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Se reencuentran tres de cuatro jóvenes que se reunieron con Fuentes en la FIL

Alejandro Alvarado / Agencia Reforma

Guadalajara

Los cuatro jóvenes estaban nerviosos, nunca habían tenido una experiencia parecida. Entonces, apenas estudiaban el quinto semestre de preparatoria y ya tenían una cita con uno de los grandes escritores de la literatura en español, Carlos Fuentes.
Fue en diciembre del 2008 cuando la Feria Internacional del Libro celebró en grande el 80 cumpleaños de Fuentes. Una de esas fiestas fue el evento Mil jóvenes leen Aura, para el cual se invitó a cuatro jóvenes lectores para charlar con el autor: Andrea Díaz, Ernesto Olmedo, Lorena González y César Camacho.
“La experiencia fue muy complicada, porque llegas a la FIL y yo esperaba un saloncito pequeño, algo casual, y te pasan a los camerinos, ves el escenario enorme (del auditorio Juan Rulfo) y te dicen ‘ahí vas a estar’, ¡chiiiiin! luego llegas aquí, a la parte de atrás, donde esta todo bonito y todo arreglado, con montón de gente por todas partes, te platican, te preguntan cosas y tú, nervioso”, recuerda Ernesto.
Desde aquella vez en que se dieron cita con Fuentes (1928-2012), no se habían reunido los estudiantes. Ernesto, César y Lorena se ven las caras a cuatro años de distancia. Sólo faltó Andrea.
En la celebración, el escritor Benito Taibo dirigió la charla con los cuatro estudiantes, pero además, como director de un coro, condujo el canto –o gritos– de los otros mil jóvenes que estaban como espectadores y entonaron las mañanitas al enrojecido Fuentes.
“Benito nos regañó, nos regañó muy en broma, cuando llegamos, él empezó a sacar sus notas y nos empezó a decir ‘que qué habíamos preparado nosotros para decirle a Fuentes, que cuáles temas íbamos a abordar sobre Aura’, nos quedamos así de ‘¡ahg! ¿teníamos que hacer eso?’”, dice César.
“Fue una experiencia muy padre, inesperada, estar con Carlos Fuentes, no cualquiera la verdad. Estar frente a tantos jóvenes es muy difícil y luego, arriba del escenario fue muy rápido”, dice Lorena, quien entonces estaba embarazada. Ahora su hijo se llama Santiago y tiene 3 años de edad.
Los cuatro estudiantes fueron seleccionados a partir de un concurso de cuento que se preparó en las distintas preparatorias. Al final, entraron los más interesados en ser escritores profesionales.
Detrás del escenario, Fuentes se acercó a ellos, les preguntó sus intereses como escritores y les prometió leer sus cuentos y enviarles su opinión y sugerencias. Los cuatro enviaron sus escritos, pero César, Lorena y Ernesto no recibieron respuesta.
“A mí sí me cambió de manera importante, yo tenía interés en estudiar algo de humanidades o arte, no sabía por cuál irme de todas y a raíz de ese encuentro me decidí por literatura. Y estoy estudiando letras. Todavía escribo, de hecho meto a concursos, pero aún no he ganado”, dice César, quien conserva su aspecto punk desde entonces.
Lorena terminó la preparatoria y ya no estudió. Dice, ahora se dedica más a los números como ejecutiva de crédito, que a las letras. Pero aseguró que a su hijo lee y escribe cuentos y se los narra por las noches para que duerma.
“Yo no me alejé mucho de la literatura. Estudio sicología, entonces todo lo que escribo tiene que ver con exageraciones de la conducta humana, tengo por ejemplo un cuento de una pareja que son muy quisquillosos con todas las normas sociales, cualquier norma que ven que no cumplen, hacen algo para corregirla”, expresa Ernesto.
Los tres compañeros sólo coinciden en las redes sociales. Por eso saben que Andrea se dedica al teatro.
“Fuentes fue un escritor que se tomó muy en serio, con toda la exageración posible, al mexicano. Yo no creo que haya algún escritor que se preocupe tanto por entender la sociedad mexicana, en su obra trata de buscar todas las ideas del mexicano, es muy conceptual en ese sentido, es el concepto del mexicano hecho por el mexicano”, opina César.

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