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Raymundo Riva Palacio

ESTRICTAMENTE PERSONAL

* Los demonios de Peña Nieto

Desde el primer día de su gobierno, Enrique Peña Nieto definió a quienes combatirá en el arranque de su sexenio: empresas de telecomunicaciones y televisión, y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Todos los enemigos, poderes fácticos y grupos de interés, tienen cara y nombre: Elba Esther Gordillo, Carlos Slim, Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas, quienes escucharon sus palabras –a sus intereses– a menos de 10 metros de distancia, en el patio de Palacio Nacional, donde pronunció su primer discurso presidencial.
A ninguno le gustó lo que escuchó, pero salvo Salinas, dueño de Televisión Azteca, que se retiró inmediatamente al terminar el evento, los demás asumieron el golpe sin sobresaltos. “A todos nos pegó, y hasta tuvimos que aplaudir”, dijo uno de los afectados, citado por uno de sus allegados. Cuando menos, uno puede agregar, no estaban obligados a sonreír.
A los grandes barones de los medios y telecomunicaciones les adelantó que para generar mayor competencia económica, a fin de que todos los mexicanos tuvieran acceso a productos y servicios de mayor calidad y a mejores precios, enviaría una iniciativa para reconocer en la Constitución el derecho de acceso a la banda ancha y una serie de reformas para abrir la competencia en telefonía, servicios de datos, televisión y radio, que se acompañaría por la licitación de dos nuevas cadenas de televisión abierta. A la dirigente magisterial le anticipó que dentro de la iniciativa de reforma educativa que propondría, elevarían a rango constitucional la evaluación de maestros, de lo cual dependería su permanencia en las plazas que, afirmó, dejarían de ser un patrimonio que se pudiera heredar.
Peña Nieto ofreció enviar la iniciativa de la banda ancha en “unos días”, y las reformas a las telecomunicaciones para instaurar lo que se le llama el cuádruple play, junto con las nuevas cadenas de televisión, en unos meses más. En este terreno, le entregó a Carlos Slim la posibilidad de contender por una nueva cadena de televisión –otros dos jugadores potenciales son Olegario Vázquez Raña de Grupo Imagen y Manuel Arroyo, de Comselsat, propietario de El Financiero–, pero dejó entrever que deberá modificar los costos de interconexión de telefonía para que Azcárraga de Televisa, y Salinas de Azteca, puedan acceder al lucrativo negocio que significará la entrega de televisión, telefonía y datos a través de una banda ancha más competitiva para ellos y más barata para los consumidores. A todos les quita un poco, y les da oportunidad de entrar en ese gran negocio estimado en 30 mil millones de dólares anuales.
Poderes fácticos es como les llaman con desprecio y rencor a esas empresas. Poder fáctico es como también le llaman al sindicato de maestros encabezado por Gordillo, a la que a cambio de la reforma educativa le ofrecieron un dulce que puede parecer muy amargo: que si no opone resistencias, podrá irse jubilando en forma gradual, sin que la saquen a patadas por la puerta de atrás del sistema político mexicano, que en el análisis que tienen algunos funcionarios en Los Pinos, ya dejó de serle funcional. El gran diseño de estas reformas viene del convencimiento de Peña Nieto de que son necesarias para que avance económicamente el país, y que se coloquen las bases para una educación que sea el motor de ese desarrollo.
Las iniciativas de Peña Nieto fueron estimuladas también por un grupo de políticos, algunos de los cuales son parte del andamiaje del Pacto por México, como Santiago Creel, quien se enfrentó a las televisoras y le costó años de muerte civil en sus pantallas, y José Murat, que durante su periodo como gobernador en Oaxaca, financió a la Coordinadora, la disidencia del magisterio. Es la suma de voluntades por razones distintas, algunas de ellas, inclusive hasta por venganza, las que animan esta lucha de Peña Nieto contra sus demonios. En este contexto, no es tan relevante el calendario que se autoimpuso el Presidente, sino que tenga la fuerza para sacar adelante estas reformas que, en efecto, llevarán el desarrollo de México a un nuevo estadio, y que algunos de sus antecesores quisieron hacer, lo anunciaron y, finalmente, fueron derrotados.

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