Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Crónicas del pasado III

En memoria de Próspero Chonguín Cuadra, viejo periodista del diario Trópico, comerciante visionario, creó la primera tienda de autoservicio de Acapulco

Acapulco inhabitable

Acapulco era a finales del siglo XVI un sitio sucio e inhóspito. El calor, la humedad, el fango, los moscos y la malaria hacían aquí la vida prácticamente imposible. A los factores naturales se sumaban el flujo intenso de grupos humanos de la más diversa procedencia, portadores algunos de “humores” no siempre sanos e incluso letales. Con todos estos problemas se toparán viajeros como el napolitano Juan Francisco Gemelli Carreri, quien al respecto escribe:
Estamos en enero y no obstante yo sentía más calor que en Europa durante la canícula. Por tal destemplanza del clima y por ser el terreno fangoso, hay que llevar de otros lugares los víveres. Son tan caros con ese motivo que nadie puede vivir allí sin gastar en una regular comida menos de un peso cada día, además, las habitaciones, fuera de ser muy calientes, son fangosas e incómodas.
El italiano Carreri visitó la Nueva España en 1692 atraído por la Feria de Acapulco. Sus experiencias de este periplo están contenidas en su libro Viaje por la Nueva España. Forma parte de Viaje alrededor del Mundo, con ediciones de hasta dieciséis tomos.

Juan de Herrera

Tantas cosas malas escucha de Acapulco que el español Juan de Herrera Sotomayor, decide eludirlo mientras formaliza un envío en la Nao de Manila. Se aposenta en La Sabana, distante dos leguas del puerto, maravillado de los verdes pastizales en los que pacen decenas de semovientes vacunos y caballares. También lo deslumbran vastos sembradíos de calabaza y plátano a la orilla de un río de agua zarca.
Cuando tenga necesidad de visitar momentáneamente el puerto, Herrera y Sotomayor será lapidario al bautizarlo como “sepultura de españoles y paraíso de mulatos”. Opinión derivada del clima sofocante aquí experimentado, los enfermos pululando por las calles, así como las miríadas de mosquitos y murciélagos adueñadas del ambiente. Cuando viaje de regreso a la capital, el encabronado viajero insistirá:
Acapulco es una ciudad inhóspita para gente de razón.

Pedro Cubero Sebastián

El cura español Pedro Cubero Sebastián, oficiante en Manila, Filipinas, obtiene permiso y recursos para visitar la Feria de Acapulco. Se embarca en el galeón San Juan Bautista el 24 de junio de 1678, cuyo arribo al puerto es saludado con salvas de artillería y repique de campanas. Son ya los primeros días de enero de 1679.
Durante su estancia aquí, el padre Cubero llegará a la conclusión de que Acapulco es uno de los puertos más hermosos del Mar del Sur.
Sin embargo.
Es una ciudad muy pequeña y de malísima temperatura. Su tierra es tosca y seca de agua. No tiene más que la de los pozos que es mala por pesada y salobre. A poca distancia se localiza una fuentecilla muy tenue de la que apenas sale un hilo de agua llamada El Chorrillo (dará nombre a un barrio, vecino del Pozo de la Nación). Allí, que para llenar una botija son necesarias dos horas (su costo en el mercado es de un real).
Los habitantes de Acapulco son negros de constitución fuerte y gran talla. En medio de la plaza hay una iglesia pequeña que es parroquia, además de dos ermitas, una de San Francisco y otra de San Nicolás.
Son estas las anotaciones del clérigo a su regreso a Filipinas, en mayo del mismo año.

Alonso O’Crowley

Acapulco ya es conocido como Ciudad de los Reyes cuando lo visita en 1774 el español Pedro Alonso O’Crowley. Éste coincide plenamente con otros visitantes: “El clima extremadamente caliente frena el desarrollo del puerto”. Y lo retrata:
Un pueblo pequeño, un caserío alineado sobre la costa. Sus casas son de madera. Los únicos edificios importantes son el Fuerte de San Diego, la iglesia Parroquial, el convento de Los Hipólitos, convertido en hospital Real para vecinos y soldados, y el convento de los Franciscanos.
La población está formada por negros, mulatos y filipinos. Prácticamente no hay indios (Mala información o mala fe de don Alonso. El censo levantado en Acapulco en 1777, tres años más tarde de su visita, arrojó una población indígena formada por 154 familias. Solo por abajo de la negra, mayoritaria, efectivamente, sumando 280 familias).
Las autoridades en orden jerárquico son: El Castellano o Gobernador, los Oficiales Reales (un contador y un tesorero), quienes controlan la oficina de auditoría o intervención, un capitán de guardia, algunos almacenistas, recaudadores y contadores de impuestos de su majestad; tenedores de libros, un cura y un vicario.
Los funcionarios mayores, como los dos primeros mencionados, residían pasajeramente en el puerto, lo visitaban únicamente durante la feria comercial. La guarnición del Fuerte de San Diego contaba con 30 artilleros y un artillero mayor.
Crowley es autor de una litografía detallada de la bahía de Acapulco.

