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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* Un pendiente y una Navidad irreal

Arturo Solís Heredia

El pendiente

Digo hoy, algo que no pude decir la semana pasada, por causas de fuerza menor:  “La represión del sábado” primero de diciembre, “sienta un mal precedente para la Presidencia de Enrique Peña Nieto”, sentenció el estupendo actor mexicano Demian Bichir, a propósito de los excesos y las detenciones arbitrarias de la policía ese día.
De bote pronto, era fácil coincidir (al menos, difícil discrepar) con la sentencia de Bichir, dados los antecedentes del priísmo hegemónico considerados por el actor, a la hora de sentar en la Presidencia de Peña Nieto un precedente tan desalentador.
Pero luego de dos, tres y más botes de la pelota, fue fácil dudar (al menos, albergar dudas) sobre la justa precisión de la sentencia Demianaca, frente a un escenario mucho menos simple y claro que el de bote pronto.
Primero, porque los excesos y detenciones no fueron sólo de policías federales, sino también de policías defeños.
Segundo, porque el jefe de los policías federales el sábado, fue el jefe de los defeños el viernes.
Tercero, porque no sabemos (al menos aún) a ciencia cierta, a qué jefes obedecían y qué fines perseguían los presuntos policías vestidos de civil, cadenas y guantes.
Cuarto, porque los excesos y arbitrariedades también fueron cometidos por una parte de los manifestantes, vaya usted a saber si más o menos vándalos, anarquistas o porros.
Quinto, porque el exceso en tribuna, (arbitrario también, viniendo de un senador de la República), de Ricardo Monreal (¡ya mataron a uno de los nuestros!) desnudó su ansia deseosa de víctimas para su causa.
Sexto, porque a quien menos convenía y servía una orden expresa de represión violenta era a Peña Nieto, al igual que a Marcelo Ebrard.
Y, principalmente, séptimo, porque la sentencia de Bichir reproduce el simplismo radical del anti-priísmo del viejo régimen hegemónico, con una complacencia crítica frente a una realidad política distinta, mucho más compleja y difusa que la de aquellos entonces.
Antes, la lógica política de la lucha democrática entendía una realidad monocromática, en blanco y negro: el enemigo común era el PRI, el único culpable de nuestros problemas.
De hecho, algunos priístas, tras la fractura cardenista, y luego muchos más, tras la Presidencia de Carlos Salinas, comenzaron a pensar en su partido con la misma lógica de sus opositores, aunque, claro, en corto, quedo y en confianza.
Pero hoy, esa lógica no convence ni sirve como antes, es demasiado simple y complaciente como para pensarla y decirla en serio y sin titubeos, más allá de la consigna retórica y el panfleto estigmatizador.
Y es que, luego de doce años de alternancia electoral, sabemos que la represión de San mateo Atenco la ordenó el gobierno de Vicente Fox; y que los 100 mil muertos cayeron en la guerra del gobierno de Felipe Calderón; ambos presidentes del PAN, no del PRI.
Y es que, luego de tantas izquierdas partidistas, desde PC, PMT, PFCRN, PMS, PSUM, PRD, PT, hasta Morena, hoy sabemos que en las izquierdas hay más jefes ex priístas que comunistas y socialistas; que hay gobernadores y alcaldes del PRD, tan o más corruptos, opacos, incapaces y negligentes, que los del PRI; que los diputados y senadores perredistas se sirven con cucharas tan grandes como las de los priístas.
Aclaro y subrayo, antes de seguir con lo que sigue: no intento ni deseo condenar, exonerar, acusar ni defender a ninguno de los protagonistas directos e indirectos de la violencia del primero de diciembre.
Entiendo y en parte comparto la sentencia de Bichir, porque los antecedentes del PRI obligan a Peña Nieto a distanciarse de viejas prácticas y abusos de gobierno, y porque cuando el culpable reincide en su culpa, debe ser más estricto el juicio y más severo el castigo.
Pero por eso dije que “principalmente, séptimo”, porque lo que en verdad deseaba advertir aquí, la semana pasada, era la inconveniente y peligrosa reproducción del simplismo anti-priísta con la complacencia crítica, al tratar de explicar y entender la realidad política y social de nuestros días.

