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Federico Vite

Las damiselas los prefieren oscuros

(segunda de tres partes)

Federico Vite

Satanás es una novela del escritor colombiano Mario Mendoza, publicada en 2002; este libro fue ganador del premio internacional Biblioteca Breve del año referido y está basado en un hecho real que ocurrió el 4 de diciembre de 1986 en Colombia. Mendoza da cuenta de un profesor de inglés, ex militar que participó en la Guerra de Vietnam: Campo Elías Delgado. El protagonista de este documento asesinó a 30 personas, algunos de ellos en un lujoso restaurante de Bogotá; otros en un multifamiliar. Al final, Elías Delgado se suicidó. Esta es la trama principal del libro, pero algunos de los personajes que completan el retrato del mal que planteó Mendoza son una muchachona llamada María, quien comienza a involucrarse con el mundo del hampa para salir de la miseria en la que vive. Seduce a ejecutivos, pero una banda termina violándola y ella se redime volviendo a su pobreza ancestral. El sacerdote Ernesto, recurrente al pecado de la carne, y Andrés, un pintor que retrata con fidelidad su final trágico en un lienzo.
Mendoza reflexiona con este libro acerca de las circunstancias sociales y políticas de su país. Recurre a la novela para opinar de una parte del mundo que el autor conoce a la perfección, Bogotá. Los personajes se entrecruzan por las calles de una ciudad que ha sido lastimada por el hambre, la pobreza y la violencia.
La apuesta narrativa de Mendoza asombra porque la novela cimenta preocupaciones morales dotadas de alto grado de simbolismo, no sólo porque refiere al mal de la forma más primigenia para los católicos, sino porque borda los motivos de cada personaje para encarnar ese mal. Puede que el tema sea manido, incluso tratado con cierta simpleza, pero hay un dominio del suspense genial en este libro. El lector se pregunta constantemente qué sigue, qué sigue. Y esa es la mayor virtud de Mendoza.
Algunos críticos literarios hablaron pestes de este libro. Se ha hecho una costumbre de que todo aquel ganador de un certamen importante sea vilipendiado por sus lobos, en este caso, literarios. Por ejemplo, en el suplemento Babelia, el articulista Ignacio Echevarría refiere que Satanás no merecía un premio tan importante por los siguientes motivos: “Con sus interminables diálogos de teleserie y una prosa casi escolar, Satanás provoca perplejidad, primero, y finalmente desazón. ¿Será posible, se pregunta el lector, tal amasijo de tópicos hilvanados en torno a cuestión tan sobada como es la presencia en este mundo del Mal, así, con mayúscula? ¿Será posible que, para tratarlo, se le ocurra a nadie, a estas alturas del curso, y sin ironía de ningún tipo, recurrir a un cura exorcista, tentado por la carne; a un artista visionario; a una mujer angelical, víctima de masculinas lascivias; a una muchacha bellísima y procaz, poseída por los demonios; a un asesino en serie, veterano de la guerra de Vietnam? […] ¿Y será posible que, para más inri, todo esto ocurra con pretensión de estar basado en sucesos muy reales, de andar tocándose –bien que de refilón– cuestiones candentes (el sida, la violencia urbana, las nuevas conductas sexuales), sin renuncia a guiñotes metaliterarios (Dr. Jekyll y Mr. Hide, naturalmente) e incluso a timbres de denuncia social?”
Echevarria prácticamente aborrece este libro, pero tiene algo de razón. Hay un caldo de cultivo con temas muy socorridos y tratamos de la misma manera en otros libros, ¿por qué se le dio este premio? Satanás sin duda tendría –y tuvo– bastantes lectores. Es una historia en la que sólo se piensa llegar al final para saber qué pasa. Atrapa pues, pero es cierto que hay diálogos innecesarios, excesos melodramáticos, pero no en toda la trama. Hay momentos muy bien logrados, donde sigo afirmando lo que señalo párrafos atrás: Mendoza cimenta en el lector preocupaciones morales dotadas de alto grado de simbolismo. Cuando hablo del lector no me refiero a un crítico literario, sino a la gente de a pie. A ellos, sin duda, este libro es un gran acercamiento a la literatura en mayúsculas que tanto defienden los académicos.
Satanás no es una obra de arte, pero sí un libro que subraya la vitalidad de una damisela singular como Bogotá.

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