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Olvidan turistas nacionales la playa y reviven tradiciones con una visita al Zócalo

Salvador Serna

Turistas nacionales se olvidaron de las playas y decidieron conocer el centro de Acapulco, sus tradiciones dominicales y convivir con los acapulqueños.
A la 1 de la tarde de ayer, turistas poblanos llegaron al Zócalo a conocer la Catedral de Nuestra Señora de la Soledad, la cual estaba a toda su capacidad por la homilía que se daba en ese momento.
Al no poder entrar la mayoría, otros turistas decidieron conocer la variedad artesanal y culinaria del Zócalo.
Las ofertas variaban en productos y servicios. Los visitantes se decantaban más por comprar la tradicional guayabera y el huipil para la suegra. Por supuesto que la bisutería también tuvo gran demanda.
En tanto, los turistas más pequeños, niñas y niños, preferían pararse a contemplar los globos. Unos inflados con helio y otros con aire, los había de todo tipo de diseños, personajes, dimensiones y colores. El más solicitado era el inflable con la figura de Santa Claus con un precio de 50 hasta 100 pesos.
Los dulces típicos de la región, como el tradicional tamarindo y el dulce de coco, también fueron de los más socorridos por los visitantes. Tanto en el comercio formal como en el informal, las ventas en dicha materia fueron buenas.
Luego de que pudieran ingresar a la Catedral, los turistas tomaron algunas fotografías y videos del techo de la iglesia. Afuera fotógrafos profesionales esperaba la salida de los visitantes para ofrecerles sus servicios, al tiempo que les mostraban sus carpetas de trabajo. Algunos turistas accedieron. Otros no.
Mientras esto sucedía, otro grupo de visitantes, quienes dijeron ser del estado de Colima, dijeron que les gustó el Malecón, mencionando que mejor se esperarían para abordar un paseo nocturno por la bahía, ya que el sol, a las 2 de la tarde, estaba muy fuerte.
Los boleros también fueron beneficiados por los turistas, ya que algunos decidieron dar lustre a su huaraches y tenis de piel.
El sector hotelero del centro formó parte de la derrama económica del segmento de excursión y el hotel Alameda, junto al edificio Nick, desde ayer por la tarde no tenía habitaciones disponibles, como lo informó el recepcionista en turno.
Mientras que el hotel El Kiosco, con capacidad para 100 personas, aún tenía algunas vacantes.

Antojitos al instante

Para matar el aburrimiento algunos turistas eligieron ir a conocer, meterse y convivir dentro del Kiosco del Zócalo.
En evidente estado de deterioro y a pesar de los recientes adornos con flor de Nochebuena, el inmueble no se salvó de las críticas de los turistas que decían que estaba sucio y falto de pintura.
En esas estaban los visitantes cuando llegó un vendedor de dulces y botanas, por lo que rodearon el carrito para comprar el antojo de su elección.
También la señora de las palomitas, quesadillas, sopes, licuados al instante y aguas frescas ofrecieron sus productos a los turistas nacionales.
Allí hicieron su aparición dos parejas de canadienses, todos de la tercera edad, quienes caminaron apresuradamente entre los accesos y jardineras del Zócalo. Ni siquiera se pararon a ver la variedad de productos ofrecidos.
El público infantil siguió disfrutando de la diversión pues a un lado de lo que era el cine Salón Rojo, se ubica un brincolín y por una módica cantidad y por espacio de 10 minutos, los niños se subieron al artefacto para divertirse.
Al terminar el tiempo y luego, los niños turistas se dirigieron con la señora de las botellas de burbujas de colores, y con precios de 10 a 15 pesos adquirían las burbujas de su preferencia.
Bien no terminaban la dosis de las burbujas de jabón, cuando de repente llegaron cuatro payasos callejeros y queriendo quedar bien con ellos empezaron a platicar, contar chistes y abrazar a los niños.
El grosor de los turistas, especialmente las mujeres, seguía en la compras y una vez adquiridos los productos algunos decidieron ir a tomarse un helado o un refresco al negocio del minisúper La Placita.
Terminadas las actividades por fin llegó el autobús de los turistas nacionales y poco a poco empezaron a abandonar el Zócalo y subirse al camión, que a decir del operador turístico, los llevaría a comer cerca del punto de la tradicional playa La Angosta.
Cargados de todo tipo de suovernis y recuerdos con alegorías a Acapulco, los turistas nacionales dejaron el centro que, por casi 3 horas, revivió el colorido de sus mejores años, que ya se fueron.

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