La Navidad irreal

Neta, si la Navidad fuera más realidad que fantasía, muchas cosas serían distintas hoy en día, sobre todo si la realidad navideña fuera mexicana.
Por ejemplos:
Seguro que Santa Clos y sus renos usarían chalecos antibalas, su trineo sería blindado y sobre su hombro colgaría un fusil AK-47. Es que imagínenselo viajando de noche encimita de nuestras ciudades y calles, la chamba sería, sin duda, de alto riesgo. Más aún si pensamos en la reacción promedio de las familias mexicanas al oír, a media noche, ruidos intrusos en la sala de sus hogares. ¿Quién no llamaría de inmediato a la policía, o de plano sacaría la fusca debajo del colchón, para ahuyentar a balazos a un regordete barbudo y canoso, vestido de manera sospechosamente extraña?
Seguro también que los elfos ya se le habrían sublevado a Santa, formando un sindicato único y trabajarían bajo contrato colectivo, jornadas de ocho horas, semana inglesa, aguinaldo de 90 días, prima vacacional, bono decembrino, prestaciones de ley, jubilación a los 200 años de edad (los elfos son harto longevos), y con derecho a heredar sus plazas a sus respectivos elfitos.
Seguro que la célebre y emblemática obesidad de Santa Clos ya le habría cobrado varias facturas al miocardio, considerando sus elevados índices de grasa corporal.
Seguro que a Santa ya lo habrían visitado los malosos, para ofrecerle sus servicios de protección y seguridad, a cambio de una módica cuota mensual.
Seguro los protectores de animales ya habrían denunciado el maltrato cruel e indigno de Santa Clos en contra de sus renos.
Seguro que Doña Clos ya se habría cansado de su papel de ama de casa (imagínense cocinarle y lavarle los calzones todos los días a semejante maridito), y ya tendría alguna chamba bien remunerada.
Seguro el traje rojo de Santa ya habría sido denunciado ante el Trife por Andrés Manuel López Obrador, debido a su flagrante y descarada identidad priísta.
En cuanto a la línea de producción de regalos navideños de Santa Clos, seguro que ya estaría sujeta a un montón de restricciones políticamente correctas:
Nada de cuero o piel animal, particularmente de especies protegidas y en peligro de extinción.
Nada que disparara, hiciera mucho ruido o no fuera biodegradable.
Nada que fuera sólo para niñas o sólo para niños, nada exclusivo de género. Nada bélico o no-pacifista.
Nada de dulces ni comida chatarra, con alto contenido de grasas saturadas, sales, azúcar o sustancias cancerígenas.
Santa Clos estaría perplejo y confundido, con su costal vacío de regalos sobre el piso, sin saber exactamente qué hacer, si algo aceptable para regalarle a los niños.
Tendría que inventar, producir o importar algo qué regalar a todos por igual, que no irritara a izquierdas ni derechas, algo que satisficiera, sin duda ni sospecha, a todas las niñas y a todos los niños de todas las religiones, credos, ideologías, culturas, regiones, capacidades e incapacidades físicas y sicológicas.
Por suerte, la Navidad es una fantasía idílica y romántica, que nada tiene que ver ni tiene que coincidir con la realidad, mucho menos con la realidad mexicana.
Por eso, la navidad sigue siendo lo que siempre ha sido: una temporada breve y fugaz para soñar en la esperanza de realidades mejores que ésta.
Por mi parte, en esta pienso honrar en mi corazón el espíritu de la Navidad, tratando de mantenerlo durante todo el año 2013.
Feliz Navidad a todos los ya 21 certificados lectores de este espacio. Nos vemos el miércoles 9 de enero del ya inminente Año Nuevo.

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