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Humberto Musacchio

Josefina: más de lo mismo en femenino

Josefina Vázquez Mota arrolló en la elección interna del PAN, lo que no es poca cosa si se piensa que el delfín de Los Pinos contó con todas las ventajas. Al triunfar con más de la mitad de los votos emitidos, sus panegiristas y algunos despistados ya ven a la ex titular de la SEP como ganadora en los comicios de julio, sin embargo, para lograrlo deberá mostrar que es capaz de cambiar el rumbo del país.
De entrada, los propagandistas de la señora Vázquez Mota suponen que resulta una ventaja el que sea mujer. Habría que recordar que es la quinta fémina que va en busca de la Presidencia de la República, pues antes que ella fueron candidatas Rosario Ibarra de Piedra, Marcela Lombardo, Cecilia Soto y Patricia Mercado. Los resultados obtenidos por todas ellas, pese al relativo éxito de algunas, han quedado apenas en el terreno de lo anecdótico, de lo intrascendente.
A diferencia de las anteriores, la concurrencia de Josefina Vázquez Mota a la elección presidencial no tiene el carácter meramente testimonial de las mujeres antes mencionadas. Esta vez se trata de una candidatura con verdadera probabilidad de triunfo, siempre y cuando entren en juego diversos factores que puedan resultar determinantes.
Vázquez Mota es una funcionaria que tiene méritos indudables: a su paso por la Secretaría de Desarrollo Social y luego por Educación Pública se supo rodear de colaboradores como Rodolfo Tuirán y Miguel Székely, capaces de aportarle la consistencia técnica de que ella carece. En el sexenio pasado, cuando Andrés Manuel López Obrador empezó a desplegar sus políticas sociales, Vicente Fox externó opiniones descalificatorias, pero Josefina mostró más agudeza política, pues entendió que no podía minimizarse lo que estaba haciendo el tabasqueño y logró que los presupuestos federales se fueran ampliando para llevar diversos apoyos a la población.
Con todo, la sagacidad política de la candidata panista no la ha llevado a modificar su visión clasista. Por ejemplo, es partidaria de que la educación pública, por lo menos la superior, sea pagada por los estudiantes o sus familias, sin entender que se trata de un mecanismo redistributivo que en un país como el nuestro resulta vital para las mayorías sociales.
Es una panista capaz de dialogar con representantes de las fuerzas políticas más diversas, lo que está muy bien, pero fatalmente se encuentra atada a los prejuicios de la derecha, a la inaceptable y ahistórica mezcolanza entre religión y política, como lo muestra el llamado que hizo para el día de la elección interna de los azules, cuando recomendó a sus partidarios que fueran a misa y luego a votar, y al parecer así lo hicieron, aunque el 53 por ciento obtenido por Josefina se encoge cuando se sabe que votó menos de la tercera parte del padrón de su partido.
En una campaña nacional, de cara a la ciudadanía, sus llamadas a misa le pueden resultar contraproducentes, pues hay en el pueblo mexicano la suficiente madurez para entender que la política y la religión son campos distintos y que no es confiable un candidato o candidata que pretende manipular con las creencias.
Y lo principal: Josefina tendría que pintar su raya frente a las políticas más impopulares e ineficaces de Felipe Calderón. Pero empezó haciendo lo contrario: ya anunció que si triunfa mantendrá al ejército en las calles y seguirá la matanza que ya ha causado alrededor de 60 mil víctimas. Ese anuncio muestra falta de sensibilidad política e incapacidad para deslindarse y aparecer como una candidata que vale por ella misma. De seguir así, su único destino es la derrota.

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