Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Víctor Cardona Galindo

PÁGINAS DE ATOYAC

*Silvestre Castro García, El Cirgüelo
(Primera parte)

Víctor Cardona Galindo

A muchos nos emociona todavía escuchar el corrido a El Cirgüelo que a decir de don Luis Hernández Lluch trovó el bardo Juan Godoy Sotelo originario de Tenexpa para honrar la hazaña de este militar costeño en San Jerónimo el Grande: “Amigos pongan sentido / ¡Atención pongan cuidado! / voy a dar el contenido / de un valiente del estado.Les voy a mentar su nombre / que les sirva de consuelo / se llamó Silvestre Castro / de sobrenombre El Cirgüelo”.
Silvestre Castro García es un hombre cuya biografía puede resumir los avatares de la revolución mexicana en la Costa Grande y porque no, del país. Se levantó contra el porfirismo apoyando a Francisco I. Madero, luego se rebeló contra él por la detención de su líder Silvestre Mariscal, después defendió a Victoriano Huerta. Fue carrancista y peleó a favor de Obregón. Murió siendo callista.
Nació en El Cirgüelar, así se denominaba la cuadrilla que ahora es una de las comunidades más importante del municipio de Atoyac de Álvarez y por una corrección del lenguaje se llama El Ciruelar.
Su alumbramiento ocurrió el 31 de diciembre de 1892, día que se celebra a San Silvestre. Fueron sus padres Marcial Castro y Clemencia García. El mote de El Cirgüelo se lo ganó por ser de El Cirgüelar, recordemos que popularmente en el pasado se le llamaba cirgüela a la ciruela. Su sobrenombre era El Cirgüelo así lo llamaba la gente y no El Ciruelo como después corrigieron los académicos y letrados.
Dice René García Galeana, quien ha investigado a fondo nuestro personaje que “sus padres eran medieros de un pedazo de tierra perteneciente a la hacienda de Cacalutla en cuyo perímetro estaba enclavado el poblado donde sembraban maíz, frijol y algodón para pagar el arriendo y cubrir las necesidades de una familia numerosa integrada por nueve hijos, cinco de ellos varones que ayudaban en las faenas diarias: Timoteo, Canuto, Fermín, Octaviano y Silvestre y las mujeres Paulina, Luz, Eugenia y Enedina”.
Se casó con Ernestina Roldán de Teloloapan, y “sólo tuvieron tres hijos: Angelina nacida en 1920 y Juana en 1922, las dos en Atoyac y Silvestre que nació en Acapulco el 8 de noviembre de 1925, –comenta René García– muriendo infortunadamente el 19 de junio de 1927”.
El Cirgüelo fue un hombre que se ganó el respeto de reaccionarios y agraristas, “fue un traidor” dicen algunos, para el pueblo fue valiente y eso es lo que cuenta. “El Cirgüeloera un hombre delgadito, alto y valiente, que se metía a los balazos, por eso era respetado. Él no mandaba, iba por delante, con su pistola 45 mataba a los federales cuando era rebelde”. Así lo recordó don Juvencio Mesino. Y el cronista de Atoyac Wilfrido Fierro escribe que “Su valor temerario lo hizo digno de sus ascensos que durante la revolución fue alcanzando hasta llegar al grado de general brigadier”.
Según Crescencio Otero Galeana: “era alto, delgado, cara aguileña, moreno, bigote espeso negro y alacranado, de voz fina, de carácter gentil, estratega por naturaleza en la guerra. Sin haber tenido estudios, apenas sabía leer y muy escasamente podía firmar, leal, honrado y sincero, era valiente hasta la temeridad y noble con los vencidos, además muy popular en todo el estado de Guerrero”.
Anituy Rebolledo Ayerdi señala: “La fama del general revolucionario Silvestre Castro, alias El Cirgüelo, su valor temerario, sus hazañas suicidas, no correspondían de ninguna manera a su imagen personal. Estatura mediana, humanidad endeble, personalidad retraída y voz delgada. Una expresión trágicamente aguda que alcanzaba sin embargo sonoridades de trueno a la hora de iniciar a los suyos al combate. Sus hombres no dudarán en seguirlo, ajenos a cualquier fanatismo, aun a sabiendas de que más adelante los esperaba la muerte”.
