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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

* La República de Televisa

“Aunque faltan 15 meses para la elección constitucional, Televisa parece haber consumado su proyecto de construir la figura del presidente de la República. Ahora pretende algo más ambicioso. Quiere edificar la república misma. Quiere diseñar la clase de sociedad que Peña Nieto gobierne, el género de medios de comunicación que lo arropen, los criterios editoriales con que se transmita la información sobre la política de seguridad pública y las acciones del crimen organizado… Como si se tratara de un club gigantesco, Televisa se reserva el derecho de admisión a los territorios donde habitan los elegidos, el tipo de personas que protagonicen la vida pública… Nadie que no figure en el elenco preparado por Televisa tendrá existencia real”. Eso escribió hace año y medio el periodista Miguel Angel Granados Chapa. Se refería a la “Iniciativa México”, que entonces iba en su segundo año, y al Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia que fue lanzado entonces y que con el propósito de no dar voz a los grupos criminales imponía criterios restrictivos a los medios que lo suscribieron, en una especie de mordaza que pretendía ocultar ante la sociedad la violencia que agobia al país.
La Iniciativa México de Televisa es un programa que defiende una sociedad inmovilizada, “muda y quieta”, que desarrolla su fuerza solamente a través de proyectos individuales como los que promueve la televisora en sus pantallas, o mediante agrupaciones debidamente acreditadas, como a las que en los regímenes del PRI “se las autorizaba a funcionar siempre y cuando no infringieran las normas del respeto a lo establecido y de asentimiento a las concepciones políticas y sociales fraguados en lo alto y desde allí distribuidas al cuerpo social”. (La República de Televisa y La sociedad civil de Televisa, Proceso, números 1795 y 1796, 27 de marzo y 3 de abril de 2011).
El temor de Granados Chapa, en su doble vertiente del candidato y la república, se convertiría en realidad el pasado 1 de julio con la victoria priísta. Aunque por esas fechas Enrique Peña Nieto todavía no era candidato presidencial del PRI, ya estaba en marcha el dispositivo que habría de permitirle llegar a la candidatura y a las elecciones en las condiciones más ventajosas; Televisa tenía años difundiendo su imagen, y aún más años, toda su vida, aplicando en sus pantallas fuertes dosis diarias de mansedumbre y desinformación social.
Esa es la naturaleza y el contexto del triunfo de Peña Nieto, cuyas aspiraciones cobraron sentido y viabilidad por la concurrencia de Televisa (con el complemento de Monex y Soriana). Un poco peor, pues Peña Nieto llega a la Presidencia de la República como efecto no dé un proyecto político construido en el PRI, como tuvieron que hacerlo sus antecesores aun en el presidencialismo más exacerbado, sino como consecuencia de un plan elaborado en las oficinas y los estudios de Televisa, incluida la hábil operación por la que terminó contrayendo matrimonio con una actriz de esa empresa. El resultado es que con la toma de posesión de Peña Nieto como presidente, Emilio Azcárraga Jean, el dueño de Televisa, verá coronado mañana el proyecto más ambicioso que haya emprendido esa empresa. Solamente eso le faltaba al monopolio, que en palabras del propio Azcárraga había agotado “sus límites de expansión en México” después de retener el control del 70 por ciento del mercado de la televisión abierta en el país (el otro 30 por ciento es la tajada de TV Azteca), el 95 por ciento de las concesiones y una abrumadora presencia en los hogares que llega a 98 por ciento de la teleaudiencia (compartida con TV Azteca). Es decir, la teleaudiencia es rehén de Televisa y, en menor cuantía, de TV Azteca, con lo cual el emporio de los Azcárraga obtiene un poder inmenso, capaz de condicionar la conciencia de los mexicanos, sobre todo entre los sectores más vulnerables cuya única fuente de información y entretenimiento es la televisión.
“El diseño de la futura sociedad mexicana, la supervivencia misma del Estado, demandan no desestimar ni un momento más el grave riesgo, la extrema responsabilidad de permitir que intereses privados, con frecuencia mezquinos, continúen la tarea de modelar lo que esta nación debe ser”, dijo también Granados Chapa (en 1975) sobre la enorme influencia de la televisión en la sociedad. Granados Chapa planteaba que la radio y la televisión debían ser manejados por las universidades, los gremios de profesionales, los intelectuales y los artistas, quienes crean y difunden la cultura, con el objetivo de ofrecer a la sociedad medios electrónicos con sentido social, sin que eso implicara la expropiación de las concesiones. Esa preocupación no era compartida por el régimen priísta. Al contrario, cuando el presidente Miguel Alemán Valdés optó por aplicar en México el modelo de la televisión comercial y dejarla en manos de intereses privados, desdeñando la recomendación de Salvador Novo de implantar el modelo social adoptado en Europa, sabía lo que hacía.
La utilización de Televisa como instrumento electoral no es una práctica que haya nacido en estos comicios, pues esa empresa siempre ha estado al servicio del poder y del presidente en turno para la causa que sea, pero en esta ocasión alcanzó un nivel de influencia sin precedente y se convirtió en el baluarte que facilitó la reinstauración del PRI en el poder, con la complacencia y el asentimiento del presidente Felipe Calderón.
El triunfo de Peña Nieto, y el nuevo ciclo del PRI en la Presidencia, no habrían sido posibles ni se entienden sin los antecedentes que hemos recordado. El pacto entre Peña Nieto y Televisa, cuya existencia está públicamente documentada, resultó ser sorprendentemente eficaz para imponer la imagen del candidato priísta y contener la de Andrés Manuel López Obrador, pese a lo cual el candidato de los partidos de izquierda consiguió remontar el tercer lugar al que lo relegaban las encuestas y obtener un tercio de la votación.
Al final, el resultado de las elecciones puso de manifiesto un país dividido, produjo el desplome del PAN y dio lugar a la victoria formal pero sin consenso de Peña Nieto frente a un electorado de izquierda que exhibió una fuerza muy superior de la que esperaban las élites políticas y económicas de la nación. Televisa tiene a su presidente, pero no su propia República.
Con los dos presidentes del PAN, Televisa se acomodó sin mayor problema y expandió su predominio empresarial y político hasta casi ponerlos a su servicio. Ese amplísimo margen de maniobra le permitió al monopolio llevar su poderío al extremo de forjar y hacer ganar a su propio candidato presidencial. Justo lo que advertía Granados Chapa hace 37 años. Lo que suceda a partir de mañana, cuando Peña Nieto asuma en esas condiciones el cargo de presidente, se confirmará en qué medida será rehén del perverso mecanismo y de los intereses particulares que lo condujeron al poder.

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