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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* Carta al nuevo presidente

Señor nuevo Presidente Constitucional de la República Mexicana, licenciado Enrique Peña Nieto. Antes que cualquier otra cosa, me permito felicitarlo cordial y calurosamente por el inicio oficial de su encargo tan elevado, complejo y grave. Sinceramente, no le tengo envidias, ni malas ni buenas, porque la verdad no entiendo por qué, siendo usted una persona acomodada (por no decir rica), inteligente y guapetona, con una familia linda toda, y a la que de seguro no le faltaría buena chamba en la iniciativa privada, le dieron tantas ganas de ser presidente.
Cumplido lo anterior, me concentro en el contenido fundamental de esta carta: darle algunos tips que seguramente le serán útiles para mantener su salud física y mental, además de su célebre galanura, ante a las difíciles experiencias y retos que le tocará enfrentar a lo largo de su sexenio.
Me atrevo a semejante atrevimiento (darle tips al mero mero), porque creo tener suficiente callo y veteranía ciudadana como para saber y anticipar mucho de lo que le depara a usted su futuro inmediato. Créame que lo hago de buena fe y con el debido respeto, sin ninguna intención de parecerle ladino o liso.
Supongo que sabe y entiende que, a menos que en los próximos seis años de su gobierno acabe con la pobreza (mínimo la extrema), el desempleo, la corrupción, la impunidad, la injusticia, la narcoviolencia, la drogadicción juvenil y la inseguridad pública, lo más seguro y probable es que en 2018 será usted sumamente impopular y malquerido, acusado, criticado, mal visto y mal vibrado por millones de compatriotas conciudadanos; supongo que sabe y entiende que será víctima de chismes, rumores, chistes y maledicencias de todo tipo.
Na’ más cheque cómo acabó su antecesor, don Felipe Calderón Hinojosa, su presidencia: amargado, resentido, y reprochador ofendido por la bola de mezquinos, desagradecidos, ciegos y/o tarados (eso ha de pensar él), que se negaron a reconocerle y aplaudirle sus mejores logros; y por la otra bola de criticones y pesimistas que sí ven, pero que ven nada más lo malo, lo negativo, los errores, y que miran todo con mala voluntad (eso también lo ha de pensar él).
Así que mejor hágase a la idea de que, a menos de que haga lo que nadie ha hecho antes desde su oficina –sacarnos del subdesarrollo y que ahora sí en seis años haga de este un país de primer mundo–, es casi seguro que en 2018 se convierta usted en el nuevo villano reventón del melodrama sexenal mexicano, de la exclusiva lista de villanos reventones recientes.
De malos a peores –según el respetable jurado popular–, Fox, López Portillo, Echeverría, Díaz Ordaz, hoy Calderón y, last but not least, el Grand Master de la villanía, Carlos Salinas.
Con un poco de suerte y medianía, podría convertirse usted en un villano de caducidad breve y malignidad leve, y si es suficientemente tibio y gris, pronto lo olvidará o exonerará la memoria colectiva, como a Zedillo y a De la Madrid.
Ni modo, se sacó usted la rifa del tigre, justo cuando el tigre anda más bravo, hambriento y feroz que nunca.
Lo bueno, a todo hay que verle lo bueno, es que ya ganó, ya tomó protesta y seguro ya se sentó en la silla más chida del país. Por ende, ya puede usted relajar un poco el músculo y aflojar también un poco el cuerpo… mejor dicho, ‘un poco más’ de lo que supongo ya los relajó y aflojó en sus semanas como presidente electo.
Aunque, vuelvo a suponer –dadas las diligencias necesarias que, en ese periodo, tuvo usted que atender: discursos, giras, encuentros, reuniones de trabajo para planes y estrategias de gobierno inmediatas; y dados los jaloneos que seguro tuvo que darse con un montón de individuos, grupos y sectores, importantes y poderosos, para discutir y definir los nombramientos principales de su administración–, seguro no tuvo tiempo ni modo de relajar y aflojar mucho, luego de tantos meses de pre (y) campaña presidencial, tensos, ajetreados, intensos, agotadores y agobiantes (que he de reconocer no se le notaron en su toma de protesta).
