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Jaime Castrejón Diez

El inicio de sexenio

El inicio de la Presidencia de Enrique Peña Nieto ha tenido hasta ahora tres objetivos muy claros: legitimación, conciliación y diferenciación. Después de doce años de alternancia, era necesario desprenderse del viejo PRI y también de los partidos que han detentado el poder o han sido obstruccionistas para evitar que sus adversarios pudieran establecer políticas viables. Esto requería también demostrar que después de doce años fuera del poder, el PRI regresaba con nuevas ideas y con nuevos personajes.
Para legitimarse utilizó a miembros de otros partidos como algunos panistas o que sirvieron en el gobierno de ese partido o como en el caso de Rosario Robles alguien de la izquierda que muestre que el nuevo gobierno se siente a gusto con algunos proyectos de esa ideología y que su gobierno aceptaría el pluralismo que tiene nuestra sociedad. Con la pluralidad, la diferenciación del viejo PRI era necesaria y esto se enfatizó tanto en el aspecto discursivo de los funcionarios y del mismo Presidente como en sus políticas de comunicación.
En el proceso de legitimación propuso una reforma educativa que por un lado le pegaba al SNTE y a su lideresa, que estaba probado que tendría una buena reacción en la opinión pública, con esto y con una hábil política de comunicación hizo pública su crítica al SNTE y que tomaba medidas para rescatar para el Estado la educación pública del país. Fue una forma de deslindarse de arreglos anteriores con líderes del SNTE y de impulsar una mejor educación en estos momentos en que el desarrollo económico y la preparación académica están estrechamente vinculados.
Para mostrar su deseo de conciliación apareció el Pacto por México que después de algunos jaloneos con la izquierda finalmente se estableció. Esto abre la posibilidad de diálogos amplios que eventualmente permitan reformas estructurales que son necesarias para que avance el país. Este primer paso pudiera ser el impulso necesario para que el Poder Legislativo pueda avanzar a través del diálogo. Por muchos años el Poder Legislativo se ha caracterizado por defender posiciones ideológicas más que hacer evolucionar el sistema político de manera que esto repercuta en un país más funcional para los ciudadanos. Es también en este aspecto en el que ha tratado de mostrar un cambio de actitud en su presidencia, como fue el haber acudido al Senado de la República a cambiar impresiones con legisladores de todos los partidos para promover las reformas que necesita para poder generar cambios con los que quiere gobernar. También se anunció que hará lo mismo con la Cámara de Diputados, lo que marca, como dijera don Daniel Cossío Villegas, un estilo personal de gobernar.
El proceso de diferenciación ha sido más cuidado porque muchas de las críticas sobre el regreso del PRI es que hay el temor de que regresen las viejas prácticas, los viejos cacicazgos, muchos de los vicios que fueron la causa que derrotaran al PRI los partidos de oposición y que se iniciara la alternancia. Por un lado es cierto que las viejas estructuras ayudaron a ganar las elecciones y le dio fortaleza política, pero algo también que preocupa es que con ellos regresen prácticas que llevaron al caos al grupo priísta gobernante hace doce años. Lo que ha sido evidente es su afán de mostrarse como un presidente accesible para contrastar con la Presidencia Imperial que había caracterizado al PRI del pasado y que mostraron también los presidentes panistas.
Normalmente los primeros cien días son para estos ajustes, pero hay aspectos que requieren soluciones rápidas y un cambio de políticas muy claras. En el caso del endeudamiento de los estados y de los municipios, es necesario tener una política muy clara de cómo se van a salvar estas instituciones que son importantes para la gobernabilidad del país.  Es cierto que la reforma que enviará el secretario de Hacienda al Poder Legislativo está poniendo límites al endeudamiento, que no pase del 0.5% del PIB y al mismo tiempo que puedan sufragar los pagos con sus participaciones y sus impuestos locales.  Esto será el gran problema que enfrente el nuevo gobierno porque las deudas de los estados y los municipios son estratosféricas y están siendo motivo de una gran tensión política en las entidades y en los municipios.

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