Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

José Gómez Sandoval

POZOLE VERDE

* Agripino y los demás

Dedicado a José López Estrada, Pepín.

Pura buena vibra

En secundaria tuve en mis manos Papel para el silencio (1966), de Agripino Hernández Avelar. Me gustó, y poco después me hice de Laurel de los amantes (1969), una sencilla pero bella edición en cuya portada café destacaba, en negro, la figura de una pareja unida en un abrazo vegetal que remitía al amor humano como parte de la naturaleza y del amor universal. Y sí, de un abrazo mundial hablaban los poemas de ese tal Agripino Hernández Avelar. Por sus versos transcurrían personas, paisajes y ciudades reconocibles pero sustantiva y heroicamente transformados por la nueva vibra del poeta calentano.
Ya en prepa, para mí AHA era el panteísta que desechó el realismo folclórico y patriochiquero y nos dio, a los lectores guerrerenses, los primeros registros poéticos modernos… En el prólogo que escribió para el primer poemario de Agripino, Vigilia en la tierra (1965), Salvador Novo evade hablar del analfabetismo, la pobreza y el retraso generalizado del estado de Guerrero, así como de la tradición poética provinciana, y en un contexto digamos universal establece diferencias entre un versificador y un poeta y refiere que “la vocación poética surge en los jóvenes por tal extremo nebulosa, que al empuñar el instrumento con que ingresan en la sinfonía de sus predecesores, ellos mismos no saben si alcanzarán a singularizarse como creadores o si en la creencia narcisista de que lo son, no contribuyen a la música universal sino con la modestia de su dominio del oficio verbal”.
Novo plantea un tercer caso: “Una síntesis, como en la dialéctica: el del poeta que no con desdén, ni con abdicación ante ellas: sino con absorción de las formas antiguas, lo que ese propone no es la ilusión de innovarlas, sino la muy justa ambición de cruzar el puente entre el pasado que aquellas representan y el momento en que el hombre reacciona estrujado por la fuerzas eternas, y se expresa en el lenguaje que entenderán las almas afines de su tiempo”.
Y aquí es donde Novo dice que “éste, plausible, es el caso de Agripino Hernández Avelar, en quien saludo, jubiloso, a un joven y auténtico poeta de robusta y limpia inspiración”.
Tal fue el primer espaldarazo que recibió el bardo arcelense, a los 35 años de edad. Luego vendrían los poemas de los libros que cité y El Corazón habitado (1972), Esta es la luz (1973), Arcelia al pie de la tierra (1997) y La rama oscura (1998), y los cuentos de Están ladrando los perros (1998).
Después de Novo, en 1972, el temido Rubén Salazar Mallén todavía se referirá al “emplazamiento” que “da su originalidad a AHA y lo que le permite suscitar extrañeza; pero detrás de todo ello hay, sin duda, una sensibilidad que quiere beber en sus propias fuentes y que no apaga su sed con el agua con que todos la apagan”, y en el prólogo a Laurel de los amantes Horacio Espinosa Altamirano afirmará que, “reunida al conjuro silvestre y al abolengo de una juventud que se desplaza sobre la abundancia y el hechizo, esta poesía de AHA viene a establecer un paréntesis sonoro en la lírica mexicana de estos días”.

Rímbora

Los tres primeros poemarios y los cuentos fueron publicados por Ediciones Rímbora. Rímbora se llamaba el grupo que el joven Agripino conformó con escritores que cursaban con él la Escuela Normal Superior de México. Alejandro Miguel afirma que Rímbora es “un invento de Alejandro Miguel”; en otro lado, Agripino dice que eran cinco los miembros del grupo, y por allá José Rodríguez Salgado menciona a ocho integrantes. Alumnos todos de la Escuela Normal Superior, tomaban clases con Arqueles Vela y Ermilo Abreu Gómez y organizaban diversas actividades culturales. Afirma José Rodríguez que Agripino era el más constante y publicador y que Rímbora tiene en él “su mejor momento por el valor y la aventura espiritual”. “Ignoro –añade– si el maestro Hernández asistió al sepelio de múltiples escuelas poéticas o firmó el acta de defunción de nuestro grupo, pues nadie ignora que las escuelas, que los clubes… se disuelven solos, quedan, como afirma Jorge Cuesta: ‘los individuos que han superado… la madurez… sólo dura la obra que puede corregirse y prolongarse, lo que puede repetirse pronto muere’”…