Por eso, ahora que pasó la elección, que terminaron las campañas, que ganó la Presidencia, pero sobre todo, ahora que ya le tomaron protesta legal, oficial y protocolaria, le sugiero, muy respetuosamente por supuesto, que se acomode sabroso en la silla más chida… o más cómodo y sabroso, mejor recuéstese en el sofá presidencial –que seguro tiene en la oficina–, relaje y afloje un poco músculo y cuerpo.
Ya ahí y así, inspire… exhale… inspire profundo… contenga suave unos segundos… y luego exhaaale leeento… entonces, bajito (pa’ que no lo vaya a oír su secre), ronronee: oooommmmm… oooommmmm.
Hasta que lo haga y se sienta más sereno, siga leyendo lo que sigue.
¿Ya? ¿Sereno?
Entonces, ahora sí, me permito seguir distrayendo su valiosísima atención y escasísimo tiempo para sugerirle varias cosas más. No se agite ni se ofusque, que son cositas y asuntitos leves, nada irrealizable ni relacionado con las cosas más graves y urgentes de su agenda.
Podrían parecerle hasta nimiedades pedestres, y podrían serlo. Pero por eso justamente, le sugiero respetuosa pero seriamente que las tome en cuenta.
Ahí le van, sin orden ni jerarquía, como se fueron ocurriendo.
Despéinese tantito.
No se preocupe ni ocupe tanto en su indespeinable copete, su impecable atuendo, o su sonrisa perfecta, que a muchos mexicanos, como yo, nos importa más un presidente trabajador, comprometido y responsable, aunque se despeine en el intento.
No nos mienta.
Al menos no nos mienta tanto ni nos diga mentiras muy grandes, puras chiquitas, más pocas que muchas.
Sé que en la política, la mentira a veces es útil, necesaria, ineludible, prudente y hasta mejor que algunas verdades. Pero no se pase, porque ya sus antecesores nos han dicho muchas mentiras demasiado grandes.
No se haga el occiso.
Hay problemas que un presidente de a de veras no puede delegar, ignorar ni subestimar.
Por mencionar varios buenos ejemplos: el narcotráfico y el crimen organizado (no deje solos a su procurador ni a sus secretarios de Defensa y Marina), la corrupción (usted debe ser su principal enemigo), los niños en y de la calle (no le delegue la bronca a la Gaviota, por más Primera Dama que sea), la desigualdad regional (si no ayuda más a los más pobres, pobre de usted).
No se la crea.
Sé muy bien lo zalameros y lambiscones que pueden ser los allegados al poderoso, sé que los lisonjeros y halagadores del poder le dirán siempre que puedan lo inteligente, capaz, simpático, galán, infalible y certero que usted es. No digo que no lo sea, pero nadie lo es tanto ni siempre. No digo que no lo apapachen sus funcionarios principales, pero su principal chamba debe ser decirle la verdad, ofrecerle alternativas, corregirlo si se equivoca, y aterrizarlo si se eleva demasiado su ego.
Represente a todos.
Aunque fue electo presidente por la minoría, debe ser presidente de todos, al menos de la gran mayoría.
No favorezca ni privilegie sólo a los que votaron por usted, que ellos no fueron los únicos que votaron. No sea rencoroso ni vengativo con los que votaron por otros.
Como candidato, necesitaba vencer a sus adversarios. Como presidente, necesita convencer a sus representados.
Cuide sus amistades.
Dime con quién andas y te diré quién eres, dice la sabiduría popular. Si se le ve más en malas compañías (ya sabe usted a quiénes me refiero), más gente le verá con malos ojos.
Defiéndase.
Si está convencido de su proyecto de gobierno, argumente, debata, demuestre; si cree que lo atacan injustamente, argumente, debata, demuestre; si sabe que la razón lo asiste, argumente, debata y demuéstrenos que será, o al menos quiere ser, un buen presidente de y para todos los mexicanos.
Aprenda de su pueblo.
Vea la fotografía principal del lunes en El Sur. Si no se emociona, conmueve y enorgullece de la gente de 30 pueblos guerrerenses que decidió enlistarse en la policía comunitaria para defenderse y combatir a la delincuencia, acérquese y hable más con ellos.

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