Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Crónica: Eleva su status la playa Tamarindos / Aurelio Peláez

El tenor Plácido Domingo ofreció anoche en playa Tamarindos un concierto ante unas 12 mil personas, entre ellas políticos, empresarios y jerarcas eclesiásticos. Ofreció una selección musical que fue del bel canto a la música popular mexicana y, como parte de esa generosidad que siempre ha mostrado hacia el puerto, dirigió a los niños de la orquesta infantil de Ciudad Renacimiento y extendió por casi una hora más su presentación. En la foto, baila con la soprano invitada Ana María Martínez *Foto: Jesús Trigo

 

Eleva su status la playa Tamarindos   /   Aurelio Peláez

La casi sagrada para la banda porteña playa Tamarindos, escenario de conciertos públicos y gratuitos donde han taloneado El Tri, Café Tacuba, en el caso de los grupos de rock; Espinoza Paz, de los gruperos y el reguetonero Wisin y Yandel, fue tomada anoche por asalto por la aristocracia del barrio, que escuchó por casi dos horas al tenor y barítono Plácido Domingo, quien se mostró de buena forma, no regateando nada a pesar de que tras terminar el programa normal, se escucharon débiles y aislados “otra, otra”.
Bastaba para que el concierto ahí terminara e incluso la gente de las dos primeras áreas de boleto pagado ya se levantaba y se iba, y no hubiera pasado nada. Total, “es maravilloso”, decía una señora. Pero el cantante de ópera pidió: “aplaudan, pues”, y se quedó casi otra hora.

*

Si algo le sale bien al gobernador Ángel Aguirre son las relaciones públicas, a decir de los invitados que reunió en la primera fila, y que se supone son parte del jet set altruista para las buenas obras en la ciudad. En este caso, el apoyo a la formación de la ahora llamada Orquesta de Rena, que reúne a 320 aprendices de música en diversos instrumentos y en canto. Con el boleto de entrada en la bolsa, estaba el empresario y un día sí y un día no es el hombre más rico del mundo, Carlos Slim y su yerno, Arturo Elías Ayub; también el dueño de la cadena de los periódicos de los soles, Mario Vázquez hijo; el arzobispo de la ciudad de México, Norberto Rivera Carrera, y su par de Acapulco, Carlos Garfias.
Le acompañaron también sus nuevos amigos del PRD, el dirigente nacional, Jesús Zambrano, y el ex dirigente Jesús Ortega –los famosos Chuchos–, edecaneados por el ex diputado federal Evodio Velázquez. Asistió además el alcalde de Acapulco, Luis Walton, y el de Chilpancingo, Mario Moreno. Estos en la zona Diamante. En la Oro se vio al diputado local, Héctor Astudillo.
Los invitados VIP, los que después del concierto pasaron a un privadísimo coctel atrás del escenario:
–¿Por qué tiras tu boleto, no te van a dejar pasar? –le dice el empresario y ex gobernador de Veracruz Miguel Alemán Velasco a su esposa, quien dejó caer una pulsera roja de invitado especial.

*

Desde la zona Diamante, la de los boletos de 4 y 5 mil pesos, el concierto se ve y escucha adecuadamente. Sobre todo se ve de cerca al cantante. Levantándose un poco en puntas, a lo lejos, se ve al resto de los asistentes cuyo precio de los boletos se va rebajando, 3, 2, mil pesos y los de gorrita café. Pero los asistentes de las zona VIP apenas y se entusiasman con las canciones del programa original; quizá esperaban lo convencional de la ópera, Las Diez canciones que todo mundo debe saber antes de morirse, quizá el Nabuco de Verdi; Las bodas del Fígaro de Mozart, algo de los CDs que adornan el estante y que algunos quizá tengan en Ipod para oír en el coche. Pero el programa tenía obras de Lehar, Kalman,, Lowe y al final canciones más conocidas, sobre todo para la generación ya veterana, como las de María Grever y Consuel(it)o Velázquez.
*

“¿Irá Peña Nieto?”. La posibilidad de que el presidente de la República asistiera al concierto la daban el amplio dispositivo de seguridad en torno a playa Tamarindos. Además de los patrullajes policiaco-militares por parte de la Operación Guerrero Seguro, reforzados en esta temporada vacacional, estaba el aumento de la presencia de agentes de la Policía Federal, Marina y policías estatales y municipales. Se decía incluso que había elementos del Estado Mayor Presidencial desde la mañana coordinando la seguridad del concierto. No obstante, a las 6:20 de la tarde –puntual esta vez, a diferencia del día anterior donde no llegó a un acto de regalo de juguetes en la colonia Progreso, en el cual hubo cuatro niños desmayados– el gobernador Ángel Aguirre desmintió el rumor. “No vendrá”, dijo, aún cuando trasciende que desde hace cuatro días el presidente se encuentra de vacaciones en Acapulco.

