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Raymundo Riva Palacio

PORTARRETRATO
* Josefina

Josefina Vázquez Mota llegó a la candidatura presidencial con las herramientas que le podrían permitir ganar una contienda interna: operadores políticos, armadores de pactos, dinero y mucho trabajo. Pero para competir por la Presidencia y enfrentar a un muy experimentado Andrés Manuel López Obrador, y a un político cuajado –menospreciado mecánica pero equivocadamente– Enrique Peña Nieto, necesita todo eso y algo más: mostrar que no es vacía ni de ligera intensidad intelectual.
Vázquez Mota ha trabajado en ello durante varios años, pero más en una forma cosmética que en una preparación integral de su persona. Se rodeó de intelectuales y en sus nóminas incorporó a varios, mediante estudios que les encargó. Llevó a uno de ellos, en ese entonces columnista del periódico Reforma, a ser el encargado de revisar los contenidos de sus discursos, y en momentos álgidos del gobierno con La Jornada, en el sexenio de Vicente Fox, pagó suplementos que ayudaron económicamente al diario.
No fue suficiente. Con la mira puesta en la candidatura presidencial, se volvió a rodear de un grupo de intelectuales para que le ayudaran a inyectar contenido en sus palabras. De esa forma estuvieron con ella todo académicos que trabajaron en la coordinación de asesores de Santiago Creel cuando fue secretario de Gobernación, en el equipo pensante de Cuauhtémoc Cárdenas en su último intento por la Presidencia, y en una de las consultorías a las que más recurre el sector privado para análisis político.
Densidad en el discurso es lo que le falta a Vázquez Mota, y llevan meses trabajando sus asesores en darle forma, estructura y contenido. No era tan indispensable en una contienda interna, como en una campaña abierta en busca de electores más allá del panismo. Pero no va a ser suficiente.
La candidata necesita persuadir a nuevos grupos intelectuales en el espectro ideológico lejano de ella, para mostrarla como alguien que va más allá del PAN y que retoma, como ella misma lo ha dicho en varias ocasiones, el hecho que una persona que provino de la ciudadanía pueda transitar exitosamente en la política. “Es importante incorporar a la campaña a intelectuales de izquierda que la fortalezcan ante el electorado”, confió uno de sus colaboradores.
Vázquez Mota tiene terreno arado. Cuenta con la simpatía de grupos periodísticos y de intelectuales que han apoyado incondicionalmente a López Obrador, y con el acceso a todos los medios de comunicación, conquista lograda porque, a diferencia de sus adversarios, nunca hay un no para entrevistas, siempre hay disponibilidad para platicar con los medios electrónicos, y le invierte, como solía hacerle Fernando Gutiérrez Barrios cuando era secretario de Gobernación, tiempo en llamar a columnistas y sentarse con ellos para airear sus discrepancias o, algo muy extraño con los políticos, agradecer las menciones positivas sobre ella.
La candidata panista se encuentra en la misma división de profesionales de la comunicación política como López Obrador y Peña Nieto, pero a diferencia de ellos, Vázquez Mota sí conoce perfectamente los medios de comunicación, resultado de su participación cotidiana en un programa de radio cuando lo conducía Herminio Rebollo –hoy su principal operador de medios–, y escribía regularmente en periódicos especializados. Tiene, además, los beneficios indirectos de no ser vista como la heredera del calderonismo y de estar enfrentada a villanas de los medios de comunicación, como la maestra Elba Esther Gordillo, dirigente vitalicia del sindicato de maestros.
El factor mediático es fundamental en esta próxima campaña presidencial, que es muy corta y en la cual López Obrador lleva caminado el país y en exposición pública durante casi 12 años, y Peña Nieto una presencia intensa y masiva durante los seis últimos años. La ventaja sobre de ellos es que su conocimiento nacional es tan elevado, que no tienen espacio para crecer y sí, ante el aparador inmenso en el que se encuentra, caer en las preferencias electorales en función de sus errores. Vázquez Mota tiene el potencial de crecimiento y el margen de error ante el electorado es mínimo porque su discurso es ramplón, sin compromisos con nada y lleno de clichés.
Eso funcionó hasta ahora, pero no le alcanzará para la campaña presidencial. De ahí la necesidad de construirse como una candidata que no solamente escribe libros, sino que los lee y que aprende de la experiencia de elaborarlos. Los discursos y los mensajes no empiezan y terminan con su redacción, sino con el toque de experiencia que aporta quien los pronuncia y transmite. Eso es lo que no tiene hasta ahora, y se lo van a inyectar en las próximas semanas.
Tendrá un espacio en las semanas previas al arranque de la campaña presidencial, donde trabajarán con ella para arroparla de contenido y fortaleza intelectual. Necesita urgentemente esta fortaleza, para evitar que durante la campaña digan, como decían algunos de sus interlocutores parlamentarios que “habla como si de verdad supiera”. Vázquez Mota tiene lo que es imposible aprender, la empatía con sus interlocutores a través de un micrófono o una pantalla. Le urge lo que se aprende y adquiere con trabajo y dedicación, que es equipaje y retórica informada. Les ha costado construirla en ese ámbito, de acuerdo con personas que han trabajado cerca de ella, pero hay tiempo. La campaña, aún no empieza.

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