Fernández de Navarrete

El clérigo Domingo Fernández de Navarrete sale de la capital de la Nueva España con destino a Acapulco donde abordará la Nao con destino a Manila, Filipinas. Lo acompañan dos frailes. El calendario marca el 8 de noviembre de 1647.
Viajando por la ruta de Cuernavaca, los beatos logran trasponer la cañada del Zopilote para hacer escalas en Apango y Tixtla. Se topan en el camino con parvadas de faisanes y conocen cerca de Acapulco, sembradíos de un cacto llamado órgano. Todo les maravilla.
Ya en Acapulco Fernández de Navarrete lo califica, extasiado, como “el mejor puerto del mundo”, pero cuando camina por sus callejas fangosas y el calor arrecia lo bautiza como la “Boca del infierno”.
Caídos en cama sus acompañantes, el líder culpa de sus males al calor y a lo insano del ambiente. Logran abordar finalmente la Nao con rumbo a Manila y una vez en alta mar, Domingo les habla de frondosos huamúchiles y añosos tamarindos que ellos no pudieron ver en el puerto. Maravillará finalmente a los beatos contándoles haber visto en la bahía enormes ballenas, batiendo sus enormes aletas para producir un ruido fenomenal.
¿Chismosito?

Humboldt

Alejandro de Humboldt llega al puerto el 23 de marzo de 1803, a bordo de la fragata Orue. El sabio germano, al contrario de los anteriores, sí hablará bien de Acapulco.
El puerto de Acapulco forma una inmensa concha cortada entre peñascos graníticos, abierta al S:S:O:, que tiene de E. a O. más de 6000 metros de ancho Pocos sitios he visto en ambos hemisferios que presenten como Acapulco un aspecto más salvaje, y aún diré más lúgubre y romanesco (novelesco).
El puerto comprende la parte más occidental de la bahía entre la playa Grande (Larga) y la ensenada de Santa Lucía, (hoy club de yates), allí muy cerca de tierra encuentran los buques un excelente fondeadero.

Roqueta o Grifo

La islita de La Roqueta, o del Grifo, está situada de manera que se puede entrar al puerto de Acapulco por dos canalizos; el primero que se llama Boca Chica que no tiene más de 240 metros de ancho desde la punta de Pilar hasta la del Grifo, el segundo o Boca Grande, comprendido entre la isla de La Roqueta y la punta Bruja, tiene milla y media de abertura y en el interior de la ensenada por todas partes se encuentran de 24 a 30 brazas de fondo Se distingue el puerto por su grande ensenada llamada bahía, en donde el mar del SO se deja sentir con violencia a causa de la anchura de la Boca Grande.
Al examinar el estrecho istmo que separa al puerto de Acapulco de la bahía de la Langosta del abra de San Nicolás (Quebrada), parece que la naturaleza ha querido formar allí un tercer canalizo semejante a los otros dos (Boca Grande y Boca Chica).

Santa Anna

La bahía de Acapulco, en su vasta extensión, no presenta más que un solo bajío que no tiene sino 40 metros de ancho, y se llama Santa Anna por la pérdida inesperada, en 1781, del navío Santa Anna, perteneciente al comercio de Lima (Perú).
Los bajos, que son las piedras que hemos rasado a nuestra entrada por la Boca Grande: el Farallón del Obispo y la islita de San Lorenzo, cerca de la punta de Icacos, no representan ningún riesgo porque son escollos visibles

El Marqués

Al sureste de Punta Bruja está el puertecillo del Marqués el cual forma una bahía de una milla de ancho con entrada de 18 a 20 brazas y en el interior de 8 a 19 de fondo. Se trata de un lugar solitario y salvaje que en poco tiempo, si estuviera situado en la costa oriental, se formaría en él una ciudad populosa.

Vendavales y Terremotos

Ls vendavales son tempestuosos, duros, acompañados de espesas nubes que, cerca de tierra se descargan con aguaceros que duran de veinte a veinticinco días. Vendavales que destruyen las cosechas y arrancan de raíz árboles muy grandes. Yo he visto cerca de Acapulco una ceiba cuyo tronco tenía más de seis metros de circunferencia, que había sido arrancada de cuajo.
En Acapulco los estremecimientos se propagan en tres diferentes direcciones: a veces vienen del O por el istmo; a veces vienen del S. De algunos años a esta parte , estos últimos son los más fuertes, y vienen precedidos de un ruido sordo, tanto más espantoso, cuando es extremadamente prolongado. Los terremotos que se experimentan en la dirección del S se atribuyen a volcanes submarinos.

La feria más famosa

El ramo de comercio más antiguo e importante de Acapulco es el truque de mercancías de las grandes Indias y de China con los metales preciosos de México. Este comercio limitado a un solo galeón es sumamente sencillo; y aunque yo he estado en el mismo paraje en que se celebra la feria más famosa del mundo, poco añadiré a las noticias que ya se han dado antes de ahora.

Galeón

El cargamento del galeón de Manila consiste en muselinas, telas pintadas, camisas de algodón ordinarias, seda cruda, medias de seda de China, obras de platería labrada por los chinos en Cantón o en Manila, especias y aromas.
Según las leyes actuales, el valor de los géneros que lleva el galeón no debería exceder de 500,000 pesos, pero generalmente asciende a millón y dos millones. Ordinariamente el número de pasajeros es muy considerable y de cuando en cuando es aún mayor por las colonias de frailes que España y México envían a Filipinas. El galeón de 1804 llevó a setentaicinco religiosos y por eso los mexicanos dicen que la nao de China carga de retorno plata y frailes.
(Alejandro de Humboldt. Ensayo político sobre el reyno de la Nueva España, Tomo IV, Libro V, París, en casa de Rosa, 1822. Selección)

Nuevo correo

Un buen día la máquina desconoció a este operario y ya no lo dejó ver su correo, creado hace más de diez años por la querida amiga Fabiola Gallardo. Mientras la convenzo de regresármelo, el buen amigo Néstor Álvarez diseñó uno nuevo que pongo a las órdenes del respetable:

[email protected]

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