*

Reporteros, chavos la mayoría y veteranos asistentes a los conciertos de playa, prevén los problemas de tráfico que se armarán por el espectáculo. Pero esta vez, más por los camiones del equipo de sonido y estructuras usadas en el montaje y estacionados enfrente, que por la magnitud de la asistencia.
–Con Espinoza Paz, la Costera se bloqueó.
–Con Wisin y Yandel se vino toda la Zapata y Rena.
–¿Te acuerdas cuando Alex Lora mandó a todos a chingar su madre?
–“Allá atrás hay unos pendejos que la están haciendo de pedo”, eso dijo.
–¿Y los vasos de miados en el de Café Tacuba?
–Y cuando le tiraron un botellazo en la boca al (actor) de la Tartamuda?
*

En el principio fue el Festival Acapulco, en 1990 (¿o un año antes?), que promovió el gobernador José Francisco Ruiz Massieu en asociación –pero por supuesto– con Televisa,. El gobierno del estado ponía el dinero y Televisa los artistas. Era como un Siempre en Domingo (el desaparecido programa del finado Raúl Velasco), pero en grandote. Por una semana. Los actos fuertes se realizaban en el Centro Internacional Acapulco y en algunos lugares aledaños como el Hard Rock, a donde mandaban a los grupos de rock (el naciente Café Tacuba, Los Amantes de Lola, Maldita Vecindad), y en una de esas hasta llegó a venir Joaquín Sabina. Después hubo pataleos en el gobierno de Rubén Figueroa Figueroa, que el pago a Televisa costaba mucho, que Televisa lo usaba para promover a sus nuevos artistas, un estira y aflora pero los festivales se continuaron realizando, cada vez menos buenos o cada vez más chafas. En el mes de mayo a saber. Si las fuentes consultadas a pie de concierto anoche son fidedignas, fue en el primer gobierno de Aguirre (el interinato 1996-1999), cuando se empezaron a dar los primeros conciertos públicos, sin boleto de por medio, en playa Tamarindos (a Espinoza Paz se dice que le pagaron dos millones por el concierto, pero con el de Wisin y Yandel –sostiene una socióloga de ocasión– los chavos como que recibieron una terapia cuando más cabrona estaba la violencia).
Desde entonces es tierra liberada, el lugar para llegar con la hielera llena de chelas y de hielo, algún ron o tequila, sacar el toquín de mota y la policía bien gracias. Y para orinar, cualquier palmera es trinchera.
*

Porque hay de sanitarios a sanitarios. Los de ayer de las zonas VIP quizá son los mismos que se instalan en los conciertos gratuitos. Chance y hasta estos eran nuevos. Pero la aristocracia del barrio duda en usarlos. “Aich”. Y hasta las chelas y los tragos se venden ordenadamente. A 40 la cerveza y ni para salir a traerlas al Oxxo de enfrente.

*

Aunque parezca como que no, en Acapulco hay revistas de Sociales, esas que retratan al jet set en sus mejores momentos. Ya una foto en una casa de lujo o el hotel de Las Brisas, ya asistiendo al Forum Imperial a un concierto de Luis Miguel. Bajan de las camionetas del año y “flash”, la foto. (“¿Cómo se llama’”). Posan con la guayabera de lino, sonrisa Colgate –“¿no hay valet parking?”–, vestido para la ocasión, zapatillas para caminar por la alfombra roja hacia el concierto –la verdad es que por el personaje, lo podría ser– del año. Pero en lugar de alfombra al llegar lo que hay es una banqueta nueva, remodelada y todavía no pintada. Luego, la alfombra del escenario son cientos de petates que seguramente agradecerán su compra los artesanos de Zapotitlán Tablas y en donde los tacones de las zapatillas se atoran.
–Cuidado amor, no te vayas a tropezar con la… con la… esa.

*

Antes de comenzar la segunda parte del concierto, la que no estaba en el programa y que nadie esperaba –y en donde varios de los VIP emprendían la aventura por las calles aledañas donde dejaron el coche–, Plácido anuncia que la fiesta sigue hasta que pase la gorda, y anuncia que en el intermedio canta su hijo. Ya está, joder, parece que empieza el karaoke. No lo hace mal el muchacho pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. La gente resiste, ya sólo medio trasero en la silla y ahuecando el ala, cuando el tenor y barítono regresa ahora vestido de traje de charro y entre sus entradas, cómo no, las de José Alfredo Jiménez. Y se prende el asunto hasta que complace, por fin, con Granada, de Lara, y antes con Acuérdate de Acapulco.

*

Alguna gracia extra debe tener el gobernador para que Plácido Domingo, un tenor universal, y quien en su presentación y luego en la conferencia de prensa lo ponderara, cerrara entre otras con la interpretación de Ometepec Bello Nido. Aún no se la aprendía porque leía las letras. Pero entonación sí la tenía. El que estaba exultante era el director de la Sinfónica de Acapulco, Eduardo Álvarez, a quien Aguirre trajo en 1997 y desde entonces ha sobrevivido a todos los gobernadores y para quien haber convencido al tenor de interpretar las que le llegan al corazón al gobernador, implica otro sexenio –o cuatrienio– más en el presupuesto. Ajonjolí te todos los moles, le dicen.

468 ad