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Sin hacer gastos excesivos y para descansar, visitan turistas de Canadá la playa Papagayo

Salvador Serna

Originarios de la ciudad de Quebec, Canadá, los integrantes de la familia Deverou eligieron disfrutar este lunes de las bondades del sol, mar y arena de la playa Papagayo.
Los canadienses, todos de la tercera edad, se insertaron entre los pocos turistas nacionales que decidieron prolongar su estadía hasta ayer por la tarde noche. La diferencia es que los francocanadienses no llevan prisa por regresar a su lugar de origen, el país de la hoja de Maple, sino que lo harán hasta que finalice marzo.
“La cerveza mexicana es sabrosa, solamente tomo 3 o 4 en todo el día. Mido mi consumo porque prefiero una buena comida. Spaghetti boloñesa es mi favorito y eso que no soy italiano”, dice Vincen Deverou, un jubilado de 73 años de edad. Un anciano muy alto y fuerte.
Vincen Deverou deja la mesa de sus familiares Jean, Francois, Michel y Edith, todos con los mismos apellidos.
De repente a la conversación se les une un viejo conocido de nombre Eric Laparade, quien revela ser de la ciudad de Toronto: “Nos conocemos desde hace 20 años, aquí en Acapulco nació la amistad”. Acto seguido se retira y camino rumbo al hotel Avalon y desaparece entre la gente.
Las mujeres Michel y Edith casi no gustan de participar en la conversación con sus otros parientes. Todos se dirigen en francés y por ahí se les escapa una palabra en inglés, muy conocida en estos momentos.
Hablan del supertazón que ayer ganaron los Gigantes de Nueva York a los Patriotas de Nueva Inglaterra. Sin embargo el comentario no da para más y prefieren charlar del hockey sobre hielo, considerado el deporte nacional canadiense por excelencia. Del equipo de baloncesto de los Raptors de Toronto ni tocan el tema.
Al transcurrir la primera media hora, Jean me pregunta el porqué de la entrevista y la observación hacia su grupo de amigos. “Es para una página de sociales”, le contesto en broma. No logro contagiarlo con mi chiste y Jean me da la espalda y se tira a descansar a la arena.
Vincen regresa y le pregunto qué van a hacer en la tarde. El canadiense primero toma su toalla, se seca, le da un sorbo a su botella de cerveza que ya está caliente. Vuelvo a iniciar la conversación y me dice que no sabe. Le recomiendo que vayan a La Quebrada, obvio una referencia de Acapulco. Vincen se me queda viendo y me dice que ya han ido demasiadas veces. Me quiere explicar la historia del famoso alcantilado pero, una vez más, la vendedora ambulante de camarones Express lo interrumpe.
Llega un trío musical, pero no le hacen caso. Demasiada cara la canción a 20 pesos. Los músicos se la rebajan a 10 pesos pero no así. Francois, sarcástico, les dice que si se saben la Marsellesa. Los músicos se quedan extrañados y mejor se retiran y se van con una familia mexicana.
Así son los canadienses, a veces gentiles, las muy pocas. La mayoría serios y volubles cuando de platicar o gastar dinero se trata. En fin, peor es nada dicen los meseros de playa Papagayo, que no pierden la fe, “con que me dejen 10 pesos de propina ya la hice”.

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