Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tlachinollan

El resurgimiento de las y los olvidados

Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan

Para el pueblo maya el 21 de diciembre de 2012, se cumple el decimotercer Baktún (un periodo que abarca 394 años aproximadamente) y que marca el inicio de una nueva era, dentro del círculo astronómico que comenzó hace más de 3 mil años antes de Cristo. Este 21 de diciembre, en el sureste mexicano, el pueblo maya resucitó y emergió con el sabio y profundo silencio de los indígenas zapatistas: los de la palabra verdadera, los sin rostro, los nadie, quienes desde las profundidades de la selva se concentraron en las ciudades gobernadas por mestizos, para marchar e interpelar a los gobiernos traidores con el siguiente mensaje: “¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo…” Con su palabra antigua y renovada, sabia y fulgurante, trepidante y combativa, más de cuarenta mil zapatistas provenientes de los cinco caracoles marcharon en silencio y con el puño en alto.  Simbolizaron la entrada de una nueva era dentro de su calendario político. Inauguraron el tiempo de los pueblos. La era de los de abajo, de los excluidos, encarcelados y desarraigados.
Chiapas es el corazón de México que arde con la pasión y la sabiduría que vienen desde los albores de una de las civilizaciones más esplendorosas de nuestro continente. Los conquistadores se encargaron de destruirla  por la codicia y la rapiña que son propias de su ser pendenciero. Los mayas zapatistas, con la dignidad rebelde que les caracteriza, han cimbrado las estructuras de un sistema colonial colapsado por la corrupción y la violencia. Le declararon la guerra a los gobiernos impostores, a los farsantes de la política, a las elites atracadoras y racistas y a su ejército que mata a los hijos e hijas del pueblo.
La civilización occidental con la espada y la cruz, se obstinó en blanquear la raza de bronce y en castellanizar a las lenguas del fuego y de la lluvia. Destruyó las maravillas de estas tierras ignotas y levantó sobre las ciudades sagradas, los palacios de la inmundicia construidos con el sudor y la sangre de los indígenas vasallos. Impuso un sistema jurídico racista que legalizó el despojo e institucionalizó la corrupción y la impunidad. La justicia formó parte del botín que ha quedado en manos de pandillas que viven del crimen y que se ostentan como guardianes del orden. Los gobernantes advenedizos utilizaron los bienes públicos como propios y encontraron que el poder era la mejor mina de oro para sus ambiciones personales. Crearon un sistema político hecho a la medida de los grupos de poder, de las elites que se asumen como los representantes de toda la sociedad. Los partidos políticos, en este modelo de democracia mediatizadora (o indirecta), vienen a asumir la representación legal de todos los ciudadanos y ciudadanas. Con ellos se ha consumado el derrumbamiento de este sistema, porque usan el poder político para amasar fortunas impúdicas y matar de hambre a la clase trabajadora.
Con la clase política actual, hemos llegado al tope de lo que puede tolerar o aguantar una sociedad atiborrada de tanta insentatez, desvergüenza y venalidad de quienes dicen gobernar y representar los intereses de la población. Han afinado tan bien la maquinaria electoral que tiene el descaro de decir  que  todo el aparato gubernamental está bajo su control. El mejor termómetro para medir la percepción de su éxito, son las reformas legislativas que recién aprobaron los diputados y senadores y que van en detrimento de los derechos fundamentales de la clase trabajadora. Las cúpulas partidistas  creen que acuerpándose para defender los intereses de clase y firmando pactos políticos, sin tomar en cuenta a la sociedad, van a consolidar su poder y llegar a ser una dinastía usurpadora que se eternice en el trono.
Malos augurios nos anuncia el retorno de las mafias del poder, que siempre estuvieron moviendo sus hilos desde la penumbra para regresar por sus privilegios. Encontraron la mesa puesta para servirse con la cuchara grande. Ya constataron que los representantes de los partidos, que supuestamente son de oposición, pueden ser sus mejores aliados y los mecenas del nuevo huésped de Los Pinos, encargándose ellos mismos de debilitar o fragmentar los movimientos político partidistas que pugnen por la transformación de este sistema vetusto.
Mientras más se ensancha la brecha entre la clase política y la población, más se cierra el círculo de los políticos, que más allá de sus identidades partidistas, se alían para reformar las leyes y defender los intereses económicos de las trasnacionales. Es lamentable ver cómo todos se arremolinan y se arrastran para quedar bien con el nuevo presidente. Quedaron atrás todas las protestas y movilizaciones que denunciaban los fraudes electorales, las impugnaciones y las posturas dignas de quienes desconocían al nuevo presidente de la República, desde Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto. Ya no hay esa casta de políticos que defendían principios y que se la jugaban con el pueblo para impedir que se consumara la imposición y el fraude. Hoy pululan en el medio personajes sin trayectoria, que se hacen al vapor, cobrándole caro al erario su impreparación y su improvisación. Ninguno de ellos tiene el arrojo de oponerse e interpelar a los políticos poderosos que atentan contra los derechos del pueblo. Proliferan y hasta hacen fila los políticos pelafustanes, que están convencidos de que todo es puro negocio y simulación.