Por su parte Alejandro Gómez Maganda en su libro Acapulco en mi vida y en el tiempo subraya: “El Ciruelo, fue uno de esos hombres extraordinarios, que prohíja la leyenda, aún más que la Historia. Porque se hacen a fuerza de sus hazañas increíbles, a la manera helénica, una mezcla de la divinidad y de los hombres. Se aposentan en el corazón de las muchedumbres, y de ahí, ya nadie los saca… Él resumía asimismo, vicios y virtudes de la costa. De voz aguda y sin mayores resonancias, se convertían en metálica a fuerza de ordenar en el fragor de los combates, en donde según el decir de sus viejos soldados, ‘se volvían locos, el caballo y él’; saltando con ímpetu y a corcel desbocado las trincheras del enemigo, entre un pringar de proyectiles que daban miedo”.
Agrega: “Él fue la figura romántica de Costa Grande: fundido al lomo de su caballo garboso, caracoleaba de manera suicida a unos cuantos metros de las tropas contrarias, que inútilmente, afinaban su puntería para liquidarlo. ¡Solo la traición pudo vencerlo!”.
Silvestre Castro García tenía 19 años cuando se incorporó a las filas de Silvestre Mariscal como soldado raso en abril de 1911. Se cuenta que participó en la toma de Atoyac el 26 de ese mes, que iba en la columna que encabezaba Epifanio Mariscal y le tocó la balacera en la plaza contra el destacamento militar porfirista; que fue a la toma de San Jerónimo y Tecpan. Pero hay otra versión que dio a conocer el cronista René García Galeana, quien relata que El Cirgüelo se habría sumado a los revolucionarios cuando las fuerzas de Mariscal desfilaron por la ranchería de El Humo, iba en los 20 elementos que se sumaron en ese lugar bajo las órdenes de José Inés Pino y por consiguiente Silvestre Castro sería uno de los que participaron en el saqueo de la fábrica de El Ticuí el 27 de abril.
Lo anterior se fortalece con el comentario de Anituy Rebolledo: “Silvestre Castro se significa por su valor desde la primera acción importante del movimiento: el asalto a la fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur de El Ticuí, en calidad de símbolo del Porfiriato”.Luego desfilaría con las tropas de Mariscal y participó en el ataque al puerto de Acapulco el 10 de mayo de 1911.
Después de que Silvestre Mariscal fue hecho prisionero en la ciudad de México por la muerte del mayor Perfecto Juárez y Reyes en 1912. Su lugarteniente Julián Radilla se levantó en armas en contra del gobierno de Francisco I. Madero exigiendo su liberación, fue en ese periodo donde comenzó a destacar el nombre de El Cirgüelo, quien tuvo participación decidida en el sitio que montaron los radillistas el 30 de enero de 1913 al 30 Batallón en la ciudad de Atoyac que duró siete días y sólo la liberación de Mariscal evitó que los federales fueran totalmente aniquilados por los rebeldes costeños.
Cuando las tropas de Julián Radilla atacaron Tecpan, al jovencito Silvestre Castro le tocó ir a lavar al río un viejo cañón que había quedado ahí desde la intervención francesa, consiguieron pólvora que estaba destinada para las fiestas de San Bartolo, no había balas para ese cañón, pero El Cirgüelo decomisó las bolas del villar, retacó el cañón de pólvora y luego le metió las bolas de billar, “van a ver estos hijos de la chingada” dijo en referencia a los federales que se habían parapetado en el cuartel y no se rendían. Improvisaron una mecha y la prendieron, el estruendo fue mayúsculo. El cañón retrocedió unos metros que por poco le troza el pie a un revolucionario. El disparo del cañón abrió un boquete del tamaño de una persona en la barda del cuartel. Por ahí entraron los radillistas y la tropa federal se rindió.
Sobre este episodio José Manuel López Victoria en su libro Historia de la Revolución en Guerrero registra que “los revolucionarios iniciaron el sitio de la población y el 6 de enero (1913) rompieron el fuego, valiéndose al efecto de un cañón arrumbado en un cerro desde la guerra sostenida en contra de los franceses e intervencionistas y que había sido puesto en servicio por un oficial radillista, tras ser lavada en el río la pieza antiquísima”.
