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Dedica la Berlinale la jornada a presentar filmes que abordan agudos conflictos

Elena Box / DPA

Berlín

La Berlinale hizo ayer gala de su compromiso político con una jornada dedicada a los conflictos: de las tensiones separatistas filipinas en Captive a los años más turbulentos del IRA en Shadow dancer, con Isabelle Huppert y Clive Owen como sus respectivos protagonistas.
Dirigida por el británico James Marsch, Shadow dancer cuenta la historia de Colette (Andrea Riseborough), una madre soltera en el Belfast de los años 90 arrestada en Londres tras intentar colocar una bomba en el suburbano. Un agente del MI5 (Owen) le ofrece elegir entre ir a la cárcel o volver a casa y espiar a sus hermanos, combatientes del IRA.
Preocupada ante todo por el futuro de su hijo, Colette decide confiar en el agente y cooperar. Pero un atentado frustrado hará que en su entorno empiecen a surgir sospechas sobre la presencia de un informante. Su vida y la de su familia penden de un hilo.
“A menudo pasaba que en las familias coexistían miembros activos e informadores, sin que ninguno lo supiera”, dijo Riseborough (Happy go lucky). “Fue una época paranóica, terrible y dominada por el miedo”, añadió la joven actriz, que el año pasado ya estuvo en el festival con el programa Shooting stars.
En el caso de Owen, de 47 años, regresar a Belfast para rodar la película supuso recordar la época en que el IRA aparecía diariamente en las noticias. “Es increíble pensar que hasta no hace mucho era un lugar de guerra”, declaró el actor de Children of men.
Shadow dancer, que se presenta fuera de concurso, se inspira en la novela homónima del periodista Tom Bradby, especializado en el conflicto que enfrentó durante décadas a republicanos católicos y unionistas protestantes en la región británica de Irlanda del Norte.
Anteriormente se había presentado Captive, una de las películas más esperadas de la edición, en la que el filipino Brillante Mendoza (mejor director en Cannes por Kinatay) vuelve a sacudir al espectador poniendo cara al conflicto separatista de Mindanao, la segunda mayor isla de Filipinas.
Para el cineasta, de 51 años, Captive es esencialmente una película sobre “humanidad y lucha por la vida”. “Como directores creo que debemos ser responsables de lo que ocurre a nuestro alrededor en lugar de preocuparnos sólo de la parte artística”, dijo durante la presentación del filme. “Estas historias deben ser contadas.”
Así, se inspiró entre otros en el secuestro en el centro turístico Dos Palmas, perpetrado en 2001 en Palawan por el grupo separatista islámico Abu Sayyaf (ASG). De manera similar a lo que sucedió entonces, Captive muestra cómo un grupo de unos 20 turistas, entre los que por azar se encuentra la cooperante francesa Thérèse (Huppert), son tomados como rehenes por el ASG y trasladados a Mindanao.
Allí comienza una penosa marcha por la selva, donde no sólo tendrán que hacer frente al miedo que les inspiran sus captores, sino también a las constantes operaciones del ejército y su fuego indiscriminado. A medida que pasan los días, agotados física y moralmente, pierden la esperanza en que las autoridades del país estén realmente intentando salvarlos.
“Elegí este tema porque para mí es importante mostrar que hay un problema y que el gobierno filipino –y todo el mundo– debe abordarlo”, explicó Mendoza. Con este fin realizó un extenso trabajo de documentación en el que se entrevistó con todas las partes del conflicto, desde supervivientes a captores, militares y autoridades.
Al igual que en sus anteriores trabajos, también en Captive se aprecia un enfoque documental, que potencia la sensación de autenticidad. Por eso el rodaje –de casi un mes– se realizó de manera cronológica, para que los protagonistas pudieran experimentar lo más cerca posible las sensaciones de los personajes que interpretaban.
“El talento de Brillante es captar esos momentos en los que pone al actor ante una situación de caos”, dijo Huppert (8 Mujeres). “Nunca sabíamos lo que iba a pasar al día siguiente y tampoco conocimos al resto de actores hasta que empezó el rodaje”, añadió. Para el actor filipino Sid Lucero, que da vida a uno de los captores, esa forma de trabajar de Mendoza es “orgásmica”.
Y de conflictos, pero en otro terreno radicalmente opuesto, habló también la segunda película de la jornada, la poética Méteora. Dirigida por el griego Spiros Stathoulopoulos, de origen colombiano, narra una historia de amor imposible entre un monje y una monja recluidos en dos recónditos monasterios.
La crítica aplaudió la evocadora visión del director de PVC 1, que se sirve de las fascinantes formaciones rocosas de la región de Méteora, en el centro de Grecia, para acentuar el dilema moral de los protagonistas, al tiempo que utiliza la animación para insuflar aún más expresividad a la iconografía ortodoxa.
En Méteora, las nubes eclipsan las montañas, haciendo que los monasterios construidos sobre ellas en el siglo XIV parezcan como flotando. De ahí el nombre de la región, que en griego significa “suspendidos en el aire”. Para Stathoulopoulos, también el alma humana está en ese lugar, “suspendida entre lo espiritual y el deseo carnal”.

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