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Proponen con dos cuadros de danza el tema del desmembramiento de mujeres

Aurélie Daly

El proyecto Desmembrados de danza clásica y contemporánea se estrenó frente a unas decenas de personas, el jueves a las 6 de la tarde en el Teatro Domingo Soler y siguieron dos representaciones el viernes y el domingo.
El proyecto se presentó originalmente a la comisión del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Guerrero
en 2011 bajo el nombre de Coreografías de graduación 2006-2012 en la categoría Formación Artística Individual en la disciplina Danza y recibió el apoyo del gobierno del estado a través del Instituto Guerrerense de la Cultura para montarse en 2012.
La propuesta creativa es muy interesante con referencia a la antigua técnica de tortura de desmembramiento puesta en paralelo con las violencias hechas a la mujeres, pero
la realización se reveló algo decepcionante. Lástima que no se hubiera podido tejer una relación más clara entre el tema expresado en el libreto ofrecido al espectador que presentaba una definición del castigo corporal y citaciones de mujeres víctimas de violencia y la coreografía del espectáculo. La propuesta artística en sí mismo apareció innecesaria y algo artificial, por su división bien cuadrada en dos partes, danza clásica, aplausos, y luego danza contemporánea, así como por su falta de originalidad. En la parte clásica el coreógrafo Cristian Torres montó la danza del Hada de azúcar del Cascanueces de Piotr Ilich Tchaikovski sobre el original del maestro de ballet, coreógrafo y bailarín francés del siglo XIX, Marius Petipa y es precisamente lo que se puede reprochar a esta obra, de encerrar los bailarines, de calidad, Felipe de Jesús Ayala y Fabi Rodríguez, en algo demasiado clásico y no permitir más expresión corporal que ejecución técnica. Una sola pregunta se imponía al espectador: ¿Por qué haber escogido este ballet tan famoso y ya ejecutado miles de veces por los mejores?
Más allá del partido artístico clásico elegido, la cuestión de la relación al tema quedó oscura. Lo único que confirió sentido a la representación fue la prestación del artista invitado, el actor Ilian Blanco quién supo llevar la tensión y la angustia que exigía el argumento. La parte contemporánea de la obra fue más interesante e innovadora por el carácter natural y libre que se desprendía y también por el toque original de la música, del artista multi-instrumentista francés Yann Tiersen.

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