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En nuestros pueblos no hay robos, podemos caminar sin miedo: Policía Comunitario

Zacarías Cervantes

Miahuichán/San Luis Acatlán

Don Marcelino Cano de los Santos camina a paso lento. Sus 65 años y la vida difícil del campo le impiden tener la misma agilidad que sus compañeros policías comunitarios jóvenes. Sin embargo, en tono orgulloso suelta “pero tengo el corazón y la misma valentía que ellos para ser comunitario”.
Es de Alacatlatzala, municipio de Malinaltepec. Viste orgullosamente su pantalón y su playera color café con la leyenda “Policía Comunitaria”. Junto con los aproximadamente 800 policías comunitarios desfiló y presentó armas este 25 de noviembre, como parte de las actividades del 17 aniversario de la corporación indígena.
Con su escopeta calibre 12 al hombro, Don Marcelino llegó al último a la entrada de esta comunidad, desde donde salió el desfile de las 10 secciones que integran las sedes de Espino Blanco, Zitlaltepec, San Luis Acatlán, y ahora también de Ayutla.
Los más jóvenes llegaron primero para integrar las tres filas a lo largo de más de un kilómetro. Los de edad avanzada llegaron después pero de inmediato se intercalaron en la fila que les correspondía. Así marcharon aproximadamente 5 kilómetros desde la entrada de la comunidad hasta la explanada de la comisaría municipal donde se realizó la plenaria de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC).
En lo que comenzaba el desfile, don Marcelino contó al reportero, “me gusta ser policía comunitario, en mi pueblo hay muchos jóvenes que no quieren participar, pero yo hasta tres veces he sido. Me siento ya grande pero con la fuerza suficiente para ser policía” dice mientras empuña el arma que también ya se ve desgastada por los años.
Como muchos de los elementos de la corporación indígena, Don Marcelino desconoce el proceso de formación del sistema de justicia comunitario, que se construye paso a paso, asamblea tras asamblea desde hace 17 años, a través de múltiples discusiones en las asambleas locales y luego en las Asambleas Regionales, lo que ahora refleja la importancia del consenso y del ámbito colectivo para los pueblos que viven en esta región.
Sin embargo, como la mayoría de los elementos, Don Marcelino sabe que la Policía Comunitaria es la corporación que ha traído paz a estos pueblos y que gracias a ella se han reducido los delitos, pues dice al reportero, “en mi pueblo ya no hay robos, podemos caminar sin miedo en la carretera, en los caminos ya no hay quien nos robe, quien moleste a nuestras mujeres, eso se acabó, ya no hay nada”.
Mientras el anciano mixteco espera que los coordinadores de su tercera sección den la orden de comenzar la marcha, posa el pie izquierdo sobre una roca y con la mano derecha descansa el resto del cuerpo sobre la escopeta culata al pavimento.
Dice en un español apenas entendible, “tengo valor, tengo mi gusto de ser policía, hay uno joven que tienen pocos años y no quieren ser policías. Son flojos, no quieren andar, pero nosotros tengo feliz para andar aquí”.
La Policía Comunitaria se sustenta y se fortalece precisamente en gente voluntaria que tiene ese espíritu comunitario.
–¿Lo nombraron o usted pidió ser policía comunitario?, –se le pregunta al uniformado.
–Un comisario me nombró, pero ese ya salió, entró otro y a ese le pedí yo que siguiera siendo policía.
Aún cuando en las comunidades bajo el sistema de seguridad y justicia los conflictos más graves siempre se resuelven en el seno de la asamblea y el pueblo determina las sanciones, los argumentos de los policías para la toma de las decisiones son siempre importantes.
“Nosotros como policías no mentimos, decimos la verdad, así nos han enseñado, no podemos acusar a naiden’ así nomás, es el pueblo el que lo señala y nosotros solo decimos como lo encontramos y lo agarramos”, explica.
Don Marcelino relata que es el pueblo el que finalmente se hace responsable de impartir la justicia, a través de la asamblea, también del consejo de ancianos o principales, las personas de más sabiduría y respeto.
A lo lejos se escucha ya la orden de uno de los coordinadores, “incorpórense compañeros en columnas de tres”. Minutos después hay nuevas órdenes: “¡tercera sección, presenten armas!”. “¡descansen armas!” Don Marcelino se despide y se intercala a prisa en la primera fila donde van sus compañeros policías de Alacatlatzala, con la escopeta apoyada en el hombro, el cañón apuntando hacia arriba y la culata en la palma de su mano.
Todavía alcanza a decir, “no estoy joven pero tengo valor, ya le dije”, a manera de respuesta al reportero que le pide una anécdota que recuerde como policía comunitario.
Dentro de la estructura de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias el policía comunitario es el primer eslabón pero igual de importante que los de niveles superiores.
La CRAC  es como el cuerpo de los principales, mientras en la Asamblea Regional se llevan los casos más difíciles para que las resoluciones se tomen colectivamente: “esto para impedir que se cometan errores o arbitrariedades en la impartición de justicia”, explica Valentín Hernández, asesor de la Casa de Justicia de San Luis Acatlán.
La Coordinadora se articula de manera horizontal. Sus principios son: investigar antes que procesar, conciliar antes que dictar sentencia, reeducar antes que castigar, no hacer distinción de edad, sexo, color, religión y grupo social, impartir una justicia pronta y expedita”.
Aunque en las asambleas regionales se tratan solamente temas relacionados con la seguridad y la justicia, su funcionamiento desde hace 11 años representa un gran avance con respecto a la coordinación a nivel amplio entre las comunidades, proceso que finalmente está construyendo un territorio propio, en donde se está dando un proceso de autonomía compartido en lo que concierne al ámbito del control del territorio y la impartición de justicia, según los documentos repartidos en este 17 aniversario de la CRAC.
“Las personas que son juzgadas por la Coordinadora Regional reparan su falta con trabajo social a favor de las comunidades integradas al sistema. De acuerdo a la duración de la reeducación que le viene dictaminada, los presos cumplen con 15 días de trabajo en una comunidad y después son trasladados a otra, esto hasta acabar con el tiempo a cumplir”, dice el documento.
Y luego se concluye que a pesar de que siempre los gobiernos estatales trataron de desintegrar las estructuras de gobierno y de organización indígena, “estas siempre se mantuvieron vivas en las comunidades, y son las que ahora dan contenido, fuerza y  legitimidad a nuestro Sistema de Justicia y Seguridad Comunitaria”.

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