La plaza era defendida por el capitán Solís quien ofreció resistencia pero no resistió el acoso enemigo y rindió la plaza. El cronista Ramón Sierra López en su obra Tecpan: historia de un pueblo heroico, escribió: “No faltó quien dijera al jefe de los atacantes que en el Zócalo Viejo, donde hoy se encuentra el Centro de Salud, había un cañón abandonado cubierto de tierra. La noticia fue alentadora, y pronto localizaron dicho cañón. Lo limpiaron con lija y petróleo. Faltaba lo demás: el que se constituyera como artillero y, por supuesto las balas”. Encontraron un borrachín que vivía en este lugar que ofreció sus conocimientos de artillería y en una carreta movieron el cañón “se consiguió pólvora negra; se le echó la carga y no encontrando balas de cañón, las sustituyeron para su primer disparo por bolas de billar, piedras y recortes de fierro. El cefre se confeccionó usando papel en forma de cigarro” después de producir un sonido ensordecedor el disparo hizo un boquete en el cuartel y viéndose desprotegidos los defensores de la plaza levantaron la bandera blanca y se rindieron”.
Después de que Mariscal salió libre, junto con Juan Andrew Almazán y Martín Vicario acordaron ponerse al servicio Victoriano Huerta. Silvestre Castro sería parte de la comisión que lo acompañó a platicar con el usurpador a la ciudad de México, quien los pertrechó y se dedicaron a perseguir a los constitucionalistas.
Bajo la bandera del huertismo, Silvestre Castro destacó combatiendo a los constitucionalistas encabezados por Carlos Anderson Uribe en la zona de la Unión y Coahuayutla. Iba bajo las órdenes del capitán Pablo Vargas, una de esas jornadas fue el 2 de octubre de 1913 en el paso de El Tamarindo cuando Anderson y Alfredo L. López acababan de cruzar el río Vargas los atacó y le correspondió al subteniente Silvestre Castro –afirma López Victoria– “encabezar el pelotón del centro; integrado por escasos diez soldados conocedores del terreno”. En una de esas acciones caería prisionero Carlos Anderson quien murió fusilado por órdenes de Pablo Vargas.
Otra acción que destacan sus biógrafos es que se apoderó del caballo El bandido propiedad del general carrancista Julián Blanco, que entregó a Mariscal como trofeo. Fue el 7 de enero de 1914 en Tierra Colorada, de acuerdo con López Victoria “Silvestre Castro en persona avanzó al revolucionario Blanco su caballo El bandido, que entregó a Mariscal como si se tratara de codiciado trofeo”.
Rubén Mora en su esquema biográfico de “El guerrillero Blanco”apunta sobre esta ocasión: “Mariscal se consolaba de su derrota, porque en el encuentro pudo avanzarse el caballo Bandido, tan apreciado por don Julián… La leyenda cuenta que sabía beber mezcal como cualquier cristiano y que estando entradito, se iba derecho a donde tronaban los plomazos”. Ese día los caballos estaban amarrados y los balazos se soltaron, de esa manera cuentan los blanquistas fue a dar el caballo a manos de El Cirgüelo.
En otro combate con las fuerzas de Julián Blanco, Silvestre Castro fue herido en Coyuca la madrugada del 9 de mayo 1914, pero llegó el día de la venganza, el 27 de septiembre de ese mismo año, derrotó a los blanquistas encabezados por Manuel Villegas en San Jerónimo el Grande, quienes con sólo escuchar “Viva El Cirgüelo” salían despavoridos huyendo rumbo al puerto de Acapulco. Menciona Wilfrido Fierro que a raíz de esta acción fue ascendido a teniente.
Después de estos últimos combates, Carranza les exigió a Silvestre Mariscal y a Julián Blanco que suspendieran las hostilidades. Entonces Mariscal se definió carrancista y ahora enfiló sus baterías en contra de los zapatistas a los que persiguió por todo el estado hasta prácticamente exterminarlos. Son muchas las hazañas que se cuentan de Silvestre Castro, El Cirgüelo en este episodio de la historia, pero en esta ocasión sólo destacaremos tres:
La primera la subrayó Wilfrido Fierro, quien detalla que el primero de diciembre de 1915 trayendo los haberes de la ciudad de México, al llegar al estado de Morelos, Silvestre Castro tuvo conocimiento que en la Hacienda de Zacatepec estaba sitiado el oficial carrancista Joaquín Amaro por tropas zapatistas, no obstante al peligro que se exponía ordenó que el ferrocarril siguiera su marcha hasta dentro de la población, y con sólo 50 hombres que lo acompañaban logró salvarlo de que fuese derrotado y hecho prisionero por los zapatistas, pasada esta acción continuó su marcha hacia Chilpancingo.

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