Es vergonzoso ver a la clase política de Guerrero cómo rayan en la ridiculez para aparecer con Peña Nieto, para ensalzarlo, defenderlo y reivindicarlo como un político moderno y visionario. La idiotización del poder es un mal síntoma de la decrepitud de la clase política que sólo está para tender la alfombra al presidente y para servirle de porra con sus aplausos. No sólo se ha esfumado la oposición política sino que la separación de los poderes públicos está desdibujada, porque por la vía de los hechos el poder Legislativo ha dejado de ser un contrapeso real del poder Ejecutivo. En esta nueva coyuntura, el poder Legislativo le ha pavimentado el camino al nuevo presidente, no solamente por las nuevas reformas aprobadas –como la laboral y la de educación– sino por la aprobación fast track del presupuesto de egresos para el 2013. Por parte del poder Judicial, es claro que las carreras meteóricas de varios jueces y magistrados están impulsadas y promovidas por el Ejecutivo en turno, y por lo mismo, su desempeño profesional y su independencia quedan en entredicho, máxime cuando la administración de justicia en nuestro estado y en nuestro país está colapsada por la corrupción y carece del respaldo y la confianza de la sociedad. El demérito de estas autoridades en el estado se acrecienta cuando parte de su agenda se supedita a la agenda del Ejecutivo, sobre todo cuando se trata de eventos públicos que nada tienen que ver con sus responsabilidades judiciales.
Lo más deleznable para una sociedad que de manera responsable hace el escrutinio de los gobernantes, es ver cómo las cúpulas del poder protegen a quienes han causado quebranto a las finanzas públicas. El caso del ex presidente municipal de Acapulco, Manuel Añorve, es emblemático, porque no sólo no se le investiga, ni se le denuncia formalmente, sino que se le premia por parte de la Cámara de Diputados federal para que presida la comisión especial para la conmemoración del bicentenario del Congreso de Anáhuac y de los Sentimientos de la Nación. Obviamente que esta comisión contará con recursos millonarios para la organización de los festejos. Resulta que quien ahora reivindica el legado histórico de José María Morelos y Pavón y el ideario político basado en el respeto en los derechos de los ciudadanos y ciudadanas; que habla de los valores de  la justicia, la libertad y la independencia, es alguien que está representando los intereses de las elites económicas y que impulsa la entrada de las trasnacionales para continuar con las políticas colonizadoras al promover la construcción de la presa hidroeléctrica La Parota. No es casual que en el presupuesto del 2013 se hayan autorizado recursos para que se mantenga vigente la megaobra, a pesar de que los verdaderos dueños y dueñas de estas tierras han dicho “no” a la construcción de la presa. Al diputado no le importa lo que planteen los campesinos del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota (Cecop), mucho menos su situación de pobreza; lo que le interesa es quedar bien con los magnates del poder económico y político, para que lo sigan premiando con más canonjías y protección.
Estas realidades ominosas de la clase política nos remiten a las actuaciones impunes que se suscitaron en otros momentos cruentos, como la masacre de 45 indígenas tzotziles en Acteal, Chiapas acaecida el 22 de diciembre de 1997, donde hubo graves omisiones por parte del ex presidente Ernesto Zedillo y del actual secretario de Educación Pública y entonces de Gobernación, Emilio Chuayffet, quienes pudieron evitar esta tragedia y evadieron su responsabilidad de investigar, castigar a los autores materiales e intelectuales y reparar los daños a las víctimas. A 15 años de esta atrocidad las autoridades mexicanas siguen sin hacer justicia, y por el contrario, los políticos que tuvieron alguna responsabilidad por estos graves acontecimientos, gozan de inmunidad, y más aún, ahora se ostentan como adalides de la educación.
En estos tiempos oscuros causados por las acciones impunes de las autoridades que siguen desangrando la vida de los pueblos y causando horrores, (por la forma de ejercer el poder y de hacer política barata), este 21 de diciembre, que marca una nueva era para el pueblo maya, los hermanos y hermanas zapatistas nos anuncian el derrumbe de este sistema cimentado en el autoritarismo. Los síntomas más graves se dan al interior del mismo sistema, con los políticos que no quieren ver lo que pasa con la gente de abajo. No tienen tiempo y no es motivo de preocupación constatar la tragedia y el malestar de la población. El embelesamiento del poder y el ruido de sus automotores no les permiten escuchar el clamor de justicia. Sus planes de seguir gobernando el país y el estado siguen sin alterarse, porque están convencidos de que todo va viento en popa, y por lo tanto, hay que hacer las alianzas necesarias con los que están arriba para asegurar la chamba en el próximo sexenio. Todas sus tropelías y mezquindades son  “el sonido de su mundo derrumbándose”. El día que fue su día, será su noche.

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