Lo que dicen los demás

Entre los cuatro libros que publicó Escritores Guerrerenses está Reunión del mar, que conjunta poesía y prosa de AHA y que sorprendentemente carece de fecha de impresión. El libro trae opiniones de diversos autores sobre la obra de AHA, unas muy valiosas, otras sólo informativas y algunas de a tiro repetitivas. Extraña que nadie, ni por asomo, mencione la enorme influencia que el sentido panteísta de la naturaleza y el estilo de Pablo Neruda ejercen en la poesía y aun en la prosa de Hernández Avelar. Más sorprende que a pesar de que los cuentos ocupan más de 110 páginas, a nadie le merecen un solo comentario. Entre éstos, hay pocos temas pero varios estilos de narrar. Varios relatos de amor de recuento, esperanza o despedida nos recrean en la llamada prosa poética, pero la falta o dilución de la anécdota los vuelve conjuntos de bellas metáforas encimadas y sin aparente dirección. Cuando una historia los vertebra, los relatos brincan al realismo con menos tropos pero mucha mayor efectividad.
Agripino (1930) asegura que “la historia de mi vida cabe en una sola cuartilla y queda espacio para mis memorias”, y hace una breve ficha autobiográfica: “Soy originario de Arcelia, Guerrero –apunta–, hijo de campesinos pobrísimos y campesino yo mismo hasta principios de mi adolescencia, época en que el profesor Antonio Sánchez Molina me trajo a estudiar a la ciudad de México”…
Reconoce que su vida “ha sido muy simple” pero que la endulza bailando y escribiendo: “Hasta los momentos más inesperados son propicios para el poeta; porque el hambre es fuente de ingenio y el no comer, también. El poeta no espanta: escribe porque no tiene otro camino. El poeta es irremediable, como las alboradas de mi tierra; el poeta vive para eso, para ser poeta y nada más, mejor dicho para todo lo demás; porque el poeta no sabe lo que es poesía, ni necesita saberlo; él deja el mensaje y ya eso basta; lo demás que lo digan los demás”.
Y lo que dicen los demás es espléndido.
El citado Espinosa dice que la poesía de AHA es un “singular hito de música, porque ante la afrenta y circunstancias que hemos contemplado, la palabra se ajusta espuela y ciñe espada para lanzarse por los mundos de la imagen a cazar y condenar signos protervos, sistemas de alambrada y cerrojo, pues es la hora de los ángeles guerreros y la voz colmada en varonía; y HA de pronto y en medio de arcabuces y luminarias ha iniciado este himno amoroso que sube e incendia las hojas enramadas de la sangre, que sitúa en el mediodía de los sentidos y la trascendencia inigualable e instantánea del reconocimiento y la caricia articulada.”
Asegura que la“frondosidad verbal” de Agripino, “y su incontinencia nos conducen por una geografía alucinada que ha asimilado las vertientes del surrealismo, bisnieto predilecto del romanticismo”, sin excluir “los substratos mediterráneos del Cantar de los Cantares…
“El poeta se ha fugado por medio de los hilos de un amor que se cumple y se arma en sí mismo. Ha deslindado este vivir a dentelladas de su patrimonio silvestre, porque el mundo es simple y radicalmente amargo, porque la conspiración contra la calidad humana y la vocación de autonomía reviste formas tan cambiantes y huidizas, tan persistentes y tangibles como si se tratara de un Proteo vesánico y monstruoso”.
En 1965, Alejandro Miguel todavía decía: “Corremos hacia el futuro: hacia el socialismo vamos”, y afirmaba que “AHA no quiso escapar de esta realidad. Llegó a la tierra cuando era niño indefenso; para sobrevivir fue salteador de insólitos caminos; a salto de mata anduvo hasta que nombró a sus padres de Arcelia… más puros que el aire y titulados de pobres en la universidad de su pueblo. Sin más cobertor que su pobreza y con sus antecedentes, Agripino no ocultó su poderío y le tomó placer al oficio: poeta. Siguió haciendo de las suyas; niño sin juguetes, seguía asaltando para tenerlos y repartirlos. Una vez que la luna se cayó, Agripino la escondió debajo de su camisa; no soportó la vergüenza de estar con ella… y la regaló a sus novias. En otra noche de heroísmo pensó que le sobraba ropa; desgarró su único vestido: la piel, y aventó los poemas al cielo con tan buena puntería que dieron en la tierra. Estas dos direcciones desde entonces sigue su voz:
“1. Seda en la voz paloma que surea en el ribazo del amor.
“2. Alambre al rojo vivo de púas que no canta sino estalla sobre las carnes del lobo.
“A veces brujo, a veces guerrillero, luego sátiro, después mono aullador, este poeta cuando escribe se rebana cuanto tiene y lo demás. Come piedras, domestica niños, se saca colibríes, va a los mítines por la Paz, hace inventarios, sana las heridas de los negros en EU; es un poeta del siglo veinte, y aunque de semblante adusto como la tierra que ama, conversación por gotas, más bien imagen de solitario, ojos de asombro que han visto mucho y esperan ver más, Agripino no pule la piedra solo: tiene hermanos, es hermano…

