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Jorge Zepeda Patterson

Peña Nieto vs poderes de facto

El título de arriba parecería una contradicción de términos si asumimos que el arribo de Enrique Peña Nieto a Los Pinos es el resultado de una puesta en común entre las élites. Empresarios, medios televisivos y clase política coincidieron que los 12 años de panismo habían sido de escasa eficacia en la marcha del país. El apoyo de los poderes factuales en torno al candidato priista fue abrumador y consensuado.
Como he señalado antes en este espacio, las élites se vieron muy favorecidas por el debilitamiento que provocó la llegada del panismo al poder. El vacío que se generó permitió la expansión de los grandes monopolios y empresarios (nunca habían subido tanto en la lista de Forbes, por ejemplo), de los gobernadores que se convirtieron en virreyes, de líderes sindicales capaces de fundar su propio partido, de los cárteles de la droga haciéndose del control de regiones completas.
Pero tras 12 años de ese vacío, la falta de un árbitro o regulador general comenzó a ser disfuncional incluso para los propios poderes. Slim vs. Azcárra-Salinas Pliego entrampados en tribunales, los gobernadores colapsando las finanzas de sus entidades, los cárteles desangrados en una disputa interminable de territorios, los líderes sindicales convertidos en vergüenza pública.
El sistema extrañaba al árbitro general capaz de negociar entre los actores, establecer restricciones y garantizar acuerdos. La llegada de Peña Nieto, en principio, permitiría la hegemonía de los poderes de facto sin necesidad del degaste y la confrontación.
El problema es que los jugadores aceptan la necesidad del árbitro, salvo cuando las decisiones de éste les parecen adversas a sus intereses. En tal caso los afectados suelen repudiar los fallos presidenciales que no les convienen. Y allí es donde comienzan las dificultades.
Peña Nieto tendrá que sacar amonestaciones y eventualmente alguna expulsión, si no quiere que la rebatinga por el balón se le salga de las manos. Eso está intentando con los gobernadores y con el poder de Elba Esther Gordillo, por ejemplo.
Las medidas tomadas en educación para evitar el control de plazas por parte del sindicato o la eliminación en el gabinete de las posiciones que tenía la Maestra, no me parecen que estén encaminadas a tumbar a Elba Esther Gordillo, como se ha dicho. Simplemente son una tarjeta amarilla para redimensionar el papel de este actor político, que iba por la libre.
De hecho, al status quo tampoco le conviene que Gordillo deje el poder intempestivamente. Para el sistema el SNTE es, pese a sus excesos, el sindicato “bueno” si se le compara con la Coordinadora que controla a los maestros disidentes de Oaxaca, capaces de parar clases durante meses. Lo que se busca es que el magisterio se someta a las reglas y abandone prácticas que son absolutamente disfuncionales con la modernización del país y las necesidades del aparato productivo. Elba Esther será reemplazada cuando tenga un sucesor confiable. Lo más probable es que veamos una lenta transición del liderazgo de La Maestra y un retiro en puente de oro.
Lo mismo sucederá con los gobernadores. Los proyectos de ley en marcha pretenden acotar el libertinaje de los mandatarios estatales en materia de endeudamiento y opacidad. Pero no olvidemos que Peña Nieto llegó al poder como resultado de una serie de alianzas entre gobernadores contra la cúpula priista del centro. El poder político mismo, hoy en día, está tomado por los equipos que provienen de Hidalgo y el Estado de México. Es el gabinete que más ex gobernadores tiene en la historia reciente de México.
Con Televisa hay una sociedad de intereses políticos fraguada desde hace tiempo. Sin embargo, el presidente necesita tomar una distancia razonable tanto por razones de imagen frente a la opinión pública, como de legitimidad frente al resto de los poderes. Si el árbitro quiere tener credibilidad necesita que los muchos adversarios del monopolio televisivo, entre ellos Slim, lo vean como un negociador neutro. No será un tema sencillo, y probablemente las relaciones con Televisa puedan pasar por algunos roces importantes.
En suma, si Peña Nieto quiere gobernar necesita hacerse de un espacio entre la apretujada maraña de intereses de los poderes de facto. Necesitará de una enorme habilidad para que éstos cedan porciones de sus prebendas y conquistas, en aras del bien común. En más de una ocasión tendrá que dar codazos o pisotones, porque algunos no cederán de buena manera. Peor aún, podrían  devolvérselos. Veremos.
¿Y los cárteles de la droga?  Bueno, esa es otra historia.

@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net

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