Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge Camacho Peñaloza

Termina un ciclo

Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes.
Isaac Newton

Hoy termina un ciclo para la vida política del país, termina la administración del presidente Felipe Calderón, los análisis y las voces críticas no se han hecho esperar; la evaluación, la calificación, las despedidas, el resultado y el consenso de los opinadores públicos contundente, el sexenio del presidente Calderón será recordado por la violencia que arrojó el combate al crimen organizado, por los numerosos episodios de sangre, violencia y enfrentamientos entre los integrantes de los diferentes grupos delincuenciales y las fuerzas armadas del estado.
El problema del crecimiento del crimen organizado desde los años ochenta es real, el consumo de la cocaína fue creciendo en los principales centros de consumo de esta droga ubicados en Estados Unidos y con ello el negocio de su tráfico desde Sudamérica, su paso por nuestro país, su cruce por la frontera con el vecino país del norte y hasta su llegada a los centros de distribución y consumo en Norteamérica.
El negocio del narcotráfico empezó a ser tan fructífero que, ante una economía en crisis desde los ochentas muchas personas vieron en él una oportunidad no sólo de empleo sino de inversión y de enriquecimiento desde el poder político, gente normal, y poderosos empresarios y políticos de todos los partidos le entraron al negocio lo que empezó a corroer no sólo a la sociedad sino al gobierno, emporios construidos de la noche a la mañana, políticos corruptos y coludidos, policías penetradas y aliadas con el crimen organizado empezaron a ser una realidad lacerante para el país y de riesgo para la paz social y estabilidad política.
Aunado a lo anterior, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 con el derribamiento de las Torres Gemelas en  Nueva York vinieron a recrudecer el problema y a impulsar el crecimiento del crimen organizado en nuestro país al sellarse o hacer más rígida la vigilancia en la frontera norte por parte del gobierno del Estados Unidos, ocasionando que los cárteles de la droga tuvieran mayores dificultades para meter la droga a éste país, lo que detonó el inicio de la guerra del narcotráfico entre los diferentes grupos delincuenciales por el control de las principales ciudades del país consideradas a partir de entonces como puntos de venta o plazas controladas para la venta de droga.
El derribamiento de las Torres Gemelas significó que México pasara de ser un territorio de paso, de trasiego de drogas, a un verdadero mercado de venta y consumo de drogas, detonando con ello toda una red de crimen organizado peleando por el control territorial del país, en el que empezaron a participar con mayor determinación la misma sociedad, familias enteras, desempleados, ninis, misses, empresarios, generales del ejército, policías, políticos, representantes populares de todos los partidos, funcionarios públicos y hasta gobernantes.
Con el crimen organizado penetrando en la sociedad, en la esfera de gobierno, peleando violentamente por las plazas, ¿qué tendría que hacer el gobierno federal?, ¿replegarse?, ¿ser omiso?, ¿enfrentarlo y cimentar las bases para controlarlo?
A partir del entonces el gobierno federal encabezado por el PAN, empezó a poner mayor atención a las políticas de seguridad pública en términos de presupuesto, de creación de instituciones de seguridad pública, del Sistema Nacional de Seguridad Pública, capacitación, profesionalización y certificación policial, etc., lo que sin lugar a dudas vino a fortalecer institucionalmente y el estado de fuerza en la materia. Sin embargo, el problema sigue ahí.
El problema de la violencia y del crimen organizado, de su guerra interna y del combate directo e institucional por parte del gobierno del presidente Felipe Calderón, sí es un problema real, que ha costado vidas y muchas inocentes, pero el que sea recodado como sexenio de violencia es un fenómeno de percepción y de lucha política e ideológica.
Toda opinión es un argumento, una posición ideológica, una forma de ver las cosas, no la realidad misma, por eso todas las opiniones finales sobre el gobierno que acaba hoy merecen respeto pero no necesariamente todas son justas, objetivas, realistas, sino acusaciones desde trincheras ideológicas, partidistas y provocadas por el amarillismo informativo.
Sin medios interesados en mostrar más los hechos de violencia, el gobierno de Felipe Calderón podría ser recordado como en el que más vivienda de interés social, carreteras y hospitales construyó, como el que más ha combatido la pobreza con programas subsidiarios como el Seguro Popular, o como el que más becas distribuyó o como el que más ha avanzado en el ordenamiento de la administración pública.
Por mencionar algunas cifras en el terreno de la economía, el aumento acumulado de precios en la década de los ochentas fue de 15.062 por ciento, en la de los noventa de 40.1 por ciento y en la pasada con dos gobiernos panistas fue de 55 por ciento; el PIB per cápita en los 80 fue de 2 mil 959 dólares promedio anual durante la década, en los 90, 4 mil 870 y en la pasada década fue de 8 mil 326 dólares promedio anual; la devaluación del peso en la década de los 80 fue de un 12 mil 576 por ciento, en la de los 90 de 221% y en la década pasada de gobiernos panistas fue de 31 por ciento.
En la década de los 80 el peso de la deuda pública externa respecto al PIB fue del 60 por ciento, en la de los 90 de 27.5 por ciento y en la pasada de gobiernos panistas fue de 9.7 por ciento; en lo que respecta a las reservas internacionales, al finalizar la década de los setentas en 1980 se tenían 25 mil millones de dólares, en 1990 había 58 mil millones, en el año 2000 hubo 42 mil millones y en el año 2010 había 113 mil millones de dólares.
Estos números no son fácilmente leídos por el ciudadano común pero reflejan la realidad, no son impactantes ni atraen el morbo como una nota de ejecutados o criminales detenidos, pero hablan más del rumbo en que va nuestro país; lo cierto es que “haiga sido como haiga sido” México ha avanzado y mejorado en la última década respecto a las dos últimas del siglo pasado, hay más democracia electoral, más transparencia, tolerancia a la diferencia ideológica, menos corrupción, más eficiencia en la administración pública, más atención a los grupos vulnerables, la pobreza social que depende de la acción compensatoria de las políticas públicas ha disminuido, aunque no así la económica que está en función de los mecanismos del mercado y de la economía.
En fin, hoy termina un ciclo, estoy convencido de que México es mejor que hace 12 años y que hace seis, que lo que priva más en la opinión pública son las percepciones y opiniones ideológicas y partidistas que las verdaderas evaluaciones; lo que sea, con sus errores y desaciertos humanos y de conducción gubernamental, que los tuvo y muchos no menores, Felipe Calderón Hinojosa se dedicó a gobernar y a desplegar la fuerza del Estado en busca del bienestar de los mexicanos y no a manipular el resultado de la elección, está entregando el país al PRI, a un partido distinto al suyo, con estabilidad política, económica y social, esto es reconocido por el propio presidente que mañana entrará en funciones Enrique Peña Nieto como gobernadores de todos los partidos políticos.
Vuela vuela palomita: Y ve y dile a Felipe que yo si le tuve y le tengo Fe, que lo voy a recordar como un Presidente que se fajó los pantalones y trabajó, no como otros que se dedican a payasear y simular.

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