Un ser humano excepcional

Alejandro Miguel es el maestro extraordinario que durante muchos años dio clases en la ENS y en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero. Maestro de avanzada, presumía de crítico literario rudo y hasta grosero, pero terminaba encontrando formas de estimular a los escritores novatos. Él mismo hizo famosa la anécdota en que una ex alumna lo encuentra y le pregunta: “Y ¿cómo está, maestro?”, y él, que usaba bastón para desplazarse, responde: “Bien. ¡Todavía cojo!”… Autor de varios libros de poemas amorosos y sociales de corte y rasga, el maestro dice que dicen que Agripino ha sido siempre hombre y poeta y que se le ha visto transmigrado de época a época y de lugar a lugar: “De ahí su seriedad –apunta– para contar estrellas y embarrar su corazón por los caminos; de ahí su autenticidad y su constante y sonante galopeo en los lomos y grupas del poema”.
“Acusad a Agripino de todo, menos de falsificador de la palabra… El poema se le para enfrente, ambos se saben reconocer y se dedican a todo y lo demás, siempre hasta el colmo de la verdad… Agripino y su poema integran una unidad… Acusad, pues, a Agripino Hernández Avelar de todo, hasta de poeta auténtico”.
Eso de “Agripino y su poema integran una unidad” nos remite al ser humano amplio y generoso que es el poeta calentano, y a la sencillez con que se conduce en la vida. Cuenta Juan García Jiménez que cierto día llegó ante él el joven Agripino –que “endominga la palabra”– y preguntó si interrumpía.
“Jamás –respondió Juan–: siempre estoy dispuesto a escuchar a un alto poeta…
–Lo leeré…
–Ya seremos dos lectores.
–Tres.
–¿Quién es el otro?
–Su corruptor de pruebas…”
Antes, mira a AHA “humilde a tal grado que podría ser la encarnación de la sencillez, lanza su lírico mensaje al viento, seguro de hallar en ambientes de ternuras eco de su proyección espiritual”…
Y –según Alejandro Miguel, el más constante y fiel lector de Agripino– “los poemas de AHA proponen varios caminos al ser. Se puede ser a través del ‘fuego, sueño o palabra’. Pero fundamentalmente se puede ser a través del amor. Esta es la idea central de estos poemas”.
Sencillo y amoroso, AHA es el poeta de la naturaleza y el pueblo, el proverbial promotor de la cultura de Tierra Caliente y el buen amigo que hasta cuando saluda hace poesía de la amistad. Ya conté aquí cómo Lorenzo Esteban le llevó sus poemas, para que le diera su opinión, y cuando volvió el maestro lo recibió con sus poemas publicados bajo el título de Alas al viento, con el agregado de que el poemario lleva una presentación donde el propio Agripino dice cosas maravillosas.
Él lo pidió: una muestra de lo que decimos de él y su poesía los demás.

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