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Explicaría la agresividad de ciertas personas un trastorno neuroconductual

Natalia Vitela / Agencia Reforma

Ciudad de México

Un trastorno neuroconductual podría explicar el impulso agresivo que lleva a ciertas personas a cometer actos criminales. Según estudios de Feggy Ostrosky-Solís, directora del laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la UNAM, tres de cada 10 internos en las cárceles del país tienen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
La neuropsicóloga ha logrado identificar además etapas críticas en su in-vestigación, una de ellas es la pubertad, cuando se adhieren a pandillas y ya no es posible dar marcha atrás.
El estudio de Ostrosky-Solís comprende 350 individuos, a quienes les ha aplicado pruebas nueropsicológicas, genéticas y de neuroimagen. De éstos, 270 son internos y 80 de control, es decir, población que no ha cometido crímenes.
“Encontré que había un 35 por ciento de internos con TDAH en las cárceles de todo el país. El propósito es saber qué genera estos individuos violentos para tener medidas preventivas”, informa.
El TDAH es un padecimiento que provoca desorden en el comportamiento debido a una falla de atención apropiada o hiperactividad e impulsividad; es un trastorno incurable, pero que se puede mantener bajo control con un tratamiento integral que incluya terapia psicológica, pedagógica y farmacológica.
“Se presenta desde antes de los 6 años y se manifiesta diferente en cada etapa de la vida. Los niños con este trastorno son desobedientes y tienen dificultades para acatar normas. En la adolescencia son impulsivos y en la etapa adulta sigue presente. Se controla, pero está ahí”, acota la neuropsicóloga.
Según la especialista, el primer periodo crítico se presenta a los 3 años, “porque son insoportables”. El segundo en la edad preescolar, porque les cuesta mucho aprender a leer, pues el aprendizaje de la lectoescritura requiere de atención y concentración; también se requiere de madurez de las áreas del cerebro que conectan la parte visual con la auditiva. “Él de ellos es un cerebro diferente. No aprenden a leer y empiezan a ser hostilizados, dicen: ‘Soy el burro del salón’”.
Y el último se manifiesta en la adolescencia, entre los 11 y 13 años. “Ahí, un alto porcentaje de los que entrevisté se asociaron a pandillas. En las pandillas son valorados porque son los peores. Les dicen: ‘Hay que matar a éste’ y lo matan, no piensan a quién van a matar o lo peligroso que es. Se vuelven líderes por ser los más violentos. El perfil neuropsicológico que me he dedicado a obtener ayuda a ver el impacto del problema de atención y de la autorregulación en diferentes tareas, como la capacidad de planear y organizar. Se tiene que presentar el trastorno en dos medios diferentes, porque puede ser que el niño en la casa sea un problema, pero en la escuela no, esto significa que el problema es la casa, no el TDAH”, explica.

Atención oportuna

La conducta antisocial es un rasgo del TDAH, este síntoma se ha observado entre el 20 y 30 por ciento de los casos de personas diagnosticadas con esta condición. Por ello, detectarlo a tiempo cobra doble importancia, pues al tratarlo con oportunidad se garantiza la calidad de vida de quien lo padece y podrían prevenirse conductas violentas.
El trastorno tiene un fuerte componente genético, explica la también autora de Mentes asesinas; un porcentaje menor de personas puede presentarlo debido a problemas en el nacimiento, como falta de oxigenación, lo que provoca que se afecten estructuras relacionadas con la atención y la regulación de la conducta.
Ostrosky-Solís señala que a los niños con TDAH les cuesta trabajo seguir instrucciones, son desafiantes, hacen berrinche, no se pueden mantener en una tarea de forma permanente y son muy impulsivos. Por ello, ante estos síntomas, lo ideal es acudir con el paidopsiquiatra o neuropsicólogo para hacer un diagnóstico con base en escalas comportamentales, pues hace énfasis en que la correlación no implica causación.
Información:
www.proyectodah.org.mx

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