayer en el cementerio de Chilpancingo iniciaron las celebraciones por el Día de Muertos con charlas de los vivos con los muertos, con comida, con flores y la música de un trío de cuerdas, de un conjunto norteño o de un solista que entonaba las melodías favoritas de quienes ya fallecieron.
Un intenso olor a flor de Cempazúchitl inundó el panteón y se vio pasear a cientos de personas con la mirada fija en el suelo en largas y silenciosas filas como atraídas a las tumbas de sus seres queridos a quienes dieron ofrendas porque ayer y hoy los que murieron pueden regresar a visitar a quienes siguen vivos, según la creencia popular.
Los chilpancingueños recordaron ayer a sus muertos, les adornaron sus tumbas con flores, veladoras, pan, mezcal, mole, tamales, cerveza y según los gustos en vida de quienes ahora están encerrados.
Sin entenderlo, los niños observaban a sus mayores platicar sobre los restos de alguien a quien se quiso y se le recuerda, se le reza, se le informa de los logros de los menores, de los logros de los mayores, de las precariedades.
Se les pide que intercedan ante un ser superior para que las condiciones mejoren como que se cure un enfermo, que haya más dinero, que disminuya la violencia que desde hace seis años tiene asolado al mexicano.
En esas charlas se les agradece el tiempo que estuvieron presentes para beneplácito de sus congéneres porque ya muertos todos los hombres y las mujeres son recordados por la bondad de sus acciones y la sabiduría de sus palabras. Por eso se les pide consejo y protección y a cambio se les alimenta y se les invita a celebrar su día.
Por la celebración, lo que menos se ve son las lágrimas de dolor y en cambio hay muchas risas de júbilo, muchas flores de diferentes colores, música, licor y comida pero todo con una firme devoción y respeto por los difuntos, a quienes también se les da un espacio de oración y silencio.
Es tradicional que el 1 de noviembre se use como preámbulo para la festividad mayor que es el 2 de noviembre y se dice que el primer día es para convivir con quienes murieron cuando aún eran niños y el segundo con los adultos.
Por eso hay que hacerles un camino con pétalos de los intensos amarillos y naranjas de la flor de Cempazúchitl, para que lleguen a la casa de quien los invita y puedan degustar los alimentos que se les ofrendan.
Ayer se vieron cientos de personas en el panteón central de Chilpancingo, desde las 7 de la mañana ya había quien barría el lecho de muerte de algún familiar y lo adornaba con flores.
Niños de entre 8 y 16 años ya corrían en busca de algún cliente para acarrearles agua o ayudarles a cargar con sus flores por una cooperación voluntaria que al fin del día les dejó unos 200 pesos a cada uno. Desde muy temprano, ya estaban preparados los músicos, esperando clientes. Y aunque los niños y los músicos, al caer la tarde se vieron decepcionados por sus bajas ganancias esperan que hoy haya mejor suerte.
Por su parte, las autoridades municipales esperan la llegada de más de 20 mil visitantes a los dos panteones que tiene Chilpancingo.
Las autoridades desplegaron policías de Protección Civil, Tránsito, Seguridad Pública en el que participan más de 500 agentes en todo el municipio y de esos, unos 350 se concentraron en la capital, informó el encargado de seguridad pública, Bonifacio Montúfar Mendoza.
También hay riesgos con la afluencia de ayer que fue considerada baja, pero nueve personas tuvieron que ser atendidas por un puesto médico que se instaló a la entrada, la mayoría por insolación y un varón por un golpe que se dio en la cabeza cuando tropezó con una tumba.
El panteón ya está al tope de su capacidad, los que recién llegan a ser sepultados es porque cuentan con un lote familiar pero para andar por el lugar hay que pasar sobre las tumbas.
El panteón data de mediados del siglo 19 y el registro más antiguo que se tiene en los archivos es el de un niño que fue sepultado en 1862 por sus padres que eran arrieros, ya que Chilpancingo era un paso obligado para ir del Puerto de Acapulco a la ciudad de México.
En el acta se menciona que el niño murió por la enfermedad del aire que unos dicen que pudo ser pulmonía pero lo cierto es que el niño tuvo que ser sepultado en este panteón y aunque es el registro más antiguo, no fue el primero.
De la tumba del niño, los trabajadores del cementerio dicen que se localizaba justo en la entrada pero al paso de los años se fue deteriorando, la lápida se hizo polvo y un día alguien tenía que enterrar a algún familiar y cavó y no encontró restos humanos, entonces enterró a su difunto. Y ese, dicen, es el destino final de todos, hacerse polvo.

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