Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge Camacho Peñaloza

La ley de la selva

Yo prefiero el disciplinamiento jurídico de la fuerza. Sartori

La política como actividad humana empezó a surgir hace miles de años en un intento de resolver pacíficamente las diferencias entre los grupos sociales, el problema de la organización de la sociedad y el del ejercicio de un poder que se colocara por encima de todos los poderes individuales o grupales.
Llegó el momento en que esa actividad empezó a tomar forma en acuerdos, convenios, leyes e instituciones, a través de los cuales la sociedad garantizaba no sólo procesar sus diferendos y conflictos sino mantenerse cohesionada contra todo aquello que pusiera en riesgo su integridad como colectividad, así como la de cada uno de sus integrantes, ante amenazas internas provenientes de sus miembros o del exterior que la colocara en situación de autodestrucción.
La política surge como un intento de domesticar la ley de la selva en la que prevalece el más fuerte, el que tiene los ejércitos más grandes, el que posee medios o recursos para el sometimiento violento de amplias capas de población, y nace como un gran convenio de autoprotección entre los integrantes de una sociedad a través de leyes e instituciones.
La violencia que estamos viviendo en todo el país representa un atentado a la política, así ni más ni menos, un atentado que muchas veces sale de la misma política en la que actúan autoridades corruptas y coludidas con la delincuencia organizada, quienes están imponiendo a la política la ley de la selva, sustituyendo a las instituciones encargadas de la distribución de la riqueza, de la seguridad y la justicia mediante los secuestros, extorsiones, pago de piso y cuotas de seguridad.
La violencia, la ley de la selva, es una antítesis de la política, por eso no compartimos que se diga que es plausible que la ciudadanía se arme de buenas a primeras para defenderse de la amenaza de la delincuencia organizada, decir eso es un retroceso de miles de años a la lenta construcción de lo que es la política.
Lo que está pasando en Huamuxtitlán, Olinalá y Cualac, en parte de la Costa Chica y Montaña Baja, en donde ciudadanos se están organizando para autodefenderse no es loable sino una muestra de que las instituciones, el Estado y la política sencillamente no están funcionando.
Reconocer que la ciudadanía se organice para tomar las armas equivale a reconocer la ley de la selva, que la política no sirve, que el Estado es una ficción y que lo que vale es el calibre de las armas que portes; de ninguna manera se puede permitir que la ley de la selva sea la que prevalezca.
Es mejor reconocer que el Estado, las instituciones, se han debilitado, que ya no garantizan el orden, la seguridad plena, el bienestar, la justicia, el progreso, para plantear su verdadero fortalecimiento, su saneamiento desde adentro de los cánceres de la corrupción, simulación, sectarismo, ineficiencia y falta de conocimiento de la política.
Resulta igual de reprobable que tanto la delincuencia organizada trate de imponer la ley de la selva y que los ciudadanos se armen para autodefenderse, como no reconocer la actual incapacidad del estado para  garantizar que prevalezca la política como actividad y conjunto de instituciones y leyes para someter y domesticar a la ley de la selva, y hacer algo por que el Estado recobre su salud y fuerza.
Desde el Congreso del Estado tenemos que hacer más que simples exhortos, hacer una revisión exhaustiva de la vigencia de las leyes, reformarlas y vigilar su cumplimiento, eso es lo que debemos hacer quienes tenemos una responsabilidad pública y no alentar la ley de la selva sino la ley de leyes: la política.
Vuela vuela palomita: Y ve y dile a mis colegas que no se hagan con la agenda legislativa de la sexagésima, ¿o qué vamos a seguir sin ton ni son cada quien con lo suyo? No más es pregunta.

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